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El mítico viaje de la mente

La cantidad de obras que se continúan produciendo sobre Charles Darwin resaltan su importancia como visionario científico
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30 de octubre de 2016 a las 05:00
Especial para El Observador

El año pasado en Estados Unidos se publicaron más de 220 mil nuevos libros. En Gran Bretaña, cerca de 150 mil; en Australia, unos 20 mil. A eso hay que agregar las cantidades de Nueva Zelanda, Canadá, India, Irlanda, Sudáfrica, los países africanos angloparlantes, etc. La suma de libros publicados con registro en lengua inglesa supera el medio millón. Si a eso le sumamos aquellos que se publican sin ISBN y por tanto no siempre aparecen en los catálogos bibliográficos, estamos cerca del millón de libros publicados por año y en aumento, pues ha crecido el número de ediciones debido a las nuevas tecnologías de edición relacionadas al formato digital que se han ido incorporando. A lo que voy. En esa marea y maremágnum que trae y arrastra nuevas obras de accesibilidad universal gracias a la presencia de librerías convertidas en bibliotecas de Babel, como es el caso de Amazon.com, es casi imposible, por no decir del todo, estar al día respecto a los libros que de manera constante y regular se publican sobre Charles Darwin (1809–1882).

Tal parece, según la realidad literaria da cuenta, que sobre el intelectual y científico inglés, muerto hace ya 134 años, no se ha dicho aun todo, ni casi. Darwin es un tema convertido en fábrica, la cual es sorprendentemente productiva. En cuanto a la atención literaria que recibe, Darwin está casi al nivel de Jesucristo y de Abraham Lincoln, dos de las figuras históricas que mayor interés generan en el mundo de la edición, lo cual no es poco decir.

Con una mente y un entusiasmo por el conocimiento privilegiados, Darwin da cuenta en su diario de viaje que en 1833 "diez semanas permanecí en Maldonado", en las cuales recorrió otros departamentos del país, llegando a conocerlo mejor que la mayoría de sus habitantes, en la cual me incluyo. Con la singularidad de una mirada que parece estar siempre en control de lo que observa –era un científico, no un turista– Darwin cargó el relato de su experiencia rioplatense con frases autoabastecidas, en las cuales todo era lo único necesario. Al escribir desde territorio contrario, y sin esconder sus prejuicios europeos –afortunadamente para sus lectores hizo el viaje en época previa a la de la corrección política– el viajero inglés dio origen a un Uruguay diferente al que aprendimos en los libros de historia, del Hermano Damasceno –incluso de antes– para acá. A quien le interese, en el Journal and Remarks, de 1839, conocido en español como El viaje del Beagle, se encuentran los comentarios de Darwin sobre el fascinante periplo, en el cual el barco que lo transportaba (el H.M.S. Beagle) coincidió, no en época sino en trayecto y afán explorador, con el de otro personaje fabuloso, Fernando de Magallanes.

Las descripciones de Darwin, lo mismo que las de Francisco Pigafetta (incluidas en el libro Primer viaje en torno al globo), cronista y acompañante de Magallanes, son dos de los mejores ejemplos literarios en los cuales la observación y la ficción poética con afán de verosimilitud coinciden para crear un relato lírico incomparable por la originalidad y carácter inaugural de la mirada, que invita a ver al mundo tal como lo que es, una diversidad inabarcable y mágica. Ambos libros son ideales para una era de aburrimiento y de ignorancia generalizada, como la nuestra, pues estimulan más la imaginación –y la entretienen– que todos los capítulos juntos de Game of Thrones.

La misma salud de hierro que tuvo Darwin en vida, y que le permitió pasar el invierno uruguayo sin siquiera resfriarse, la tiene hoy su figura histórica, usina de libros y libros, una bibliografía interminable. En los dos últimos años se han editado y reeditado cerca de 20 libros sobre y del naturalista inglés, entre los cuales destacan Charles Darwin's Around-the- World Adventure, de Jennifer Thermes; Darwin: The Five Essential Works , y The Voyage of the Beagle: The Illustrated Edition of Charles Darwin's Travel Memoir and Field Journal, de Charles Darwin; Charles Darwin, de Grant Allen; Charles Darwin: A Biography, Vol. 1–Voyaging, de Janet Browne; Darwin, de Alexander Kennedy; y Charles Darwin: A Life From Beginning to End, de Hourly History. Genio casi completo (solo careció del desparpajo moderno para entender a fondo la diferencia del otro, la otredad del comportamiento, habiendo comprendido mejor a la fauna que a los humanos), Darwin tuvo la fortuna que otros de su estirpe no, es decir, ha conseguido, por méritos propios, mantener despierto el interés de investigadores y escritores a lo largo de los siglos. Y difícilmente su aura universal vaya a perder vigencia.
En tiempos, como estos, de mediocridad y banalidad a más no poder (el entretenimiento y la ideología están acabando con la cultura), la obra de Darwin, empezando por su diario y culminando con su autobiografía, debería ser lectura obligatoria en sitios donde la inteligencia todavía es respetada.

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