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El fenómeno de Tebas land, la obra de teatro uruguaya que recorre el mundo

Su autor, Sergio Blanco, que vive en París y escribió uno de sus textos con sangre de jabalí y toro, explica el éxito que consiguió fuera de fronteras
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22 de abril de 2017 a las 05:00
Cuando Sergio Blanco se enteró de que su obra más reconocida, Tebas land, había ganado el premio más importante del teatro independiente londinense, estaba sentado en un cine parisino viendo la última ganadora del Oscar, Luz de luna. El mensaje de texto que le llegó en ese momento volvió a conectarlo a una cadena de éxitos en la que se encuentra inmerso desde hace años, y que parece haber alcanzado un pico indiscutible: textos publicados internacionalmente, obras con distintas versiones en los teatros del mundo y exposiciones en los museos más importantes. Sergio Blanco, por su talento y su proyección mundial, se convirtió en uno de los exponentes teatrales más importantes de Uruguay.

El premio en cuestión fue el de Mejor producción en los Off West End London Awards para la versión estrenada en diciembre del año pasado bajo la dirección del inglés Daniel Goldman, que también tradujo la obra escrita por Blanco.

Sentado en un café próximo al Teatro Solís, y a miles de kilómetros de donde se enteró del galardón a su obra, el dramaturgo y director uruguayo contó a El Observador que el premio lo conmovió y que lo sintió como "muy grato". "Lo disfruté muchísimo porque es un premio muy prestigioso", dijo.

Tebas land es una de sus producciones más representadas en mundo. Pertenece a un ciclo que comenzó a partir de su propia puesta en escena en Uruguay en 2013, y que hoy continúa por escenarios de Londres, París, Lima, Buenos Aires, Tokio y Berlín.

Tebas land utiliza el parricidio y el metateatro –una obra que cuenta cómo se escribe una obra– para contar la historia de Martín Santos, un hombre que mató a su padre. Junto a un dramaturgo llamado S. intentan narrar, desde una cancha de básquetbol de una prisión, su historia.

Para Blanco, el éxito de su obra reside en el "encuentro con el otro" que plantea, un concepto que buscó a través de la exploración de lo que denomina como autoficción, género que si bien el dramaturgo explica que ha estado arraigado casi en exclusividad a la literatura, ha querido trasladar al teatro en varios de sus textos.

"Contar un encuentro en un mundo de desencuentros y separaciones es algo que se agradece mucho, y Tebas land, en algún sentido, es un canto al encuentro y a la necesidad que tenemos siempre del otro, de encontrarnos con otro, y la cuestión de que solamente existimos en la medida en que hay otro que está conmigo, que está ante mí", reflexionó.

Blanco también aseguró que gran parte de la atracción que genera su obra está relacionada con el abordaje de los grandes mitos que hace, esos "relatos breves que contienen la esencia de la humanidad" y que significan otra manera de tocar los dos grandes temas que el teatro, según Blanco, ha sobrevolado siempre: el amor y la muerte. Blanco se apoyó en el mito de Edipo para escribir la obra, algo que le dio "universalidad" y que le permitió llegar a explorar el concepto del parricidio y sus consecuencias. "No todos somos padres, pero todos somos hijos, y el mito de Edipo permite explorar esa relación", subrayó.

Entre dos mundos

Sergio Blanco se mudó a París en 1993, luego de que consiguiera el Florencio a la Revelación de ese año, que incluía una beca para estudiar en Francia. En la ciudad de las luces encontró su lugar, así como los cientos de artistas que se dejaron conquistar por sus calles repletas de arte e historia universal.

"Es una ciudad que tiene huellas del pasado en todas partes. No hay cuadra, no hay manzana, no hay barrio que no tenga las cicatrices de siglos y siglos de historia, por lo que es una ciudad profundamente intensa", dijo, mientras observaba por la ventana del café el contraste con el trajín de Montevideo.

"Es la ciudad más hermosa del mundo, pero no necesariamente estar en un lugar bello a uno lo ayuda a escribir. El exceso de belleza a veces puede impedirnos la creación. Quizá su costado más gris es el que me ayuda a escribir a mí", reflexionó. Además de ese costado opaco, Blanco encontró en París la herramienta necesaria para dar rienda suelta a su creatividad: que su lengua madre, el español, se transformara en su lengua artística, ya que el francés pasó a ocupar casi todo su vocabulario.

"La escritura aparece como un lugar donde me encuentro con mi lengua materna. Escribo en español, pero vivo con el francés, que es mi lengua cotidiana. Doy clases y escribo académicamente en francés. El alejamiento de la lengua me ha ayudado mucho a crear".

En esa ciudad es donde Blanco ha vivido la mayor parte de su vida, y también donde produjo la mayor cantidad de obras, para las que siempre tiene un proceso de trabajo diferente, más allá de que regularmente es bastante metódico. "La escritura para mí nunca es un acto banal, siempre tiene algo espectacular", aseguró. Un ejemplo claro de esa ausencia de banalidad en su escritura es un proyecto que finalizó hace poco y que se denomina Cuando pase sobre mi tumba. Esta obra tiene la particularidad de que está íntegramente escrita a mano con sangre en polvo de jabalí y toro que pidió expresamente a España, así como un papel especial proveniente de una de las casas que abastecía a la poderosa familia de los Médici, mecenas renacentistas de Florencia, Italia.
Ese texto, cuya tinta especial tuvo que diluir todas las mañanas y utilizar lo suficientemente rápido para evitar su coagulación, forma parte de una instalación que se verá en el MOMA de Nueva York en 2018.

Pero aparte de esta singular empresa, Blanco volverá al país en julio para los ensayos de El bramido de Düsseldorf, uno de sus últimos trabajos, que se estrenará en el Teatro Solís el 23 de agosto. Esto marca que seguirá viajando por los dos países casi tanto como ha viajado entre los mundos que componen su vida.

"Estoy entre Uruguay y Francia, entre la literatura y el teatro, entre la creación y la academia, y eso es interesante siempre. Me gusta mucho la idea de estar en movimiento, de estar en un trayecto, de estar en zonas intermedias. No me gusta hablar de raíces, si me siento uruguayo o francés, porque no me siento ni lo uno ni lo otro. Lo único que sé es que soy yo, y eso es lo que me alcanza", concluyó. Quizá esa fue la clave de su éxito.

El siglo de las tablas y la mirada

Pese a que Sergio Blanco recibió la noticia del premio a Tebas land en un cine, este es uno de los lugares menos frecuentes en donde puede encontrárselo. Casi no mira cine, y si lo hace prefiere que sea de mañana, un horario bastante atípico. "Iba mucho a Cinemateca de joven, pero ahora creo que el cine está muriendo. Es un arte ya viejo ligado al siglo de la imagen, el siglo XX. El siglo XXI es el siglo de la mirada, y teatro viene de theátron, que quiere decir 'mirador'. Este es nuestro siglo, el de los circuitos de espectáculos donde el público y la sala construyen algo juntos", dijo.

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