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El peronismo prepara su ofensiva con el regreso en 2019 en mente

El clima político empieza a estar teñido por la campaña electoral de medio término
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05 de febrero de 2017 a las 05:00
Por Fernando Gutiérrez, especial desde Buenos Aires

Macri está débil y el peronismo es un tiburón que huele sangre y ataca". La frase, del líder piquetero Emilio Pérsico, es acaso el análisis más exacto y acabado sobre el panorama político de 2017.

No solamente habrá una mayor temperatura política por las elecciones legislativas de medio término que se celebran en octubre, sino que todos, tanto el macrismo como la oposición, entienden que lo que este año está en juego es mucho más importante: el futuro de un proyecto político.

Si Macri tiene un resultado pobre, se instalará en la opinión pública la idea del inevitable regreso peronista en 2019. En cambio, una victoria reforzará la sensación de que una nueva cultura política se consolida.

De manera que la previsión general es la de un creciente recalentamiento del clima social. Por lo pronto, como para darle la razón a Pérsico, la central sindical CGT, que durante todo el 2016 mostró una actitud de cautela y evitó la confrontación con Macri, ya está avisando que habrá un recrudecimiento de la conflictividad.

Y, en el plano parlamentario, la oposición peronista alertó de que tratará de frenar las reformas que Macri impulsa por decreto de necesidad y urgencia.

La escalada de tensión se percibe en el ambiente. Hace un año, ante las críticas por su tendencia a abusar de los decretos, Macri había dado marcha atrás, temeroso de las disidencias con sus socios de la coalición Cambiemos y de que se lo emparentara con métodos políticos del kirchnerismo. Ahora está dispuesto a ir al choque.

Desde el punto de vista del macrismo, el análisis es bien simple: en las elecciones legislativas se juega todo su futuro. Si pierde, no habrá chances de una recuperación, porque los inversores asumirán que luego volverá el peronismo y, en consecuencia, dejarán "en el freezer" los planes de inversión a largo plazo.

Macri ha tenido señales bien claras sobre ese punto. En cada foro empresarial internacional en el que participa, la pregunta fundamental que le hacen no es sobre la economía, sino si será capaz de ganarle al peronismo.

Y en la vereda de enfrente ya se notan los movimientos preparatorios. Por ahora, mientras transcurren las últimas semanas para la presentación de listas, todos descartan una unión de las diversas corrientes peronistas bajo un mismo paraguas: en esta elección, ganan más yendo separados que unidos.

Sin embargo, la frase "todos unidos triunfaremos", que se canta en la célebre marchita peronista, siempre resuena. De manera que también en ese bando hay una sensación de que las legislativas de este año serán, de alguna manera, una interna. El que gane quedará en la "pole position" para liderar al movimiento en 2019.

El más activo es Sergio Massa, líder del Frente Renovador, que se diferencia tanto del kirchnerismo como de los gobernadores provinciales colaborativos con Macri.

El lema de Massa es transitar por "la ancha avenida del medio", con la convicción de que de esa forma ganará adeptos de todos los bandos.

Aspira a que se reedite la situación de 2013, cuando la población lo utilizó como herramienta para frenar el proyecto reeleccionista de Cristina, pero para mantener el mismo modelo económico con algunos retoques.

En consecuencia asume una actitud ambivalente, en la cual un día puede compartir un acto o un viaje internacional con Macri y posar de "opositor responsable", para luego acordar con el kirchnerismo e imponerle al gobierno una modificación de impuestos.

Ha tenido un "coqueteo" con Margarita Stolbizer, donde el elemento unificador parecía ser el deseo de marcar casos de corrupción o irregularidad administrativa tanto hacia el kirchnerismo como hacia el gobierno macrista.

Ese acercamiento implica, para Massa, la posibilidad de captar una clientela de clase media que, a pesar de estar en desacuerdo con el macrismo, se muestra reticente a acercarse a su figura por su pasado kirchnerista.

Su única fidelidad es con las encuestas de opinión pública, lo cual lo lleva a suscribir toda propuesta que parezca tener respaldo popular. Así, al percibir un cambio de clima internacional se transformó en un firme abogado del cierre comercial. Tanto que propuso una suspensión de las importaciones por seis meses.

En todo caso, la consigna de Massa parece clara: no salir jamás del centro de la escena y, en lo posible, adueñarse de la "agenda pública".

Las encuestas marcan que en la provincia de Buenos Aires –donde tiene su base de apoyo electoral y a la cual apuesta todas sus fichas– mantiene una imagen relativamente alta, con 25% de apoyo, pero que sus chances electorales disminuyen si tuviera que enfrentarse con Cristina Kirchner.

Mientras tanto, el kirchnerismo se muestra algo "groggy" por la sucesión de golpes judiciales hacia Cristina y otros exfuncionarios. Se nota ese desgaste a nivel de la militancia.

La primera vez que la expresidenta fue llamada a declarar, una multitud la acompañó a tribunales. En esa ocasión, Cristina demostró una vez más su habilidad para transformar un hecho negativo en una demostración de fuerza.

Pero su abuso de la fórmula de la victimización parece estar perdiendo eficacia. Ya los medios no se pliegan inmediatamente a replicar sus cadenas de tuits. Ya no concurre gente a acompañarla en sus declaraciones judiciales.

Y, aunque las encuestas marcan que sigue teniendo apoyo, sobre todo en el conurbano de Buenos Aires, donde disfruta de un contundente 31% de adhesiones, todavía no se la ve en clima de campaña. Más bien la sensación que transmite es que los contratiempos judiciales ocupan el 100% de su tiempo.

Está procesada en dos causas por corrupción y prosigue la investigación por otras dos. De manera que el calendario electoral de 2017 coincidirá con el calendario judicial de Cristina: en el momento cúlmine de la campaña electoral, deberá abocarse a los juicios en su contra.

Para varios analistas, esta situación es lo que terminará por convencerla de presentarse como candidata. Creen que los fueros parlamentarios y la protección de la clase política, así como ganar una tribuna pública para plantear sus disidencias, terminarán siendo un argumento atractivo, para una expresidenta que en principio no daba la sensación de querer volver a ocupar una banca parlamentaria.

La única duda reside en si su candidatura será por la provincia de Buenos Aires –la "madre de todas las batallas"– o en su tierra adoptiva de Santa Cruz, donde reside.

Las chances electorales del kirchnerismo no deben subestimarse: aun a pesar del desprestigio de las causas por corrupción, mantiene una base de apoyo electoral relativamente alta y una mística militante. Encuentra su zona de comodidad cuando se plantean los problemas económicos del gobierno.

El fuerte bajón en el consumo, la demora en mostrar una reactivación de la actividad, la pérdida de empleos en el sector privado, la falta de cumplimiento de algunas promesas macristas en cuanto al alivio impositivo, todo lleva a reforzar el discurso kirchnerista. Acaso la propia Cristina haya planteado lo que será el argumento central de la campaña.

En un acto dijo que cada uno debe responderse con sinceridad cómo estaba hasta 2015 y cómo está ahora. Puede parecer un argumento simplista y contradictorio, pero en la Argentina de hoy resulta de una enorme efectividad.

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