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El golpe fallido en Turquía deja a Erdogan con más poder que nunca

Mientras la población aún llora a los muertos, el presidente barre con todos sus obstáculos
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18 de julio de 2016 a las 11:44
"Este levantamiento es un gran regalo de Dios para nosotros", dijo en la madrugada del sábado el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, tras arribar a Estambul cuando el intento de golpe de Estado estaba mayormente desactivado. Más que para los turcos, esto fue un "gran regalo" para el mandatario, quien a partir de ahora podrá acaparar aun más poder del que ya tenía. Las señales de ese proceso aparecieron inmediatamente: mientras el pueblo todavía estaba lamentando en los funerales a los caídos en la asonada, el conservador jefe de Estado hacía una feroz purga en las Fuerzas Armadas y consideraba reinstaurar la pena de muerte. Mientras, el carácter democrático del gobierno es cada vez más cuestionado.

"Sin duda el intento (golpista) es un buen pretexto para que Erdogan pueda hacer ahora lo que quiera e imponer un régimen fuerte que elimine a cualquier oposición", escribió ayer el analista Yavuz Baydar, un antiguo seguidor de Erdogan y ahora uno de sus críticos más furibundos.

Asociaciones de periodistas y partidos de la izquierda extraparlamentaria emitieron ayer comunicados en los que condenaron el intento golpista pero destacaron que eso no significa que el régimen de Erdogan sea democrático. En las redes sociales, en tanto, crecía el temor a que el fracasado golpe pudiera suponer un Erdogan más fuerte e intransigente que nunca.

Este islamista preside Turquía desde agosto de 2014, tras ser primer ministro durante 11 años. El mandatario contaba con mayoría parlamentaria hasta que un revés en las elecciones legislativas de junio de 2015 lo dejaron en minoría.

Eso llevó a editorialistas y analistas a decir que era el comienzo del fin del "nuevo sultán" y su sueño de una "superpresidencia". El mandatario no se rindió, y a través de maniobras políticas logró convocar a nuevas elecciones en noviembre de ese mismo año. En esa oportunidad recuperó el dominio del Congreso.

Tras el intento de golpe de Estado, los bríos de sultán se renovaron. Con la sociedad sumida en el dolor, Erdogan ganó una nueva posibilidad de eliminar opositores.

Durante el fin de semana se llevaron a cabo los funerales en Estambul y Ankara, y Erdogan participó en el entierro de un "mártir" del golpe en la mezquita de Fatih. Allí prometió eliminar el "virus", que según él corroe las instituciones del Estado. Además, aprovechó el estado de tensión general para hablar de una vuelta a la pena de muerte. Este anuncio fue hecho ante el clamor de simpatizantes que pedían la pena capital para los golpistas. "No podemos retrasar esta decisión, puesto que en este país quienes intentan un golpe contra el Estado tienen la obligación de pagar el precio", dijo.

En tanto, el ministro de Asuntos Exteriores, Omer Celik, pidió a sus compatriotas que sigan como en las últimas horas movilizados a favor del gobierno en las calles del país para consolidar esta "victoria de la democracia".

Anoche el gobierno volvió a capitalizar el dolor al reunir a miles de personas en la plaza Taksim, la principal en el centro de Estambul.

Limpieza opositora

El gobierno turco inició en los últimos dos días una amplia campaña de detenciones de altos mandos militares supuestamente involucrados en el intento de golpe de Estado. La cifra de detenidos supera los 7.500, anunció el lunes el primer ministro Binali Yildirim. De ellos, 103 son generales y almirantes de las Fuerzas Armadas turcas, cifra que supone casi un tercio de la cúpula.

Además, se emitieron unas 3.000 órdenes de arresto contra jueces y fiscales, y casi 9.000 funcionarios del Ministerio del Interior han sido despedidos. Un gobernador de provincia y 29 alcaldes también fueron suspendidos, agregaron desde el Ministerio del Interior.

Las autoridades turcas anularon también las vacaciones de todos los funcionarios del país hasta nuevo aviso, según un comunicado del Ministerio del Interior. Se hizo un llamado a todos quiénes están de vacaciones a "retomar sus labores lo antes posible". El anuncio concierne a más de tres millones de personas. Los fuertes controles en los aeropuertos de todo el país ya habían sido anunciados por los medios de comunicación turcos.


El principal objetivo de la purga que se está llevando a cabo en el Ejército y en el sistema judicial son los seguidores del predicador conservador Fethullah Gülen, un viejo aliado de Erdogan que se convirtió en archienemigo.

El gobierno y la Justicia coinciden en que lo que llaman "organización terrorista de Fethullah Gülen" (FETÖ) es la principal responsable del violento levantamiento militar, mientras que Gülen negó haber estado detrás del operativo de derrocamiento.

El acaparamiento de poder por parte de Erdogan no es nuevo. Cuando Gülen y Erdogan se pelearon en 2013, el gobierno realizó una purga en la Policía, el Ejército y laJusticia. Además, fueron incautados los medios de comunicación cercanos a Gülen, incluyendo el diario Zaman y la agencia de prensa Cihan. La dirección de estos medios quedó entonces en manos de administradores del Estado.

La ciudadanía turca tiene una larga experiencia en golpes de Estado tras los levantamientos de 1960, 1971, 1980 y 1997, que en ningún caso fueron tan violentos como esta vez.

Sin embargo, durante los anteriores golpes militares la ciudadanía había permanecido pasiva, mientras que los partidos políticos no se ponían de acuerdo sobre si debían o no rechazar el levantamiento militar.

Esta vez, los cuatro partidos del Parlamento incluso firmaron una muy inusual declaración conjunta condenando el golpe, incluyendo los partidos más críticos y enfrentados con Erdogan, como el izquierdista y prokurdo HDP o el socialdemócrata CHP.

A diferencia del pasado, en esta ocasión ninguno de los golpistas dio la cara en su intento de asumir el poder. Y el único rostro que se conoce es el del vencedor: Erdogan.

Una alianza que saltó en mil pedazos

Lo que otrora fue un "matrimonio por conveniencia" se convirtió en una lucha amarga entre dos hombres, Recep Tayyip Erdogan y Fethullah Gülen, que amenaza la democracia turca y podría cambiar su rostro para siempre.

Cuando un grupo de militares turcos se sublevó el viernes contra el gobierno de Erdogan, el hombre fuerte de Turquía acusó inmediatamente a Gülen y a sus partidarios del intento golpista.

Gülen, un predicador musulmán y eximán, es el líder espiritual del movimiento islamista moderado Hizmet, presente en una decena de países. Tras la acusación de Erdogan, Gülen rechazó tajantemente estar implicado en el golpe de Estado fallido.

Su influencia en Turquía, en donde cuenta con el apoyo de miles de partidarios, fue crucial para Erdogan durante sus primeros años en el poder, como primer ministro, a partir de 2003.

Pero la alianza entre estos dos hombres se destrozó en mil pedazos en 2013. El acercamiento entre el jefe de Estado y los kurdos, y los ataques contra escuelas del movimiento Hizmet figuran entre las causas que según los especialistas explican esta ruptura.

Esta contienda tomó ahora una dimensión internacional, que podría afectar las relaciones entre Ankara y Washington. Desde el golpe de Estado frustrado, Erdogan exige a Estados Unidos la extradición de su rival, que vive desde hace años exiliado en Pensilvania.

Según Anthony Skinner, analista de la consultora Verisk Maplecroft, la amistad entre estos dos hombres se basaba en una voluntad común de contrarrestar el control del entonces establishment laico.

Compartían también el objetivo de debilitar al Ejército, que antes de los hechos del viernes ya había protagonizado tres golpes de Estado exitosos en Turquía.

Esta rivalidad aumentó con la llegada del Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP), de Erdogan, al poder, que puso a la defensiva a los simpatizantes de Gülen, en especial después de que el presidente lanzara un proceso de paz con los separatistas kurdos del PKK, explicó Skinner.

La alianza se disolvió en 2013, cuando Erdogan cerró las escuelas afiliadas al movimiento de Gülen. Pero el golpe final fue lanzado en diciembre de 2013, con el estallido de un enorme escándalo de corrupción que hizo tambalear a Erdogan. Tres ministros tuvieron que renunciar por este caso, que el gobierno denunció como un intento de golpe inspirado por Gülen.

290 muertos

El fallido golpe de Estado del pasado viernes en Turquía causó la muerte de al menos 190 civiles y 100 militares que intentaban tomar el poder, y dejó 1.400 heridos.

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