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El librero que guarda cien mil y una historias

Roberto Cataldo es dueño de El Galeón, una librería anticuaria que tiene más de cuatro décadas de existencia, y su oficio es encontrar valor en las obras antiguas
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12 de agosto de 2017 a las 05:00
Luego de alcanzar los 100 mil títulos, el librero Roberto Cataldo dejó de comprar. Salvo rarezas o aquellas piezas que hacen al corazón de su librería anticuaria, decidió que las historias que reposan en sus anaqueles iban a tener que ser suficientes. A lo sumo, 100 mil y una más: la suya, que es la historia de la librería de El Galeón.

El Galeón bien podría compararse con un iceberg. En el primer piso reina el orden, con ese encanto de lo antiguo que le da a la librería un aspecto detenido en el tiempo. Como buen barco, esta es solo la cubierta: El Galeón crece para abajo. Allí, el desorden creativo aumenta en proporciones magníficas. A medida que se va avanzando hacia el subsuelo de un local, que en otras épocas fue un cine y una discoteca, los títulos empiezan a apilarse con el caos de la abundancia.

De hecho, Cataldo ha llegado a encontrar ejemplares que no sabía que tenía. El último hallazgo espontáneo fue una caja. Adentro, una carta del artista Rafael Barradas acompañada por una ilustración original. Es una sensación agradable, dice, moderado para elegir las palabras. Al tiempo suelta la risa: "¡Esto estuvo 15 o 10 años dando vueltas en una caja y yo no sabía que existía!".

Adquisiciones dirigidas

A diferencia de lo que dirían muchos negociantes, el placer del oficio está en la compra y no en la venta. Esta última la puede llegar a vivir con cierto dolor porque en sus manos los libros cobran vida y valor: una colección de revistas de historia uruguaya, que se dañó por una filtración de agua, tenía un valor que Cataldo estima en US$ 15 mil.

Hasta hace un tiempo descansaba en alguna repisa de El Galeón una pila de libros que su dueño guardaba para el expresidente Jorge Batlle. Cuenta que, un mes antes del accidente que derivó en su muerte en octubre de 2016, Batlle le había pedido que le guardara una pila de títulos para pasar a buscarlos luego.

Nunca llegó, pero al librero le queda el recuerdo de las tertulias interminables con esa verborragia que caracterizaba al político. Cataldo sabía que siempre tenía que esperarlo con un café porque sus visitas no eran cortas. Así es como hace sus compras: personalizadas. Él siempre sabe a quién puede interesarle un título y si llega a comprar uno, es porque tiene claro a quién vendérselo.

Cataldo fundó la librería en enero de 1973, pero trabajó en el rubro desde 1960. A Batlle lo conoció en sus épocas de cadete, cuando le llevaba ejemplares al diario Acción. El expresidente se volvió habitué de El Galeón, que estuvo por muchos años sobre la calle Juan Carlos Gómez, en la Ciudad Vieja. Mudarla a su ubicación actual en Plaza Independencia llevó 18 meses.

Roberto Cataldo
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Es predecible que alguien que trabaja con el papel se resista a reconocer las ventajas de lo digital, pero Cataldo no reniega de su utilidad. En la computadora Mac que tiene sobre su escritorio envía catálogos a sus clientes y recibe los pedidos. Tampoco dudó en tirar los ejemplares del Diario Oficial o las revistas de Derecho Jurídico, que conservaba y que se pueden encontrar en internet. De todas formas, lo hizo con dolor.

De sus épocas en Tristán Narvaja surgió el vínculo con otro expresidente, Julio María Sanguinetti. Recuerda que un día, en medio de una visita presidencial, Sanguinetti decidió pasarse por su local, lo que dio lugar a una anécdota sobre lo que él llama el "espíritu republicano" del país.

Esa tarde lo visitaba una investigadora argentina que buscaba bibliografía sobre la independencia de Uruguay. Al escuchar las consultas de la mujer, Sanguinetti no pudo evitar meterse en la conversación, que terminó con una tertulia entre todos los presentes. La joven recién supo al final de la reunión que el hombre que la había aconsejado era el presidente. Cosas que pasan en Uruguay.

Al mejor postor

Cataldo lamenta no poder darle rienda suelta al síndrome de Diógenes literario que tiene contenido y quedarse con todos sus libros. Algunos, los que nadie compró, están expuestos en una vitrina en el primer piso, al lado de la puerta. Tiene una copia de la primera Constitución, impresa en 1829, una primera edición de Inquisiciones, de Jorge Luis Borges, –que el autor nunca quiso reeditar– y Para las seis cuerdas, dedicado a una mujer que parecería llamarse Amalia, aunque la letra manuscrita del autor no parece haber sido su fuerte. "Son cosas que te alimentan un poco el ego", dice. Se sentiría desprotegido sin esas piezas.

La carta de Barradas que encontró de casualidad iba dirigida a un literato uruguayo cuya obra Cataldo está revisando a partir del descubrimiento que hizo. Al parecer, Barradas le escribía sobre la situación en España y agradecía el envío de un libro con un dibujo en color.

Cataldo le encontró dueño con un coleccionista brasileño interesado en el arte uruguayo. Guarda cautela sobre el precio porque entiende que habría que mostrar lo que se vendió para entender su verdadero valor. "Atrás de todo eso hay una experiencia, hay que tener un bagaje". Lo que guarda El Galeón no son solo textos, sino reliquias que esperan a que alguien les reconozca su valor.

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