Las obras en el ANTEL Arena continúan luego de la suspensión.

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El derrumbe de la obra que dio luz de esperanza a un barrio

Si bien los obreros continúan en el predio, la noticia angustió a los vecinos, que esperaban que la futura construcción trajera prosperidad a la zona
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03 de julio de 2015 a las 12:47

Sebastián Ferreira fue de los primeros vecinos que, en la mañana del viernes, se acercó hasta la obra del Antel Arena para saber qué era lo que estaba pasando. De medias y chancletas, y agarrado del alambrado, hablaba con un guardia de seguridad que del otro lado le contaba la poca información que tenía con respecto a la suspensión de la obra.

El informativo central del jueves fue el que le dio la "mala" noticia de que el Antel Arena no llegará, al menos por algún tiempo. Sus hijos de 8 y 10 años le preguntaban qué iba a pasar mientras se enteraban de las novedades en la televisión. "Estábamos tan ilusionados", admitió Ferreira en diálogo El Observador.

La obra trajo luz al barrio. Antes de que siquiera se empezara a tocar el terreno, las cuadras que rodean el predio de 10 hectáreas se llenaron de luminarias. Se limpió la cañada de la calle San Gabriel y se realojaron a unas 160 familias que vivían en un asentamiento. Se abrieron calles. La llegada del Antel Arena ya estaba trayendo prosperidad antes de existir, y ahora que se detiene la construcción se instaló la preocupación de los vecinos por la vuelta de la oscuridad y de los basurales. "Las de la calle no las van a sacar, pero no sé qué pasará con las luces de adentro", se preguntó Ferreira.

Lo cierto es que sobre las nueve de la mañana, el movimiento en la obra era tal que parecía como si los trabajadores no se hubiesen enterado de la suspensión. Desde fuera del predio se podía ver cómo un camión tiraba tierra sobre una montaña de varios metros de alto. La pala de la retroexcavadora se movía de un lado a otro, subía y bajaba. Cinco trabajadores intentaban maniobrar con cuerdas una especie de jaula recién llegada.

Lejos de estar desolado, el ruido de las máquinas y los 150 trabajadores llevando fierros de un lado a otro hacía notar que el trabajo todavía continuaba. Incluso el capataz de la obra, con su casco blanco, miraba con atención las columnas recién erguidas mientras caminaba entre los materiales. Sin embargo, todo ese movimiento ya no tenía como objetivo "construir el futuro", como describen los carteles incrustados en el alambrado perimetral.

Según explicó a El Observador el delegado de los trabajadores en la obra, Gabriel Acosta, las tareas en el lugar continuarán al menos durante 15 días, que es lo que llevará acomodar los materiales y ordenar todo para dejarlo detenido. En la mañana del viernes era lo único que manejaban con certeza, puesto que tendrían que esperar hasta las cuatro de la tarde para recibir la información oficial: cuánto tiempo estará suspendida, qué pasará con los trabajadores que hicieron contratos de alquiler en Montevideo, qué harán mientras tanto.

Acosta señaló que del total de obreros, el 80% fueron contratados para este trabajo puntual, por lo que se quedarán desocupados. El resto son empleados de la empresa Teyma, que se encontraba a cargo del proyecto.

"Tenemos dolor porque nos quedamos sin changa. Nos sentimos totalmente defraudados por el gobierno, porque fuimos nosotros los que los pusimos allí", dijo a El Observador Sergio Vallejo, otro trabajador de la obra.

Cuando los obreros se vayan, el anaranjado de los mamelucos va a desaparecer y solo quedarán como una foto los pilares ya construidos y las toneladas de materiales que se dispersan en el predio. Resta saber quién se va a encargar de cuidar el lugar hasta que se retome la construcción. Esa es una de las dudas que tiene Miguel Ángel Herrera, otro vecino que se acercó al alambrado para filmar el movimiento de las máquinas y enviarle el video a su hijo, que está en España, para mantenerlo al tanto de la situación. "¿Qué va a pasar con toda esta gente? ¿Qué van a hacer con las columnas para que no se oxiden?", se preguntó. A Herrera no le preocupa que el lugar se convierta de nuevo en una boca de lobos, porque considera que de un modo u otro sigue habiendo inseguridad en el barrio.

Cuando Herrera tenía tres años, sus padres lo llevaron hasta allí a ver la inauguración del Cilindro. Fue él quien llamó a los Bomberos para decir que el edificio se estaba derrumbado, que hubo "cuatro, y no tres" explosiones. Vio la implosión tiempo después, la inauguración del futuro Antel Arena, y ahora también fue testigo de su detención. "A mí esta obra me traía prosperidad", dijo a El Observador, aunque reconoció que si algún día se concreta, no podrá pagar las entradas de los espectáculos que se presenten.

Se esperaba que el Antel Arena estuviese pronto el 15 de marzo de 2017. "Tengo la esperanza de que sea solo un susto de unas horas", dijo Ferreira. Herrera, sin escuchar lo que su vecino había comentado, contestó sin dudar: "Se va a terminar haciendo, aunque cueste el doble".


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