El ministro Kicillof ha acusado a los medios de infundir temor en el público

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El plan Kicillof se agota justo al final de la campaña electoral

El boom consumista nunca llegó a materializarse, mientras la inflación vuelve a subir
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05 de agosto de 2015 a las 05:00
Axel Kicillof se está asegurando un lugar destacado en la rica historia de los ministros de economía de Argentina con planes que empezaron bien y terminaron en un ruidoso fracaso.

Es que la famosa estrategia de alinear los indicadores económicos como para que, a esta altura del año, hubiera un boom consumista y reactivación de la actividad en medio de un clima de estabilidad de precios y "pax cambiaria" está saliendo absolutamente al revés de lo previsto.

Es cierto que su plan no fue el de peores resultados, si se lo compara con otros grandes fracasos de la historia reciente, pero posiblemente nadie como Kicillof haya tenido tan mal "timing" desde el punto de vista político.

Porque lo que la presidenta Cristina Fernández le había pedido a su funcionario favorito era que cumpliera con los mandatos de todo gobierno que se enfrenta a una elección. Es decir, dólar bajo y estable, boom consumista, evitar focos de desempleo y mantener la inflación en tendencia decreciente.

Para conseguir estos objetivos, se echaría mano a todas las herramientas disponibles, aunque implicaran el enfriamiento de algunas ramas de la economía o la transmisión de "bombas" fiscales, cambiarias y tarifarias al próximo presidente.

Naturalmente, el manejo de los tiempos formaba parte crucial del plan. El máximo bienestar debía ocurrir en el tercer trimestre, coincidiendo con el momento definitorio del calendario electoral.

Fue así que se produjo un alargamiento de las paritarias, de manera que los ajustes nominales de salarios se dieran con cuotas entre junio y agosto. En medio, el aguinaldo haría su contribución a la mejora en el poder adquisitivo.

Hubo consultores, como Artemio López, que llegaron a pronosticar un triunfo kirchnerista en primera vuelta, sobre la base de un "efecto bienestar, producto del crecimiento diferencial del tercer trimestre".

Para López –el más connotado politólogo cercano el kirchnerismo–, lo que ocurriría para este momento del año sería un fuerte incremento de ingresos sobre el 50% de la población con menores ingresos, donde el Frente Para la Victoria tiene su base de votantes.

Pero lo cierto es que hoy, tres meses después de ese pronóstico, y con las PASO ya a la vista, todo parece haber fallado.

El consumo sigue estancado, la industria en caída, hay focos de desempleo, la inflación repuntó en julio y, por supuesto, el dólar volvió a convertirse en protagonista estelar de la campaña.

¿Qué falló?

A primera vista, puede sorprender que el "plan Kicillof" haya salido tan mal.

De hecho, hasta los economistas más críticos del "modelo K" dejaban entrever cierta admiración por la manera en que el ministro había planificado las cosas. Como Miguel Ángel Broda, por ejemplo, que calificó de "astuto y perverso" al plan, porque generaría una sensación de bienestar en el corto plazo para pasarle la "bomba" a la siguiente administración.

Sin embargo, el panorama se deterioró mucho más rápidamente de lo previsto, y el boom consumista nunca llegó a ser tal.

Ya en pleno agosto, todos los asalariados recibieron al menos una cuota de aumento salarial –algunos gremios que firmaron temprano van por la segunda– y todo el mundo recibió su medio aguinaldo.

Es decir, falta de pesos en la calle no es el problema. Sobre todo si se tiene en cuenta que, además, se recurrió al gasto público para "lubricar" la maquinaria del consumo.

Los economistas están alarmados por el hecho de que este gasto sea financiado, sobre todo, por la "maquinita" del Banco Central, que ya llevó la expansión monetaria a una velocidad crucero de 36% anual.

Todo indica que lo que no entró en los cálculos de Kicillof fue que, con más pesos en el bolsillo, los argentinos no necesariamente generan un incremento de inversión y consumo.

Más bien, lo que está ocurriendo es que tratan de sacarse el dinero de encima lo más rápido posible, generando el fenómeno conocido como "aumento en la velocidad de circulación". Es algo a lo que los economistas le temen, porque está en el origen de todas las estampidas inflacionarias.

Por lo pronto, los datos de la inflación de julio son preocupantes. La medición de la consultora Elypsis indica que el último mes los precios crecieron 2,1%, con lo que quebraron la tendencia descendente del primer semestre, y se ubicaron muy por encima del 1,5% de junio.

Pero ni siquiera quedó el consuelo de que el repunte inflacionario se dio en coincidencia con un mayor consumo.

Una investigación de la consultora CCR cuantificó en 1,5% la caída de ventas en supermercados –en términos de volumen– en junio respecto del mismo mes del año pasado. Si se compara contra el nivel de hace dos años, entonces la caída acumulada es de 5,2%.

Estanflación y nervios

Pero todo esto no es lo peor. Porque además, en abierta contradicción con el discurso "industrialista" del kirchnerismo, se produjo la caída consecutiva número 23 en la producción industrial.

El fracaso se hace evidente en los nervios de los funcionarios, cuyas declaraciones suelen transmitir más preocupación que tranquilidad. El propio Kicillof acusó a los medios de infundir temor en el público.

"Cuando la gente se asusta, no invierte. Si era mentira eso por lo que se asustó, capaz que no invierte igual. La inversión es muy volátil. Si la gente piensa que va a haber devaluación, atraso cambiario, escucha que el dólar blue se fue, no invierte".

En definitiva, lo que se desprende de sus palabras es una admisión de fracaso: acepta que la economía está más fría de lo que se esperaba y que las expectativas de los actores económicos (tanto empresarios como consumidores) no dan señales de reacción.

Aun con este cuadro, las posibilidades de un triunfo electoral del oficialismo siguen firmes. Es cierto que se ha evitado el escenario de desastre y, sobre todo, que el público teme a un ajuste brusco en caso de que triunfe la oposición.

De todas maneras, sea cual sea el resultado de las PASO, algo quedó muy claro. El plan Kicillof no solo no ayudó sino que jugó en contra.

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