Y la historia reciente está repleta de escándalos de empresas que entregaron dinero a facciones y atizaron guerras y enfrentamientos.
Compañías bananeras pagaron a milicias paramilitares en Colombia en los años 1990 y 2000. Grupos joyeros alimentaron durante años el tráfico de los "diamantes de sangre" llevado a cabo por grupos rebeldes en Liberia o República Democrática del Congo. Y los fabricantes de teléfonos móviles son regularmente acusados de comprar minerales raros extraídos de minas controladas por organizaciones armadas en África.
Los "principios de acción" dictados por Lafarge son en este aspecto muy ambiguos, según ella. "La empresa dice que quiere a la vez ser líder mundial en su sector y contribuir a que el mundo sea mejor", pero "la búsqueda permanente del resultado económico y financiero entra en colisión con el deseo de tomar en cuenta el contexto local".
"En situación de guerra, las multinacionales deciden generalmente retirarse del país", afirmó por otro lado el presidente de Amarante - sociedad especializada en seguridad -, Alexandre Hollander.
Es el caso del grupo petrolero francés Total, que dejó Siria ya desde 2011. El también francés Air Liquide suspendió recientemente su actividad en una fábrica del este de Ucrania, donde los separatistas prorrusos decidieron tomar el control de las empresas.
"Y cuando ya uno está implicado en el engranaje, es complicado retirarse. Una vez que se han dado dos bidones de gasolina, luego 1.000 dólares y luego 100.000, ya no es el importe lo que cuenta", finalizó.
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