Opinión > Edgardo Novick

El hombre que vino del shopping

Tal vez, Novick represente la argentinización de la política uruguaya, pero subestimarlo puede ser un error que se pague carísimo
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24 de septiembre de 2016 a las 05:00

El Partido de la Concertación se gestó en 2014 para disputarle al Frente Amplio la Intendencia de Montevideo, que controla desde hace un cuarto de siglo, uniendo los votos de los partidos Nacional y Colorado. La Concertación presentó tres candidatos: el blanco Álvaro Garcé, el colorado Ricardo Rachetti y el independiente Edgardo Novick. Por su parte, el Frente Amplio, que abandonó hace tiempo su postulado histórico de la candidatura única, propuso a Daniel Martínez, sostenido por socialistas y astoristas; a Lucía Topolansky, respaldada por el MPP de su esposo, el expresidente José Mujica, y el Partido Comunista; y a Virginia Cardozo, del PVP.

En mayo de 2015 la izquierda volvió a ganar con holgura en la capital del país. Martínez obtuvo 280.000 votos y Topolansky unos 150.000. Pero la sorpresa la dio Novick, quien reunió 210.000 sufragios, el doble que Garcé y 13,5 veces más que Rachetti.

Novick, un recién llegado a la política, aunque fue asesor de Jorge Batlle, un outsider que proviene del negocio de la vestimenta y el calzado, con tiendas como La Cancha, restaurantes y acciones en el Nuevocentro Shopping, continuó dando sorpresas. En su campaña, Daniel Martínez había prometido crear el Fondo Capital, un fideicomiso para obras de US$ 500 millones, que después bajó a US$ 250 millones. Pero, al no contar con votos suficientes en la Junta Departamental, recurrió a Novick, líder de la minoría mayor, quien respaldó un fondo de US$ 94 millones para una lista precisa de obras y se robó el escenario.

En abril de este año, cuando el presidente Tabaré Vázquez convocó a los partidos políticos opositores para discutir sobre seguridad pública, incluyó a Novick entre los invitados. Mientras blancos y colorados lo tomaron como un intento divisionista, Novick concurrió a la Torre Ejecutiva con su asesor, el exministro del Interior y candidato presidencial colorado Guillermo Stirling. Propuso más patrullaje, menos derechos para los delincuentes, más infiltraciones de inteligencia y la intervención de "los barrios más problemáticos" con tropas del Ejército.

Todo indica que Edgardo Novick, quien cumplirá 60 años en noviembre, arma su aparato y se prepara para el gran salto: competir en las elecciones nacionales de 2019 con lema propio o ajeno. Ya exhibe la adhesión del senador Daniel Bianchi y del diputado Guillermo Facello, quienes fueron electos por el Partido Colorado. Y esta semana incorporó al diputado Daniel Peña, electo por el Partido Nacional en Canelones, y al economista Javier de Haedo, también de extracción nacionalista, quien ocupó altos cargos en el gobierno de Luis A. Lacalle, fue senador suplente de Jorge Larrañaga y candidato a la Intendencia de Montevideo en las elecciones de 2010.

Novick se propone liderar una fuerza tal vez pequeña pero coherente y ejecutiva, que bien puede resolver los pleitos indecisos entre los grandes partidos. En un escenario de gobierno sin mayoría parlamentaria, como probablemente ocurra a partir de 2020, sus votos pueden ser decisivos a escala nacional, como ya lo fueron para Daniel Martínez en la Junta Departamental de Montevideo. A eso aspiraron también el Nuevo Espacio entre 1989 y 1999 y el Partido Independiente desde 2002. No ha cuajado hasta ahora, porque el Frente Amplio lleva tres gobiernos con mayoría parlamentaria propia, pero tarde o temprano ocurrirá. Entonces será el tiempo de los partidos pequeños (o de sectores de un partido) que inclinan la balanza en un sentido u otro, al estilo de lo que ocurrió por mucho tiempo con el Partido Liberal en Gran Bretaña.

Empresario rico venido de abajo, con dos hijos en Peñarol, dudoso gusto al estilo futbolista, de pantalones chupín y zapatos de punta larguísima: Edgardo Novick puede representar la argentinización de la política uruguaya, al menos en lo superficial. Pero también se nutre del hartazgo de una parte de la población con los líderes tradicionales, que se repiten en los tres lemas principales año tras año, elección tras elección. Capitaliza su imagen de hombre práctico y "exitoso", que propone soluciones más que problemas, y que comparte el hastío de muchos con las palabras vanas, la ideologización pueril y la demagogia rampante.

Casi todos tienden a darle pocas posibilidades en la lucha política de primer nivel, pero él continúa abriendo puertas, una a una. La subestimación es un error que se paga carísimo.

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