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El cierre de Fripur y la incertidumbre de no saber qué hacer

"¿Dónde nos van a tomar ahora?", se preguntó una de las empleadas ante el cierre de Fripur
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14 de agosto de 2015 a las 13:04

Se cuestiona cómo, a pesar de gustarle el trabajo y de no haber faltado nunca, sus jefes no le explican lo que pasa. Cómo el Ministerio de Trabajo omitió las denuncias sobre el pago de licencias atrasadas desde 2013. Cómo el Estado no la ampara ante el anuncio de cierre. Es que para ella está más que claro: Fripur no es solo trabajo. "Vivimos de esto y lo necesitamos", dijo a El Observador.

Con tristeza, más que indignación, Rossana Moline (49 años) se pregunta una y otra vez cómo fue que llegó a ese punto. Al día en que debe asumir que aquello que ha formado parte de su rutina por más de la mitad de su vida ya no estará más.

"Estás siempre al frío, todo el tiempo parado y recto, con la cabeza mirando hacia la línea. La mayoría de la gente se enferma de la columna".

Igual que Moline, los empleados del Frigorífico Pesquero del Uruguay (Fripur) viven con incertidumbre los días previos al cierre de la empresa. Aunque no hubo anuncio oficial, para ellos es solo cuestión de tiempo para que se decrete el cierre de la firma.

Durante la semana, el desgano caracterizó el clima de trabajo. Este viernes, por ejemplo, los trabajadores asistieron a la planta pero optaron por no tomar sus puestos de trabajo. Porque ¿qué sentido tiene seguir haciendo algo que en breve dejará de ser realidad y por lo que no le aseguran que recibirán una paga?

La preocupación sobre el futuro es lo que más resuena entre los empleados. Es que la gran mayoría son mujeres que ingresaron a la empresa jóvenes y que hoy, a poco de la jubilación o siendo jefas de hogar, la ausencia del salario de Fripur las pone sobre la cuerda floja.

"¿Dónde nos van a tomar ahora? ¿Dónde voy a conseguir trabajo? Tenemos 28 años de experiencia pero es todo pescado, pescado, pescado", dijo Moline.

Rutina sacrificada

Para otras, el anuncio se trata de una "injusticia" considerando lo "sacrificado" del trabajo.

La rutina es muy estricta y poco flexible. Subir al vestuario y ponerse el uniforme. Bajar a la planta y trabajar cuatro horas de corrido. Un corte de media hora, que se reduce a 20 o 15 minutos si va al baño y si se agregan los 5 minutos que lleva colocarse de nuevo el equipamiento. "Después no parás", contó María Do Santos (38 años), empleada desde hace 17 años.

"Estás siempre al frío, todo el tiempo parado y recto, con la cabeza mirando hacia la línea. La mayoría de la gente se enferma de la columna. Hay que estar acá adentro", agregó Fátima Gómez (35 años), quien trabaja en la planta desde hace 18 años.

"El que se jubila acá se jubila siempre enfermo", sostuvo Do Santos quien ya debió operarse de los tendones debido al trabajo. Si bien se mejoró dice que la operación "no es una garantía" si se debe seguir trabajando.

"Aconsejé a pila de gente que estaba sin trabajo a venir acá porque estaban tomando personal y es mejor que nada. Pero sinceramente no traería a mi hija ni a nadie", contó Gómez. Hoy, el salario de los trabajadores gira en torno a los $ 90 por hora y en jornadas como en las que llega el pescado el horario de trabajo puede extenderse hasta las 12 horas. "Si llegamos a los $ 15 mil al mes somos Gardel", dice María Olivera (50 años), empleada desde hace 20 años.

"Aconsejé a pila de gente que estaba sin trabajo a venir acá porque estaban tomando personal y es mejor que nada. Pero sinceramente no traería a mi hija ni a nadie".

En estos momentos, las mujeres esperan dentro de las instalaciones de la planta a que sea la hora del encuentro con las autoridades. Sin embargo, las expectativas de que la situación cambie son casi nulas. "Yo no creo que se revierta, quiero que nos paguen lo que nos deben y nos den un buen despido. Es lo que nos merecemos por trabajar tanto acá. Peleo por algo que es mío y de mis compañeras", sostuvo Gómez.

Después de tanto años mirando hacia el frente, en dirección a la línea, ahora deben girar la cabeza para otro lado y no saben adónde. Hasta ahora, solo hay una certeza para estas mujeres: la semana que viene será la última de trabajo.

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