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El mensaje de Macri: manejará la economía con su mesa chica

Dujovne y Caputo asumirán función técnica y "low profile"; no quiere un funcionario "estrella"
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28 de diciembre de 2016 a las 05:00
Si hubiera que sintetizar en una frase el mensaje político de Mauricio Macri al echar al ministro más importante de su gabinete, Alfonso Prat-Gay, sin dudas sería: "Acá mando yo".

Así viene siendo decodificada su decisión de quitar al ministro de Hacienda y Finanzas, tanto por el mercado como por la clase política. Porque lo que está quedando en evidencia es que el presidente tomó una medida que va mucho más allá de reemplazar un ministro. Más bien, está modificando todo un sistema de toma de decisiones.

En el nuevo esquema, los ministros pasan a ocupar un rol técnico –en un lejano segundo plano y "low profile"– mientras que las grandes líneas políticas y las iniciativas más relevantes quedan reservadas para Macri y su "mesa chica".

Más importante que la salida de Prat-Gay es la segunda parte del anuncio. Es decir, que su sustituto será Nicolás Dujovne, un técnico respetado y con credenciales en el sistema financiero pero muy lejos de tener la personalidad avasallante de otros "ministeriables", como Carlos Melconian, por ejemplo.

Esto aleja las posibilidades de que se concrete el retorno de un "superministro" como había en los viejos tiempos, al estilo de Domingo Cavallo durante los años 1990 o de Roberto Lavagna al inicio del kirchnerismo.

Además, ese mensaje fue reforzado por el anuncio de la división del ministerio en dos partes, una exclusiva para Hacienda y la otra para Finanzas.

Al promover a Luis Caputo al rol de ministro (en igualdad de rango y ya no subordinado a quien ocupa el sillón principal en el palacio de Hacienda), lo que se está comunicando es que Dujovne tendrá todavía menos margen de acción que Prat-Gay.

Esta estrategia de Macri va en el sentido exactamente opuesto al que le han venido reclamando economistas y ejecutivos del mercado financiero en las últimas semanas.

Uno de los diagnósticos más escuchados al cumplirse el primer año del macrismo al frente del Ejecutivo fue el problema de la "falta de ejecutividad", producto del recorte de poder al ministro de Economía.

Ironías argentinas: entre quienes compartieron este punto de vista figuraron economistas influyentes, incluyendo al mismísimo Nicolás Dujovne, quien acaba de ser designado para un cargo con menos atribuciones que las de su predecesor.

Pases de facturas y un castigo al alto perfil

Todo parece diseñado para que no resalte ningún funcionario y para que todos los ministros se controlen y se acoten mutuamente en un "gabinete económico" con siete integrantes. En este marco, no resulta fácil asumir la cartera de Economía y aceptar que esto se hará en base a un poder limitado.

Sobre todo, si las cosas no salen tal como estaban planeadas, con una inflación que baja más lentamente que lo previsto, "brotes verdes" que brillan por su ausencia y empresarios reticentes a invertir en la economía real.

Mientras las cosas salían bien, al inicio del gobierno, Prat-Gay parecía destinado a ser una estrella política, al punto que se lo mencionaba como presidenciable. Eran tiempos de negociación de la deuda con los "fondos buitre" y de la reapertura del mercado de crédito externo.

Pero cuando la situación se complicó –y la recesión con inflación se reveló más grave de lo que se suponía–, el ahora exministro dejó entrever su malestar con varios aspectos vinculados con el funcionamiento del gobierno.

Su desavenencia más explícita fue con el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, a raíz del apego de este último a las altas tasas de interés. Además, se fue evidenciando su disconformidad por la forma en la que otros funcionarios manejaron varios temas que terminaron incidiendo en el área económica.

Prat-Gay, después de haber anunciado una disminución del déficit fiscal, terminó con una expansión del gasto que es consecuencia de las decisiones tomadas por el ala política.
Del otro lado del mostrador, las facturas no tardaron en llegar. El saliente funcionario no tiene precisamente una personalidad humilde y muchos no le perdonaron su pronóstico de 20% de inflación anual, ni que le haya hecho decir al presidente que en el segundo semestre la economía volvería a la senda del crecimiento.

En definitiva, hubo un cóctel explosivo: resultados que no se dieron y, además, choques entre la personalidad de Prat-Gay y la "cultura PRO".

Como ruido de fondo, un déficit fiscal que lejos de achicarse –como había prometido–, se encamina a un pesado 12% para el año próximo si se considera el rojo nacional, provincial y el del Banco Central.

El propio Macri, en confianza con amigos, terminó admitiendo que la relación entre ambos se fue desgastando por la resistencia de Prat-Gay a aceptar el esquema de gestión. "Es muy capaz, pero no se sentía cómodo con la organización de trabajo", dijo a un interlocutor luego de conocida la decisión del recambio.

Para Prat-Gay, la medida no sólo fue una sorpresa sino, de alguna manera, un castigo. Es que esta semana tenía previsto hacer un anuncio sobre uno de sus grandes logros: la cantidad de dólares que ingresarán al blanqueo, que según anunció ayer serán en el entorno de US$ 90.000 millones.

Cuando los periodistas le preguntaban sobre los rumores de su eventual alejamiento, afirmaba que se trataba de versiones de "envidiosos" y que todavía le faltaba "hacer un par de goles".
Pero Macri no le dejó ni siquiera facturar el rédito político del blanqueo. Y, más aún, el ascenso de Caputo hasta parece un mensaje enviado al mercado en el sentido de que todos los logros de los que el ahora exministro se había jactado eran, en realidad, mérito de su secretario de Finanzas.

¿Kirchnerismo "new age"?

Curiosamente, muchas de las actitudes de Macri en el poder, una vez que se despeja todo el vocabulario "new age", hacen recordar al estilo del extinto presidente Néstor Kirchner.
Ambos tenían una particular aversión a los ministros estrella y, ni bien pudieron, se deshicieron de quienes en su momento les habían servido por su acceso al mercado financiero pero cuya ambición les incomodaba.

Acto seguido, nombraron funcionarios de bajo perfil y dejaron en claro que el verdadero ministro de Economía sería el propio presidente.

En este esquema, hasta resulta tentador efectuar un paralelismo entre el "monje negro" de Cristina Kirchner –el exsecretario legal Carlos Zannini– con los dos funcionarios de máxima confianza de Macri, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana.

Estos dos coordinadores de la jefatura de Gabinete han evidenciado poder y llegada directa al presidente. Y, ante situaciones de conflicto o desavenencia, este último laudó en su favor.
No por casualidad, en el reciente "retiro espiritual", se lo vio a Prat-Gay taciturno y apagado, al tiempo que Macri decía a quien quisiera oírlo que Lopetegui y Quintana eran "sus ojos y oídos".

En este contexto, ¿cuánto poder tendrá el entrante Dujovne? No más que Prat-Gay, seguro.
Esto no quita que no pueda ser de alta influencia en los tiempos que vienen. Su perfil técnico y su preocupación por el deterioro fiscal llevan a pensar que jugará un papel importante.

No obstante, si Dujovne leyó políticamente lo que acaba de ocurrir, habrá entendido que en un gobierno que se precia del trabajo en equipo y de un estilo renovador, la mejor garantía para la supervivencia política es el "low profile".

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