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El papa en México envía un duro mensaje a clase política y obispos

Francisco llamó a trabajar por una "justicia real" y "seguridad efectiva"
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14 de febrero de 2016 a las 05:00
Las palabras "privilegios" y "corrupción", pronunciadas por Francisco ante los principales representantes del poder político y económico de México cobraron un fuerte simbolismo ayer en el histórico momento en que un papa católico fue recibido por primera vez en el Palacio Nacional.
El papa Francisco llamó la atención a la clase política para que trabaje por una "justicia real" y "seguridad efectiva", mientras instó a los obispos a tener coraje para enfrentar el narcotráfico, al iniciar ayer su agenda oficial en México.

El pontífice se reunió con el presidente Enrique Peña Nieto y sostuvo que "a los dirigentes de la vida social, cultural y política les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos (...) justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz".

Su mensaje fue dirigido a sus anfitriones en México, un país golpeado por la violencia, la pobreza y la corrupción.

"Cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte", advirtió.

Su mensaje fue seguido a través de pantallas gigantes por millares de fieles que se apostaron en el céntrico Zócalo, una plaza construida sobre las ruinas de templos prehispánicos y donde se encuentran la catedral y el Palacio Nacional.

"El papa puso en vergüenza al gobierno con todo lo que dijo. A ver si Peña Nieto ahora hace las cosas bien. Si no es por convicción, al menos por vergüenza", dijo a AFP Ramiro Sosa, un comerciante de 56 años de Veracruz (este), un estado asolado por el crimen organizado y la corrupción.

Tras la cita con Peña Nieto, el papa se encontró con los obispos y arzobispos mexicanos en la catedral metropolitana, donde los instó a enfrentar el narcotráfico "con coraje profético".

"La proporción del fenómeno (del narcotráfico), la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión (...), la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a nosotros, pastores de la Iglesia, a refugiarnos en condenas genéricas, sino que exigen un coraje profético", manifestó.

Desde el gobierno

En cambio, el discurso del mandatario mexicano evitó mencionar estos problemas y se centró en temas globales y reconocimientos al papa. "Su visita trasciende al encuentro entre dos Estados, se trata del encuentro de un pueblo con su fe. Su santidad, México lo quiere, México quiere al papa Francisco", dijo Peña Nieto.

La presencia del papa en el Palacio fue un gesto simbólico en un país devoto pero con una larga tradición laica y que apenas en 1992 restableció relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Después de un descanso en la Nunciatura, Francisco se trasladó en el papamóvil a la Basílica de la Virgen de Guadalupe, donde un mar de gente apostada a lo largo del camino ondeaba banderas del Vaticano y lanzaba vivas al pontífice.

"Francisco, hermano, ya eres mexicano", coreaban con entusiasmo millares de fieles en las afueras del templo, uno de los principales centros de devoción de América Latina.

"Es un honor enorme que diga que viene a ver a nuestra señora de Guadalupe, que es la madre de los mexicanos. Que le pida por nosotros, es muy preocupante la situación en la que estamos", dice Socorro Valdes de 66 años de edad.

El académico estadounidense Andrew Chesnut, profesor de estudios de religiones en la Universidad de Virginia Commonwealth, destacó que Francisco "es un gran devoto mariano y la Virgen de Guadalupe no es sólo reina en México, sino emperatriz de América".

Pobreza, migración y violencia

Aún conmocionado por el motín que el jueves dejó 49 muertos en una cárcel de Monterrey (norte), México condensa muchos de los temas que preocupan a Francisco: una sociedad desigual donde la mitad de sus habitantes sigue siendo pobre, un país acechado por la violencia del narcotráfico y donde miles de migrantes viven un calvario tratando de llegar clandestinamente a Estados Unidos.

La elección de las paradas del papa parece estar cargada de simbolismo. Hoy visitará Ecatepec, una sobrepoblada ciudad de la periferia de la capital que vive un repunte de violencia, especialmente hacia las mujeres.

El lunes estará en Chiapas (sur), el estado más pobre e indígena del país, donde oficiará una misa con fragmentos en tres lenguas indígenas: tzotzil, tzeltal y chol. El martes irá a Morelia, capital del convulso estado de Michoacán (oeste), donde en 2013 grupos de autodefensas se levantaron en armas contra los abusos del cártel de Los Caballeros Templarios.

El papa se reservó para el final la fronteriza Ciudad Juárez, durante años considerada la más peligrosa del mundo y que ahora trata de cicatrizar heridas abiertas por los feminicidios y la violencia que vivió. Francisco visitará allí una cárcel y se despedirá con una misa en el borde de la frontera con El Paso (Texas, Estados Unidos) por donde miles de migrantes cruzan clandestinamente cada año.

El cara a cara de Francisco con el poder mexicano

lll Tras bajar del papamóvil, el pontífice fue recibido por el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, a las puertas del fastuoso Palacio Nacional, sede de virreyes durante la colonia y de gobernantes mexicanos tras la independencia. Acompañados por la primera dama mexicana, la actriz Angélica Rivera, celebraron una reunión privada en la que intercambiaron presentes.

Al descender por las escalinatas que dan al Patio de Honor, Francisco fue objeto de una sonora ovación del auditorio, formado por miembros de los tres poderes del Estado, la jerarquía eclesiástica, periodistas y varios renombrados empresarios.

Entre ellos, el magnate Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del planeta; Daniel Servitje, propietario de Bimbo; Miguel Alemán, dueño de la aerolínea Interjet, o Valentín Díez Morodo, presidente de la patronal del país.

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