Las condiciones climáticas generan dificultades en las plantas y hay pérdidas de flores y frutos.<br>
Gonzalo, Facundo y Juan Carlos, tres generaciones de una familia de horticultores que no baja los brazos.<br>
La falta de luminosidad castigó también a los cultivos en áreas protegidas.<br>

Agro > GRANJA

"El granjero no está escondiendo los morrones"

Uno de los principales productores explicó por qué este producto escasea y está caro
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03 de junio de 2016 a las 05:00
Previo a las adversidades climáticas que hubo en abril, cuando llovió en exceso y también se perdió mucha producción en las granjas, "entraban 1.000 cajones de morrones al mercado, pero hoy entran 100. No hay morrón pronto, esa es la verdad. Con estos precios que se pagan por el morrón el granjero no está escondiendo los morrones, el que le puede pellizcar algo a las plantas lo manda enseguida al mercado, de inmediato", dijo Juan Carlos Bentancur, experiente productor hortícola.

Disponer de invernáculos permite ventajas, como regular la temperatura, pero no asegura totalmente el acceso a una buena cosecha; el clima igual puede complicar y eso sucede con morrones y tomates producidos en áreas protegidas.

En los invernaculos que El Observador Agropecuario recorrió en el predio de la familia Bentancur, en la zona de Colorado Chico, en Canelones, había gran pérdida de floración en tomate y morrón por falta de luminosidad.

Se perdieron dos floraciones en el morrón por falta de luminosidad, mayor a la habitual este otoño.

"En todo abril no solo llovió mucho, hubo 30 días sin sol y no se produjo fotosíntesis –hace que la fruta cuaje, que la flor se convierta en fruto–; perdimos dos floraciones lo que hace que por un mes no haya producción y si sigue nublado eso se estira. Cuando una flor cayó hay que esperar 15 días a la siguiente y que esa nueva flor no caiga. Luego, de la flor al fruto pronto van 60 días. Antes lo normal era que en invierno no hubiera morrones, ahora lo logramos, pero si pasa esto se frena la producción", explicó el productor.

Respecto al precio, "un cajón de morrón pesa 13 kilos y a lo máximo que llegó fue a $ 1.800", destacó. Añadió que en el resto de la cadena se pueden agregar $ 40 o $ 50 por kilo y por eso al consumidor rondó los $ 200.


"Da rabia que te culpen de la inflación"


Al explicar los por qué de la inflación los economistas a veces ilustran sus gráficos con una canasta de hortalizas. Eso a los granjeros les da bronca. Bentancur en la charla enfatizó: "Te culpan de la inflación y da rabia porque no conocen la realidad de la granja".

"La inflación no la crean los productores, lo que sí creamos es verdura y fruta de buena calidad, a precios que solo cambian si hay o no hay oferta, lo cual depende sobre todo del clima", explicó.

"Ahora, recontra explicado está que hay un mes de precios altos porque llovió un disparate y faltó luminosidad", dijo, "pero no es lo normal y no es justo que nos responsabilicen de la inflación".

Sobre las diferencias entre el precio que el productor obtiene y el que abona el consumidor, comentó que "es una cadena y cada actor tiene sus costos y su derecho a una ganancia, como también es un derecho del consumidor comprar donde quiera, en el supermercado, la feria, y está el Mercado Modelo abierto a todo el mundo".

El granjero sabe que convive con una secuencia –irregular– de años buenos y de los otros. El actual, dijo Juan Carlos, "es muy difícil". No solo porque el estado del tiempo le propinó dos golpes de KO –una seca de 50 días en enero y febrero y lluvias en exceso en abril–, "sobre todo porque los costos de producción se han disparado bastante".

Hay dos duros rivales para el granjero: el cambio climático y la suba de costos.

En esa estructura de costos, lo que más pesa, "arriba del 50% en horticultura", es la mano de obra. En esta granja hay personal permanente y cuando es necesario se lo contrata en forma zafral. Los insumos "se pagan en dólares y no solo subieron, también subió el dólar" y el productor cobra en pesos.

Ahora hay un pico de precios, porque la oferta es menor, "pero eso es coyuntural, la verdad es que los precios de nuestros productos no subieron lo que subieron nuestros costos".

Por lo tanto, "nunca es seguro lograr un margen de rentabilidad" que compense el esfuerzo. "Uno sigue porque le tiene cariño a esto, es lo que uno sabe hacer, porque te gusta", reflexionó.

Sin la pasión, no se explica por qué no bajan los brazos cuando no hay mercado para vender y hay que dejar pudrir la producción, o viene un tornado y vuela los invernáculos o una granizada destroza lo que se plantó.

"Como no sabemos cuánto van a valer las cosas, no tenemos otra que seguir plantando, yendo siempre por la revancha. A veces nos va mal, a veces nos va bien".

También, precisó, "hay de todo, hay gente que le ha ido muy bien, otra que la pelea cada año y gente que tuvo que bajar la cortina porque no pudo seguir".

Juan Carlos señaló luego otro enemigo que se robusteció con el paso del tiempo: el clima. "Antes era más estable, con estaciones bien marcadas, se podían planificar las cosas con más seguridad; hoy es más difícil producir", dijo.

Por eso es clave disponer, al menos en parte, de áreas cubiertas, lo cual tiene un costo de instalación y mantenimiento que no todos pueden asumir.

El granjero, además de tener los conocimientos adecuados, acceso al crédito, buenos insumos, tecnología –en este caso hay riego y varias labores mecanizadas– y un canal de comercialización fluido, otra herramienta que no puede dejar de lado es el seguro.

"No tener seguro es andar bajo la lluvia en un auto con las ruedas lisas", indicó. Sobre el costo, "no es bajo, pero está bastante subsidiado", comentó, a la vez que destacó que en su caso "estamos asegurados casi en el 100%".

Sobre la calidad de lo que se produce, expresó que "he podido viajar y acá la horticultura es de primera. De pronto, con el clima como está, a veces puede pasar que no se encuentre la mejor calidad en las hortalizas de hoja, porque los productos de campo tuvieron 200 mm de lluvia arriba, pero lo normal es buena calidad".

Además, salvo excepciones, "la producción es suficiente", solo es necesario importar lo que no se puede producir y cuando hay un faltante coyuntural. Para sostener eso es vital estimular un adecuado recambio generacional, que sucede en la familia Bentancur, pero eso "no es lo común".

"El productor no se crea, no se inventa, nace y mejora con los años y lo mejor es que los hijos sigan con el negocio", manifestó.

Tras celebrar que aprecia que hoy la gente consume más fruta y más verdura, otra frase de Juan Carlos que llamó la atención fue: "El productor hortícola es muy timbero". Explicó que "cuando hay un año bueno de ganancia, lo reinvierte, si hay un mango se reponen herramientas... como el que acierta a la quiniela, al otro día se juega lo que ganó".


Toda la vida


Juan Carlos Bentancur (64 años), casado con Ana María Burgues, sigue siendo productor, pero en una etapa donde ya acciona sobre todo como guía para las labores que encaran sus hijos Gonzalo y Patricia. Dos de sus seis nietos, Facundo y Magela, ya asumen sus primeras responsabilidades. El abuelo de Juan Carlos fue peón en esa zona canaria, pero la granja la inició su padre (Juan Toribio) y un tío, en rubros frutícolas (viñedo, manzana, durazno, pera y membrillo). En 1966 su padre falleció y él se incorporó de lleno, con su madre (Olga Sparano) y sus hermanos. En 1975 quedó solo al frente del negocio. Luego, por consejo del ingeniero Carlos Lasa, se reconvirtió 100% a la horticultura. Desde 1993 accionó en grupo con colegas (abasteciendo a Tienda Inglesa con la marca Hortisur). Desde 2004 lo hizo por su cuenta en un acuerdo con el mayorista Jorge Vitola, con quien sigue trabajando. En 2015 comenzó con otro mayorista, Emiliano Bertoloti. En 31 ha produce a campo (tomate, cebolla, zapallo, calabacín y papa) y en 2 ha de invernáculos, morrón y tomate.

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