Ricardo Peirano

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El dedo de Trump

Quizá algún optimista pensó que las diatribas proteccionistas del presidente electo de EEUU eran meramente promesas de campaña que luego se llevaría el viento de la realidad política y económica
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15 de enero de 2017 a las 05:00
Habrá notado el lector cómo el presidente electo Donald Trump usa su dedo índice derecho durante discursos y debates para apuntar a personas concretas o para llamar la atención sobre algo que va a decir y que considera importante. Para Trump el movimiento de su dedo índice no es casual. Se ve que es algo que tiene muy estudiado y usa con mucha naturalidad.

Sabrá también el lector que el presidente electo Donald Trump está muy preocupado por el empleo en Estados Unidos. Tanto por crear nuevos empleos como por que no se vayan los existentes a México, a China o a cualquier otro país. Y a tal efecto, aun antes de llegar al Despacho Oval, ha intervenido con empresas como Carrier, Ford, Fiat-Chrysler, GM y Toyota para que no muevan plantas a México o que no hagan nuevas inversiones en México para exportar a Estados Unidos. Trump usó el látigo y la zanahoria. Amenazó a esas empresas con poner altos aranceles a los productos que vengan de los países donde están esas fábricas que han quitado empleos en Estados Unidos o que no han invertido para generar nuevos empleos. Y a veces usa la zanahoria impositiva para dar condiciones muy favorables, como ocurrió con la empresa Carrier en el estado de Indiana. Trump parece considerar la creación de empleos como algo puntual que él como presidente, a fuerza de látigo y zanahoria, debe negociar con las principales empresas automovilísticas o farmacéuticas o lo que fuere. Esa parece ser su forma de generar empleo: usar su mano y apuntar con el dedo índice a empresas que podrían irse a otros países a instalar sus plantas.

Ahora bien, en el mes de diciembre de 2016, la economía americana creó 158 mil empleos sin que Trump tuviera que mover su dedo para generar empleo o para evitar su destrucción. Y durante el año 2016, la economía americana generó, sin la ayuda de Trump, 2,2 millones de empleos. Y ese fue el sexto año consecutivo que la economía americana creó más de 2 millones de empleos al año. Y todo ello sin las mágicas recetas de Trump para interferir aquí y allá con las decisiones empresariales.

Recetas tan mágicas como inefectivas que harían las delicias de la izquierda latinoamericana y uruguaya, tan proclives al intervencionismo estatal, al proteccionismo, a rechazar tratados de libre comercio, a cerrar la economía a cal y canto, como estuvo cerrada en nuestro país desde mediados de los años 1950 hasta los de 1970, cuando las medidas liberalizadoras de Végh Villegas abrieron nuestro país al mundo y nos quitaron los controles de cambios, de precios, de importaciones, de tasas de interés.

Quizá algún optimista pensó que las diatribas proteccionistas de Trump eran meramente promesas electorales, que luego se llevaría el viento de la realidad política y económica. Pero Trump no olvida tan fácilmente lo que ha dicho y aunque en algunos casos ha moderado sus opiniones (ahora considera, por ejemplo, que hay un par de disposiciones del Plan de Salud de Obama con las que se encuentra de acuerdo, aunque sigue en su cruzada para derogar el Obamacare y reemplazarlo por "algo" que no se sabe bien lo que es) da la impresión de que va a intentar cumplir sus promesas. Y para algunas de ellas no precisa ni siquiera el apoyo del Congreso ni del Partido Republicano, pues las puede cambiar con una "orden ejecutiva", como hizo Obama muchas veces y acaba de hacer recientemente al cambiar la política respecto a los refugiados provenientes de Cuba (desde el 12 no rige más la política "pies secos, pies mojados", establecida por Clinton en 1995, por la cual se daba acogida y permiso de residencia a quien pusiera pie en tierra firme, aunque hubiera entrado de forma ilegal, muchas veces en balsas, mientras que el que era detenido en el mar era devuelto a Cuba).

El problema de Trump en materia laboral es que encuentra a la economía con un desempleo del 4,6%, que viene a ser casi un pleno empleo. También la encuentra con un crecimiento económico fuerte y un aumento importante del salario real. Es verdad que hay sectores del Rust Belt (el Cinturón Industrial en cuyos estados Trump ganó la elección) donde el desempleo es mayor, pero eso no se arregla con acciones puntuales, a dedo, sino con políticas de largo plazo que favorezcan la reconversión de esas personas. Lo que propone Trump con su dedo en materia de comercio exterior es pan para hoy y hambre para mañana. E incluso hambre para hoy, si se desata una guerra comercial con potencias asiáticas. Y eso no le conviene a nadie. Hoy por hoy, Estados Unidos va bien sin la acción intervencionista de Trump. Y lo mejor es que continúe sin ella.

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