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El Mundial 2030: fútbol, celos y pánico escénico

El Mundial da prestigio político, pero también es un formidable desafío organizativo y económico
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24 de septiembre de 2017 a las 05:00
Todos conocen la historia: Uruguay organizó y ganó en 1930 el primer mundial de fútbol, que ahora es el evento más popular, por encima incluso de los Juegos Olímpicos. Desde 2005 Tabaré Vázquez propone organizar la Copa del Mundo 2030, en el centenario del torneo (y bicentenario de la independencia nacional), pero esta vez asociado con Argentina, el otro finalista de 1930.

El gobierno paraguayo quiere sumarse en un ménage à trois que el gobierno uruguayo rechaza. Y Chile también tiene expectativas.

¿Por qué no aceptar tres o cuatro organizadores, en vez de uno, como es habitual, o dos, como Corea-Japón 2002? Parece cuestión de celos y de formas. Las autoridades uruguayas detestan que los paraguayos traten de meterse por la puerta de atrás, sin consulta, publicitando su candidatura por rédito político.

Las sedes compartidas son una forma de reducir costos y riesgos. Ya se habla del Mundial Canadá-Estados Unidos-México 2026. Al fin, quien resolverá entre todas las candidaturas es el Congreso de FIFA, integrado por más de 200 federaciones.

Mientras el Cono Sur discordia, los chinos no esconden su deseo de organizar la copa de 2030. Pekín se propone llevar las 13 mil escuelas de fútbol que tiene actualmente a unas 40 mil en 2020. Es una escala colosal.

La Copa del Mundo 1930 se convirtió en un orgullo nacional, aunque fue un torneo pequeño y sencillo y el Estadio Centenario, en el que se iban a jugar todos los partidos, no estuvo pronto a tiempo. Los primeros encuentros debieron realizarse en el Parque Central, activo aún hoy, y el Estadio de Pocitos, de Peñarol, para solo 1.000 espectadores, que se cerró en 1933.

Paradójicamente, por esa época Uruguay ingresaba en una grave crisis económica, consecuencia del crack de Wall Street y la Gran Depresión mundial, de la que saldría recién hacia 1934, con una dictadura a cuestas.

Entonces como ahora el chovinismo futbolero era cosa seria. Luis Monti, quien jugó con Argentina en 1930 y, tras naturalizarse, con Italia en 1934, comentó: "En Uruguay me querían matar si ganaba, y en Italia, cuatro años más tarde, si perdía". Ni la hinchada uruguaya ni el Duce hubieran tolerado una derrota.

En Uruguay 1930 compitieron 13 equipos en tres escenarios. En Rusia el año próximo serán 32 equipos nacionales, después de una competencia clasificatoria entre 211.

FIFA quiere hacer mundiales con 48 selecciones y exige 12 estadios con capacidad para al menos 40 mil espectadores; infraestructura moderna, desde hoteles a comunicaciones, seguridad pública y una legislación acorde. Brasil debió derogar la prohibición de vender bebidas alcohólicas en sus estadios para complacer al lobby cervecero.

El Mundial Brasil 2014 costó unos US$ 10.000 millones, que equivalen a casi el 20% del producto bruto uruguayo. En 2007 el gobierno brasileño había prometido que el Estado no pondría un peso, pero al final cargó con casi toda la cuenta. Los estadios costaron mucho más de lo planeado, debido al caos y la corrupción, y varios de ellos hoy son gigantes estúpidos.

En Manaos, por ejemplo, se hizo uno con una rara forma de cesta de paja para 40 mil personas, cuando los equipos locales llevaban un promedio de 770 espectadores por partido. Ahora está vacío, mientras se llena el "sambódromo" contiguo. Algo similar ocurrió en Brasilia y en el Pantanal, en tanto el Maracaná simboliza la corrupción infinita y la quiebra de Río.

Brasil se candidateó en plena euforia de la era Lula, pero salió del torneo humillado en la cancha y en un tobogán económico y político que aún perdura.

El escritor Fernando Butazzoni pone en duda las ganancias materiales de organizar un Mundial aunque admite los beneficios políticos y, eventualmente, de imagen: "Tanto en Brasil como en Sudáfrica hay igual o más miseria ahora que antes del Mundial, e iguales o peores índices de violencia".

El veterano arquero paraguayo José Luis Chilavert también se opone al proyecto. "Miren el ejemplo de Brasil, cómo quedó, con deudas por todos lados. No podemos hacer un viaducto y quieren hacer un mundial (...). Paraguay no necesita un mundial, necesita hospitales, escuelas, infraestructura, carreteras. No engañen más a la gente".

Sin embargo, el empresario Orlando Dovat, creador de Zonamerica, estima que un mundial permitiría una mejora radical de la infraestructura, como una conexión directa entre Buenos Aires y Maldonado, o del transporte en Montevideo. Otros cuestionan la mentalidad pequeña y mediocre, el pánico escénico y la baja autoestima

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