Brasil es el país de América Latina con mayor población carcelaria, y el cuarto a nivel mundial, después de Estados Unidos, China y Rusia. Las cárceles y centros de detención están sobrepobladas y se caracterizan por la existencia de extrema violencia: decapitaciones y canibalismo, según una investigación publicada por BBC Mundo.
En diciembre de 2013 varios reclusos asesinaron a Edson Carlos Mesquita da Silva en la cárcel de Pedrinhas, el complejo penitenciario más grande de Maranhão, al noreste brasileño. Cortaron su cuerpo en 59 partes, lo salaron y desparramaron por el penal en bolsas de basura. Pero no encontraron el hígado.
"Según el relato de un testimonio que mantenemos bajo reserva (...) el hígado lo habrían asado, dividido entre los presos y comido", aseguró el fiscal brasileño Gilberto Câmara França Júnior a la BBC, a quien le llevó casi dos años "armar el puzzle" de lo que había ocurrido ese día en el penal.
La denuncia, que fue presentada a la justicia en el mes de octubre de 2015, señaló que el asesinato tuvo siete autores intelectuales, todos miembros del temido grupo los "Ángeles de la muerte". El caso se transformó en un ejemplo de los actos más atroces que se pueden cometer en las cárceles brasileñas, donde los presos mandan y han impuesto sus reglas y castigos. El país está en riesgo de recibir su primera condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la situación de sus prisiones, según informó la BBC.
Todos coinciden en que el problema central de los centros penitenciarios de Brasil es el hacinamiento en las celdas: en las 377.000 plazas disponibles, hay 607.731 personas recluidas, por lo que la tasa de ocupación asciende al 161%. El número de presos en el país ha ascendido 575% en los últimos 25 años.
"Ese aumento progresivo en las prisiones trae una serie de problemas de gestión, favoreciendo incluso la consolidación de facciones criminales", indicó el director general del Departamento Penitenciario Nacional de Brasil, Renatto De Vitto a BBC.
Y agregó que "el número de muertes violentas en los presidios es seis veces mayor que la media nacional de homicidios, que ya es bastante elevada".
En enero de 2015 Human Rights Watch visitó Pedrinhas. La superpoblación ha sido un problema constante en las cárceles y ha contribuido a crear un clima de falta de control de los centros y a que se fortalezcan las pandillas, que "crecieron hasta el punto de controlar unidades carcelarias enteras dentro de Pedrinhas".
Más de 90 internos han sido asesinados en las cárceles de Maranhão en los dos últimos años, en la mayoría de los casos por miembros de bandas rivales. Miembros de pandillas han mutilado a sus víctimas, realizaron secuestros y extorsiones dentro de las cárceles y violaron a visitantes, según contaron a HRW detenidos y funcionarios.
Un informe también realizado por HRW acerca del hacinamiento en las cárceles de Pernambuco, señaló que la autoridad interna reside en los "llaveros": reclusos que recibieron las llaves de los pabellones directamente de mandos penitenciarios, quienes venden desde espacios para dormir hasta drogas, y hacen notar su poder a través de la fuerza.
Las cárceles son "uno de los problemas de derechos humanos clave de Brasil", aseguró el autor del informe, César Muñoz, a BBC Mundo.
Las escenas de barbaries han infundido su miedo en las cárceles brasileñas, durante cada año son reportadas decenas de decapitaciones a presos, y algunos de esos casos han sido filmados y difundidos en medios de comunicación.
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