Mauricio Macri.<br>

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El macrismo, de la euforia a la alarma por los Panamá Papers

El nombre del líder argentino en el escándalo pone una nota de duda en su discurso ético
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06 de abril de 2016 a las 05:00
Mauricio Macri debe estar maldiciendo su suerte. Justo cuando las cosas venían saliéndole bien desde el punto de vista político, llegó un "cisne negro" que provocó un cambio de ambiente.

Fue a través del escándalo global conocido como Panamá Papers. Vaya paradoja, el mismo lugar que en su momento había significado la pesadilla de la familia Kirchner al aparecer como parte del entramado legal en "la ruta del dinero K".

Y, lo peor, el apellido Macri en compañía de líderes mundiales que se ubican del lado de los "malos" o sospechados permanentes de corrupción, como el ruso Vladímir Putin. Lo último que hubiese esperado el presidente luego de la visita de Barack Obama y de sus esfuerzos por mostrar un realineamiento internacional.

Pero, sobre todo, si hay algo que el gobierno tiene para lamentar es el abrupto cambio de clima político. En los planes previos, la noticia del lunes tenía que ser la presentación del exministro de Transporte Ricardo Jaime ante la Justicia, para declarar por la compra de material ferroviario inservible durante la gestión de Néstor Kirchner.

La agenda judicial se ha mantenido tan activa que cada vez son necesarias situaciones de mayor impacto para opacar las noticias del día anterior.

Ayer fue el turno de la detención del empresario kirchnerista Lázaro Báez, que fue apresado cuando arribó a Buenos Aires de Río Gallegos en un vuelo privado, dos días antes de que compareciera ante la Justicia para declarar por sobreprecios en obras públicas.

Además, en los próximos días declararán exfuncionarios del kirchnerismo: Alejandro Vanoli y Axel Kicillof, por las ventas de dólar futuro; y Julio de Vido, por la tragedia de estación Once. Y, como punto cúlmine, la presentación de la mismísima Cristina Fernández Kirchner el próximo 13 de abril ante los tribunales de Comodoro Py para explicar la decisión política detrás de las medidas del Banco Central que terminaron costando más de US$ 3.000 millones. La agenda sigue en pie, claro, pero pasó a ocupar un lugar secundario en los medios. Y no solo eso, el kirchnerismo pasó súbitamente de una posición defensiva a una ofensiva. De acusado a acusador.

Tras conocerse los datos de los Panamá Papers, la familia de la expresidenta emitió un comunicado en el que afirma no estar vinculada con el escándalo. Y parece esbozarse una estrategia: aprovechar esta situación para poner en duda todas las denuncias en su contra.

"Así como nunca hubo ni cuentas en Seychelles ni en Nevada ni departamentos en New York a nombre de ningún integrante de la familia Kirchner, tampoco hay relación alguna de la familia con las filtraciones reveladas hoy, excepto en la manifiesta intencionalidad periodística de continuar estafando a la ciudadanía argentina", afirmó un comunicado.

Más explícito fue el jefe de la bancada parlamentaria kirchnerista, Héctor Recalde, quien aseguró que "jamás se hace una empresa offshore con fines lícitos", y que, por consiguiente, "algo huele a podrido".

Las sospechas de los aliados

Si el tema hubiese quedado acotado a las insinuaciones del kirchnerismo, todo se encontraría dentro de los carriles normales y previsibles. Es más, para algunos analistas hasta el gobierno espera que así ocurran los hechos.

Pero las críticas no se limitaron al kirchnerismo, sino que lo más preocupante para el gobierno es que alcanzaron a sus socios políticos.

Para empezar, la diputada Elisa Carrió, uno de los pilares de la coalición Cambiemos, quien la semana pasada había llegado a un acuerdo para alinear el discurso con el gobierno luego de haber hechos públicas sus desavenencias con el tono del ajuste económico.

"Macri debe presentar las pruebas de sus dichos", afirmó Carrió después de haberse conocido las explicaciones oficiales sobre la modalidad de la firma off shore. Poco tiempo después, Macri habló en una entrevista con la televisión de Córdoba para abundar en detalles de su descargo.

A esa altura, sus aliados del peronismo, como los dirigentes del Frente Renovador de Sergio Massa, le estaban exigiendo que hiciera uso de la cadena nacional televisada para dar explicaciones oficiales.

Y la dirigente de centroizquierda Margarita Stolbizer apuntaba contra el que tal vez sea el flanco más débil que mostró el macrismo en esta situación: la actuación de Laura Alonso como titular de la Secretaría de Ética Pública, Transparencia y Lucha contra la Corrupción.

Alonso se apresuró a dar, desde su cuenta de Twitter, una explicación que justificaba la inocencia de Macri en su vínculo con la firma off shore. "Constituir sociedad en paraíso fiscal no es delito en sí mismo, señores". E inmediatamente se convirtió en blanco de críticas.

"La Oficina Anticorrupción confunde sus competencias y se convierte en la oficina de defensa de funcionarios y secretos", fustigó Stolbizer.

Cuidar las formas

Una vez más, la comunicación política del gobierno aparece como uno de sus puntos débiles. La apresurada defensa de Alonso, que fue nombrada para ser garante de que no habría tolerancia con la corrupción, fue el peor síntoma en ese sentido, porque hace recordar las conductas kirchneristas de defensa corporativa cuando había alguna denuncia contra un funcionario.

"Lo peor que le puede pasar al macrismo es que la gente diga 'al final, estos son iguales que el kirchnerismo', si percibe que hay un intento de tapar en bloque las eventuales faltas y sin investigar", afirma el politólogo Marcos Novaro.

En todo caso, lo que parece incuestionable es el cambio de clima político.

"Estamos en un contexto de gran volatilidad. Y lo que hasta hace pocos días era una sensación de un gobierno muy fuerte, tras la visita de Obama y con cierto clima de euforia, hoy cambió por completo. Al anuncio de suba de tarifas y a la difusión de las cifras de pobreza, se le suma esto de Panamá para completar un contexto nuevo", describe Alejandro Catterberg, de Poliarquía.

De momento, la sensación es que Macri evitaría consecuencias graves que puedan afectar su gobernabilidad. Pero lo que es seguro es que, como mínimo, tuvo un recordatorio sobre lo frágil de su posición.

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