Esta foto fue tomada en diciembre de 2003 y muestra a Fidel con su hermano Raúl

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El poder viudo

La historia del líder de la revolución cubana
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26 de noviembre de 2016 a las 05:00

Por Andrés Alsina
Especial para El Observador


"El poder; lo demás es ilusión", supo establecer Lenin, y Fidel Castro hizo de ese criterio el que caracterizaría su vida. Revolucionario, dictador, converso de demócrata radical a marxista leninista hasta el último día de su vida tal como anunció en diciembre 1961, subversivo al promover la exportación de su revolución al resto del continente durante dos décadas, político de fuste, autócrata, jefe carismático y definición misma de una variante del populismo, orador de largo aliento y timbre didáctico, figura icónica para la izquierda latinoamericana y mucho más. Todo eso, pero esencialmente un hombre que tenía al Estado en la cabeza y en el puño. No en vano el Estado es definido por el marxismo como el instrumento represivo por excelencia. Y eso fue Fidel: un estadista que supo conservar el poder hasta el final.

Mantuvo el poder pese a delegar funciones en julio de 2006 para ser sometido a intervenciones quirúrgicas intestinales de afecciones que, pese a las muchas versiones, no eran cancerosas según declaró en noviembre de 2008 el oncólogo español José Luis García Sabrido que lo operó una o más veces. Ese año, en febrero, había anunciado que no aspiraba ni aceptaría ser reelecto como presidente del Consejo de Estado y comandante en Jefe, tras 49 años. Podrían ser 51: el mando militar ('comandante jefe', luego 'comandante en jefe') se lo atribuía Fidel Castro en verdad desde el desembarco del Granma que inició su marcha hacia el poder, en diciembre 1956; lo tomaría el 1º de enero de 1959. El poder 'nace del fusil', dijera Mao, y casualmente la etimología de su nombre y apellido es "fiel a lo castrense".

fidel castro
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Fidel Castro dejó los cargos ejecutivos pero sí se volvió a postular a la banca como diputado de la Asamblea Popular que ocupaba desde 1976 y pasó a desarrollar un perfil de estadista con acento en el escenario internacional. Desde su nueva posición y en base sólo a su liderazgo indiscutible, se dedicó a crear espacio para que su hermano Raúl pudiera poner en marcha "reformas necesarias frente a lo que seguramente encontrará resistencias de los comunistas ortodoxos dentro del partido y la burocracia", definió en 2010. Para medir la longevidad de su poder, deberían entonces sumarse los años del 2008 a la fecha, pero de cualquier modo que se saque la cuenta, es la persona que más ha estado en el poder en la época moderna. Más que los 27 de Mao, que los 33 de Stalin, que los 46 del iniciador de esa dinastía tiránica asentada en Norcorea, Kim Il Sung.

Su logro fue también su debilidad, pues el statu quo necesario al poder tal como lo ejerció impidió que Cuba se diera una economía auto sustentable. Sus admirados vietnamitas supieron recibir toda la ayuda posible de la URSS y de China, entre otros, pero mantenían el principio de "basarse en las propias fuerzas". La dependencia cubana de EEUU, de donde se importaba casi todo y al que sirvió como casino y prostíbulo hasta 1959, fue reemplazada por una dependencia creciente de la URSS a partir de febrero 1960. La masiva importación de petróleo en términos meramente formales de intercambio se justificaba con la carencia de petróleo propio. Pero cuando la URSS implosionó, el paisaje cubano empezó a mostrar la monotonía del oscilar de las bombas con forma de martillo extrayendo petróleo, que de ser negado pasó a existir. Y dado el notorio desarrollo de la educación en Cuba, la industria turística que desarrollaron como alternativa económica a partir de aceptar el capitalismo de españoles e italianos tuvo el atractivo de una prostitución con alto grado académico y casinos para extranjeros. En 1995, en esa isla tan fértil en la que se escupe una semilla y crece un árbol, se debía importar yerba buena, la hoja de menta para el Mojito, el cóctel clásico cubano. El Estado aceptaba que sus trabajadores robaran (habanos, por ejemplo) para venderle a los turistas y así sobrevivir en una economía disfuncional. El regreso a la salida del trabajo era una visible penuria para los cubanos, y los coches de la nomenklatura cubana, promovida para sostener ese poder y cebada en notoriamente ricos y exclusivos beneficios, pasaban raudos sin que nadie se molestase siquiera en hacer dedo. Los tiempos del estímulo moral por sobre el material, del entusiasmo revolucionario y la solidaridad y el trabajo voluntario eran ya el pasado.

Fidel Castro Coca Cola
El líder cubano fue captado por la revista Life en el momento donde disfrutaba de una Coca Cola.
El líder cubano fue captado por la revista Life en el momento donde disfrutaba de una Coca Cola.


Para 2010, Fidel Castro invitó a un periodista de la revista The Atlantic, Jefrey Goldberg; quería decir cosas importantes sobre el desastre de un Estado enorme que se tragaba todo y reproducía una burocracia improductiva. ¿Es el modelo cubano algo que todavía vale la pena exportar? "El modelo cubano ni siquiera funciona ya para nosotros", fue la respuesta de Fidel.

La parábola del ascenso, apogeo y declinación de este proceso es única, tiene a Fidel Castro como causa y consecuencia y sin él, la historia del último medio siglo hubiese sido otra, por supuesto que para Cuba pero también para el resto de América latina. La rápida radicalización de la revolución cubana fue un hecho a los 10 meses de tomado el poder, y EEUU reaccionó a esa revolución que supo apoyar en sus inicios y cada vez más comunista, a sólo las tan mentadas 90 millas de su costa (167 km) con una mezcla de sobre y sub valoración, torpeza y condicionamiento por la presión del lobby cubano anticastrista instalado en su territorio y también por el creciente peso electoral del voto latino. Desde finales de octubre de 1959 el presidente estadounidense Dwight Eisenhower estableció el embargo comercial a Cuba: a lo largo de esta historia el bloqueo sirvió curiosamente a ambas partes como justificación de sus respectivas tesituras políticas. Además, Eisenhower aprobó acciones encubiertas contra Cuba, incluyendo ataques piratas aéreos y navales, promoción y apoyo directo a las organizaciones contrarrevolucionarias dentro de Cuba y el objetivo de asesinar a Castro. En esa presidencia se hicieron 38 intentos, según la inteligencia cubana; durante 9 presidencias de EEUU, incluyendo 19 intentos durante Clinton, se sumaron 638, según se contabilizó en 2007.

En abril de 1961, EEUU cometió la torpeza de intentar una invasión de Cuba a través de 1.500 exiliados y mercenarios a los que no dio el apoyo aéreo suficiente, procurando esconder la mano que tiró la piedra. Su fracaso en tres días, con Fidel al frente de sus hombres, consolidó el rumbo que se le venía imprimiendo a la revolución cubana. El primer contacto de Castro con el continente había sido en abril y mayo de 1959, visitando EEUU y Venezuela. También se reunió con el presidente Arturo Frondizi en Argentina para alentar lo de independiente que pudiera contener su política desarrollista y visitó Uruguay, cuya posición geográfica consideraba estratégica; el 5 de mayo habló en la explanada de la IMM tras recorrer la inundación que sufría el país junto al general Líber Seregni, a cargo de la emergencia; volvería en 1995 en visita oficial. Para enero de 1962, la reunión de la OEA en Punta del Este destinada a expulsar a Cuba de su seno se convirtió en el escenario para la presentación particularmente ante la izquierda latinoamericana de Ernesto Ché Guevara. Cuba estaba siendo aislada (sólo México, de todo el continente, conservaría las relaciones diplomáticas con la isla), y la izquierda mundial pero particularmente la continental era el interlocutor natural de Cuba, que pasó a ser "El faro de América".

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El castrismo no fue un conjunto de proposiciones ideológicas y teóricas que integraran el cuerpo orgánico de un modelo de revolución socialista. Los aspectos relevantes de la personalidad de Castro no están reflejados por su obra teórica ni en su doctrina, que no existen, sino en sus capacidades políticas particulares. Su trayecto en dos años desde las posiciones democráticas aunque radicales con las que tomó el poder hacia un marxismo leninismo declarado en diciembre de 1961 mostraron peculiaridades que hicieron a la esencia de Castro y por lo tanto del castrismo: pragmatismo, empirismo, eclecticismo y populismo. El personaje tenía todas las características del líder carismático que definió el alemán Max Weber, padre de la sociología: gozaba de un reconocimiento espontáneo como líder y obtenía de forma natural un consenso sobre sus cualidades extraordinarias de jefe. Uno de sus importantes recursos, propio del populismo, estaba en la comunicación directa entre el líder y la masa en un estilo oratorio tenso, apasionado y rigurosamente didáctico, que explicaba el mundo y procuraba la persuasión en larguísimos discursos. (Es sabido que cuando estudiaba --se recibió de abogado en Derecho Civil y Diplomacia- su forma de asimilar conocimientos era incorporarlos a un interminable discurso que improvisaba, y como estudiaba por la noche, sus vecinos le gritaban "cállate ya, Fidel".) No hubo en Castro y el castrismo un culto a la personalidad: supo prohibir (pues autócrata era) que existieran estatuas suyas en Cuba, y no hay calles ni edificios ni localidades con su nombre. Sí imprimieron el perfil de su busto en el anverso del peso cubano en una emisión conmemorativa del 40 aniversario del asalto al Moncada, en julio de 1953.

La orientación socialista de Castro, según el filósofo francés Regis Debray (que supo acompañar al Ché a Bolivia) fue encontrada en el camino de una acción revolucionaria empírica y consecuente. Lo cierto es que este althusseriano, como antes Jean Paul Sartre, no logró sintetizar un cuerpo teórico de esa revolución cubana, explicable sólo por la figura de Fidel Castro. Esto es lo que impidió, en definitiva, replicar el modelo en el resto del continente y hoy plantea interrogantes de fondo sobre su sucesión, más allá de nombres y expresiones de deseos. En todo caso, el castrismo surgió en el marco de la crisis profunda del Estado-guía (o sea, el Estado de los países socialistas a ser disuelto tras la transición en la que se consolidaría la dictadura del proletariado), y en consecuencia, hubo crisis en las relaciones "tradicionales" entre los partidos comunistas y, en general, en los alineamientos en la izquierda tradicional. Su expresión más notoria fue el cisma sino-soviético de 1962.

En América latina, en esa época, se inquietaba una clase media castigada por la crisis económica y su juventud estaba abierta a la radicalización. Ella encontró una alternativa a la molicie moscovita del Partido Comunista en el jacobinismo de Fidel y en su vía guerrillera al poder. Para la izquierda no comunista, la vía armada era una opción con posibilidades de éxito según lo demostrado por Cuba al no demandar un partido revolucionario hecho y derecho, como el comunista, que según las categorías marxista-leninistas, era el instrumento obligado para crear las condiciones subjetivas y así catalizar las alegadas condiciones revolucionarias objetivas que presentaba la situación social.

En consecuencia, auspiciar la guerra de guerrillas en el continente fue para el castrismo la forma de romper el aislamiento y fue su política el entrenamiento militar y apoyo a formaciones políticas en un amplio marco de matices ideológicos. El encargado era el titular del departamento para América latina del Comité Central del Partido Comunista Cubano y jefe de la inteligencia cubana Manuel Piñeyro, conocido como Comandante Barbarroja aunque Fidel le decía Gallego. Y la visita de Castro al contingente de turno en el entrenamiento era una clara señal de la relevancia que se le daba en particular a ese grupo. Esa política, que no era exclusiva para el continente y que tenía acciones importantes en Asia y particularmente en Africa, dio lugar en enero de 1966 a la creación de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, Ospaaal, y a la primera y única Conferencia Tricontinental en La Habana "en abierto desafío al imperialismo, el neocolonialismo y a los remanentes del colonialismo". En ese escenario pronunció el Ché la consigna de crear "dos, tres, muchos Vietnam", y el secretario general del Partido Comunista uruguayo y figura fundamental del comunismo latinoamericano Rodney Arismendi definió una posición contraria cruzándose de brazos a la hora de aplaudir.

Ese fue el punto máximo de la aspiración del castrismo de ser materia de exportación. La Tricontinental se redujo a una revista trimestral que se editó mientras hubo dinero, o sea hasta la implosión de la URSS, que se distribuía en 87 países y llegó a tener 100.000 suscriptores. Traía un poster encartado que era habitual encontrar en las paredes de centros estudiantiles. En 1990, izquierdistas italianos tomaron a su cargo la edición de la revista. El papel terminó albergando todo el internacionalismo armado castrista.

Los comunistas sólo reivindicaron la figura del Ché muchos años después de su muerte en Bolivia en octubre 1967, cuando ya no tenía implicancias pro guerrilleras. Los años de plomo desarmaron a la izquierda en el continente, y Castro quedó sin recursos y sin interlocutores para el internacionalismo hasta el derrocamiento de Somoza en Nicaragua en julio de 1979, que pasó a apoyar con un internacionalismo en forma del envío de contingentes de médicos y otros profesionales (incluyendo asesores militares) que pudieran ser útiles; política que Cuba mantiene y no sólo en este continente.

Con el triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela en diciembre de 1998, Cuba desarrolló esta política de solidaridad al máximo y la reciprocidad venezolana significó un claro alivio para la estragada economía cubana. En vida de Chávez, Fidel alentó sus aspiraciones de ser su heredero en el lugar que dejaría su figura, no se sabe con qué grado de convicción puesto que el comandante venezolano estaba muy lejos de dar la talla. Mientras tanto, y también tras la muerte de Chávez, Fidel apoyaba el reordenamiento de filas aspirando a obtener la supervivencia de su régimen cambiando algo para no cambiarlo todo. En esencia, tenía el drama tan humano que dio origen entre tantos símbolos, a las pirámides; la posibilidad de determinar la propia trascendencia; el tener poder más allá de la muerte.


Su formación

La formación personal y política de Fidel Castro no tuvo mentores sino sólo circunstancias que adobó su propia resolución. Se crió junto a los trabajadores de la entonces pobre finca de caña de su padre, el inmigrante gallego Ángel Castro, donde nació el 13 de agosto de 1926, hijo natural de Lina Ruz y tercero de siete hermanos de esa pareja, que recién lograría casarse años después, cuando la primera esposa del padre accediera al divorcio, en 1940. Esa situación puede haberlo influenciado en la profundamente religiosa Perla del Caribe, y algo a superar cuando —su familia ya próspera— la clase adinerada cubana le abrió las puertas de sus fiestas de sociedad a aquel joven alto, tez blanca, pelo claro y bien parecido. Su finca, que superaba las 420 hectáreas que la ley de reforma agraria promulgada por Castro en mayo de 1959 estableció como límite, fue simbólicamente la primera que expropió.

La pobreza dominó empero su infancia. Empezó la escuela a los 4 años y su exuberante talento convenció a sus padres del hacer el esfuerzo y mandarlo a estudiar a un colegio católico, el de los Hermanos de La Salle. A los 12 años tuvo un enfrentamiento con una autoridad del colegio y se pasó a un colegio jesuita, el de Dolores. Ese año escribió una carta al presidente de EEUU Franklin Delano Roosevelt que aparentemente éste contestó. Con 15, tal vez 16 años, tomó él la decisión de cambiarse de colegio, al también jesuita de Belén, en La Habana. Egresó de allí en 1944, graduado con honores en letras y como el mejor atleta. El anuario del colegio consignó a su respecto: "No dudamos que llenará con páginas brillantes el libro de su vida. Fidel tiene madera y no faltará el artista".

Fidel Castro
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En sus propias palabras, Fidel ingresó a la Universidad de La Habana "sin cultura política alguna, ni en el orden económico, ni social, ni ideológico. Las ideas políticas no me las inculcó nadie". Las forjó "a través de experiencias, razonamientos y sentimientos". En segundo año de la carrera de Derecho (se recibiría de abogado en dos ramas, Derecho Civil y Diplomático), se definió "contra la explotación capitalista neocolonial y la oligarquía dominante" y planteó que la lucha debía ser "entre explotados y explotadores". Su actividad le valió la primera amenaza de muerte de su vida, de la Federación Estudiantil Universitaria afín al gobierno, y el 16 de julio de 1947 su discurso ante la alternativa Asamblea Constituyente Estudiantil que se estaba formando salió en primera página de varios diarios. Era ya un apasionado antimperialista y demócrata radical. Se unió a los comités pro independencia de Puerto Rico y hasta fundó uno, y también participó de uno antidictatorial de República Dominicana, en ese entonces bajo la férula de Rafael Trujillo. Era evidente que procuraba la conjunción regional de fuerzas opositoras.

Inició con este último grupo un entrenamiento militar, en el que ascendió rápidamente de responsabilidades, con el propósito de invadir República Dominicana; el intento fue descubierto y antes de que el barco que los llevaba, llamado con romanticismo Aurora, fuese capturado, se tiró al agua y escapó nadando; fue un oportuno uso de sus condiciones atléticas. Luego se abocó a la formación de una Federación de Estudiantes Latinoamericanos, cuya primera reunión debía cerrar el candidato presidencial colombiano Jorge Eléicer Gaitán. Dos horas antes de entrevistarlo, el 9 de abril de 1948, asesinaron a Gaitán y se desataron los formidables disturbios que pasarían a la historia como el Bogotazo. Así, Fidel incorporó a su acervo el conocimiento directo de la insurrección como posibilidad política, y la tendría en cuenta tanto en sus planteos de una revuelta urbana a partir del intento de toma del Moncada como luego en el desarrollo de la guerrilla rural.

En Cuba, el proceso electoral en 1952 era juzgado por EEUU contrario a sus intereses, y en consecuencia promovió o apoyó el golpe de Estado del sargento Fulgencio Batista. Congruente con su trayectoria política hasta entonces, Castro consideró agotadas las posibilidades institucionales de oposición y fundó una organización clandestina, El Movimiento, que en un año logró 1.200 afiliados distribuidos en células. De allí seleccionó a algo más de un centenar que entrenó militarmente para tomar el segundo cuartel en importancia del país, el Guillermón Moncada, y también el cuartel de Bayamo, el 26 de julio de 1953. Su plan político era ambicioso: en la región, Santiago de Cuba, dominaba una opinión opuesta a la dictadura y se esperaba apoyo popular insurreccional con gente armada en su seno tras una convocatoria radial que no llegó a hacerse; los atacantes, disfrazados de militares querían mimetizarse con la histórica Rebelión de los Sargentos (movimiento que en 1933 derrocó al presidente Gerardo Machado), y la intención era dividir a las Fuerzas Armadas, esperanzados en la rápida adhesión de la Marina. Fracasaron. Con contadas bajas en la intentona, afirmó el castrismo que entre 70 y 80 rebeldes fueron vejados, torturados y o asesinados; sólo algunos, entre ellos Fidel Castro, fueron llevados a la justicia.

Castro fue juzgado, tras ser declarado enfermo para justificar que no asistiese a las audiencias, en un cuarto de hospital. Él fue su propio defensor, y su alegato, que se bautizó por su frase final (Condenadme, no importa. "La historia me absolverá") es en esencia el programa político del exitoso intento revolucionario que haría desde el medio rural tres años y medio después. Una versión oficial de ese alegato fue oportunamente publicada por el diario oficial Granma (http://www.granma.cubaweb.cu/marti-moncada/jm01.html) pero es de dudoso rigor histórico: tiene 125.143 palabras, que dichas al ritmo de declamación normal, de 30 palabras por minuto, hubiera insumido 70 horas. La historia absolverá o no, pero es perfectible.

Condenado a 15 años, fue liberado a los 22 meses por una amnistía auspiciada por la Iglesia Católica cubana; mal le pagaría Fidel Castro a quienes no sólo lo formaron desde la enseñanza sino que también auspiciaron su excarcelación; luego el castrismo vendría a precisar de la Iglesia y gestionaría su colaboración. Con el desastroso desembarco del yate Granma da comienzo la verdadera gesta que en dos años logra triunfar con un programa estrictamente democrático. Se desembarcó en las costas orientales de Cuba en diciembre de 1956 y era esperado por las tropas de Batista, que mató a 70 expedicionarios; los restantes 12 se internaron en la sierra, y ya en el primer reagrupamiento Fidel Castro dio un discurso a los sobrevivientes proclamando la cercanía del triunfo. El apoyo de EEUU a esta empresa nunca fue detallado pero se da por cierto: es muy posible que la creyera una mera revuelta caribeña. La CIA tenía infiltrado al propio Fidel Castro habiendo captado a su hermana Juanita desde 1958, tal como ella reveló al exiliarse seis años después, y no hizo intento alguno de asesinarlo en esas condiciones propicias a la conjura.

Castro tuvo como mejor amigo desde 1945 a Rafael Díaz-Balart, que también fue su cuñado: Fidel se casó con su hermana y en 1949 tuvo con ella a su primer hijo, Fidel. Su alejamiento del predicamento democrático a poco del triunfo revolucionario convirtió a Díaz-Balart en su acendrado enemigo. Lo mismo sucedió con el comandante Huber Matos, de destacada actuación en la lucha revolucionaria, quien mandó dos cartas de renuncia a Castro por el giro hacia el comunismo que estaba teniendo el gobierno. Es arrestado en octubre de 1959, juzgado y condenado a veinte años de cárcel, que cumplió hasta el último día; luego daría testimonio de haber sufrido "torturas extremas" durante su prisión. No fue fusilado, como pedían el Ché y Raúl Castro porque, dijo Fidel, "no lo quiero convertir en mártir". El 2 de diciembre de 1961, en un mensaje televisado en cadena nacional Fidel anunció: "Con entera satisfacción y con entera confianza soy marxista-leninista y seré marxista-leninista hasta el último día de mi vida".

Relaciones con la Iglesia Católica

De familia y educación religiosa en un país fuertemente católico, Fidel Castro aceptó la amnistía auspiciada por la Iglesia Católica cubana para los insurrectos del Moncada, pero la historia oficial no reconoció el hecho. La rápida radicalización de la revolución triunfante no habilitó y más bien tendió a excluir la participación de la Iglesia en el proceso social. Un mes después de proclamarse marxista leninista para el resto de su vida, en diciembre de 1961, Fidel Castro fue excomulgado por el Papa Juan XXIII en aplicación del decreto de 1949 de Pío XII que estableció esa pena para los católicos que difundieran el comunismo o apoyaran a gobiernos comunistas.

El Vaticano, que si algo sabe es esperar, vio cambiar las condiciones de Cuba tras la caída de la URSS en 1991 y el recrudecimiento del embargo de EEUU al año siguiente. Se estableció en Cuba un llamado "período especial", expresión vacua que justificaba la violenta depresión económica, con una reducción del PBI del 36% entre 1990-93. La importación de petróleo se redujo a un 10%, y se realizaron urgentes reformas en la agricultura y cambios en general en los modelos de producción, que ahora necesitaban ser eficientes. La población fue claramente afectada por una natural disminución del transporte automotor y por reacondicionamientos en la industria, la salud y el racionamiento.

En ese marco, el castrismo apeló al capitalismo, si bien en forma gradual. Permitió en forma creciente pequeños emprendimientos privados y abrió las puertas al turismo de mano de capitales italianos y españoles, cuyos gobiernos no adherían al embargo de EEUU. También apeló al Vaticano, en términos que no trascendieron. Lo cierto es que el excomulgado marxista leninista recibió en enero de 1998 al Papa Juan Pablo II en La Habana. La Iglesia pasó a ser un interlocutor del gobierno.

Viajes del papa Juan Pablo II
Visita a Cuba, junto a Fidel Castro
Visita a Cuba, junto a Fidel Castro


La ola represiva que detuvo a 75 disidentes en octubre de 2003 y los condenó a penas de hasta 28 años, bautizada Primavera Negra, dio lugar en ese contexto a la aparición de las Damas de Blanco. Este grupo pacífico de mujeres desfila cada domingo hasta la iglesia de Santa Rita, en el barrio habanero de Miramar. Luego de misa desfilan en silencio por la Quinta Avenida y otras calles, portando las fotos de sus seres queridos y los años de sus condenas. Han sido agredidas sucesivamente por lo que los medios de prensa internos consideran como el pueblo enardecido, pero también han recibido apoyo internacional, como el premio Sajarov a la libertad de conciencia dado por el Parlamento Europeo. En marzo de 2010 figuras del espectáculo desfilaron en su apoyo en Miami, considerándolas "verdaderas heroínas de nuestro tiempo, estandartes de la valentía femenina y víctimas de la represión y la violación de los derechos humanos en Cuba". En mayo de 2010, tras conversaciones entre representantes de la Iglesia Católica en Cuba y el propio Castro, las Damas de Blanco han podido desfilar sin interrupciones ni agresiones del "pueblo enardecido".

La familia

De la vida privada de Fidel Castro simplemente no se habla en Cuba; hacerlo implicaría un problema con la seguridad estatal. Es entendible que por razones de seguridad no se supiera durante mucho tiempo dónde dormía, dónde estaba, cuál era su agenda. Reconstruir la información sobre los integrantes de su familia no debería ser difícil, pero lo es.

Por lo que se sabe, su árbol genealógico bien podría haber inspirado el que Gabriel García Márquez le tejió a Aureliano Buendía, de tan enmarañado y frondoso. Se sabe que es el tercer hijo de su padre y su madre, tras Angelita (nacida en 1923) y Ramón (en 1924), y lo siguen Raúl (en 1931), Juanita (en 1933), Enma (en 1935) y Agustina (en 1938). También tiene tres medio hermanos. El padre de Fidel tuvo dos hijos en su primer matrimonio, Pedro Emilio y Lidia, ambos ya fallecidos, y entre los nacimientos de Fidel y Raúl el padre tuvo en 1930 otro hijo, Martín, con otra mujer.

A su vez, Castro deja al menos 11 hijos: Fidel (nacido en 1949) de su matrimonio con la hermana de su entonces mejor amigo Rafael Díaz-Balart, luego cinco con Dalia Soto del Valle: Alexis (en 1962), Alexander (en 1963), Antonio (en 1969), Alejandro (en 1971) y Ángel (en 1974). Su insistencia en bautizar con la primera letra del alfabeto tiene su explicación en que él mismo se cambió el segundo nombre apenas tuvo los 18 años de la mayoría legal: de Fidel Hipólito pasó a ser Fidel Alejandro Castro, en honor a su tan admirado Alejandro Magno.

A estos hijos se agregan tres que tuvo con dos mujeres en 1956, al salir de la cárcel y antes de viajar a Mexico rumbo al Granma: Alina Fernández, con el apellido del esposo de su madre, Natalia Revuelta, Francisca Puppo, a la que no reconoció aunque se da por buena su paternidad, y José Ángel Castro Laborde, hijo de María Laborde. Versiones que los castrólogos estiman confiables le adjudican otro, de madre y fecha de nacimiento imprecisos, al que no pudo bautizar Alejandro porque ya tenía un hijo con ese nombre y aceptó ponerle Ciro. La periodista estadounidense Ann Louise Bardach le atribuye finalmente un onceavo hijo, de madre, nombre y fecha de nacimiento desconocidos, en su libro Without Fidel. Versiones sobre otros tres hijos son descartadas por falta de asidero.

Fuera de Cuba hay actualmente dos hermanas y dos hijas de Fidel, y dentro y fuera de la isla un número de fecundidad tropical de sobrinos, nietos y parientes políticos, cuya reconstrucción es ya tarea filatélica.

La crisis de los misiles

Kарибский кризис

(Crisis caribeña, en ruso)


Fidel le mostraba fotografías suyas al periodista estadounidense Jeffrey Goldberg, y en una tenía una expresión fiera: "Así me veía cuando estaba enojado con Khruschev", le explicó. Eso había sido más de medio siglo atrás, al final de la Crisis de octubre, trece días de 1962 en los que el mundo estuvo más cerca que nunca de una guerra nuclear; más cerca todavía que en la crisis de Berlin, en 1961.

Eso fue en una entrevista de largas horas entre agosto y setiembre de 2010, cuando Fidel dijo pensar distinto a entonces y también cuando empezaba a lanzar su imagen de estadista preocupado por el mundo todo. En 2010 enviaba un mensaje público al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, recomendándole abandonar su arsenal nuclear como única forma de lograr la paz. Y otro al presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, criticándolo por negar el Holocausto y recomendándole servir mejor a la causa de la paz reconociendo la historia "única" del antisemitismo y tratando de entender el temor israelí en defensa de su propia existencia. También a Obama: "Los hombres piensan que se pueden controlar a sí mismos pero Obama puede sobre reaccionar y desatar una escalada que desemboque en la guerra nuclear".

Las razones de su enojo con el premier soviético Khruschev eran varias y fundamentalmente que no había llegado a la guerra nuclear con EEUU en los trece días de enfrentamiento en octubre de 1962; por algo Khruschev se había negado a entregarle a Fidel el gatillo nuclear. Según cuenta Fidel en la película documental Comandante, él pedía el uso de armamento nuclear en caso de invasión a Cuba de los EE.UU. En verdad, se documentó, Castro tenía fuertes expectativas de que EEUU invadiera Cuba a raíz de la instalación en la isla de misiles nucleares. En el momento crítico de la crisis de octubre, Castro le recomendó por escrito a Khruschev que considerara el lanzamiento de un ataque nuclear contra EEUU: "Eso liquidaría para siempre ese peligro (el de una guerra nuclear) a través del ejercicio del derecho a la legítima defensa".

En ese momento, Ché Guevara estaba en la sierra, preparando la resistencia que seguiría al ataque nuclear a la isla. "La agresión directa a Cuba significaría la guerra nuclear. Los estadounidenses hablan de esa agresión como si no supieran o no quisieran aceptar ese hecho. No tengo duda alguna de que perderían esa guerra", se preocupó en declarar en un momento. Castro avanzó en su radicalismo en el día 12 de los 13 de la crisis, el 26 de octubre de 1962, con un telegrama a Khruschev que abogaba por un ataque nuclear preventivo contra EEUU. "En determinado punto de la crisis, usted recomendó a los soviéticos que bombardearan EEUU. Esa recomendación, ¿le sigue pareciendo lógica?, le preguntó Goldberg en 2010. "Luego de ver lo que he visto, respondió Fidel, y sabiendo lo que sé ahora, no valía la pena". Que no se haya seguido su recomendación, que no haya habido guerra nuclear, le permitió pensar distinto. Fidel Castro era así.

Misiles


La crisis de octubre de 1962, del Caribe o de los misiles, fue provocada por la instalación soviética de misiles de mediano alcance con cabeza nuclear en Cuba, que podían alcanzar desde el norte de Canadá a Perú con una capacidad de 80 veces la de cualquiera de las dos bombas tiradas por EEUU sobre Japón en agosto de 1945. Y consistió en su detección por parte de EEUU y la muy dificultosa negociación de 13 días, a partir del domingo 14, que llevó a su desarticulación. Los tres estadistas involucrados, John F. Kennedy, Nikita Khruschev y Fidel Castro salieron a la vez triunfantes y derrotados de la confrontación, en un juicio que la historia no termina de hacer.

A cambio de la retirada de los misiles SS-4, Fidel Castro obtuvo el compromiso de EEUU de que no invadiría Cuba ni auspiciaría su invasión desde otros territorios, pero no los cinco puntos que demandaba: el fin del bloqueo, el fin de los ataques piratas, el fin de la guerra sucia, el fin de los planes subversivos y la retirada estadounidense de la Base Naval de Guantánamo. Kennedy obtuvo la reversión de una amenaza que según su asesor Robert McNamara, no cambiaba la relación estratégica de poder. EEUU tenía en total 5.000 cabezas nucleares y la URSS 300; que tuviera 340 no hacía diferencia. Esto no consideraba qué territorios serían arrasados por el invierno nuclear y el razonamiento llevaba a no hacer nada; posición peculiar para un halcón: De las otras cinco opciones consideradas, las dos variantes de invasión de Cuba eran de dudosa eficacia en el imprescindible corto plazo y se estimaba provocarían represalias en Berlín. En ese razonamiento, Kennedy rechazó la recomendación unánime de su junta de comandantes en jefe de un ataque masivo por aire y tierra a Cuba, e inició las negociaciones, apoyadas en un bloqueo naval de la isla.

El general de la Fuerza Aérea Curtis LeMay le expresó a su presidente que la resolución de la crisis cubana era "la peor derrota de nuestra historia": abogó por una invasión inmediata a Cuba aún después que los misiles fuesen retirados. Un cuarto de siglo después seguía pensando que no sólo podrían haber logrado "la salida de los misiles de Cuba sino también la de los comunistas", pero a la hora de la decisión estaba en una posición minoritaria. Le había presentado a Kennedy un plan de invasión de Cuba ya en setiembre 1962, antes de la crisis. En cuanto a Khruschev, obtuvo el acuerdo secreto de la retirada de los misiles nucleares Júpiter de EEUU de sus bases en Italia y Turquía, lo que sucedería en discreción en abril 1963. Pero EEUU ya estaba considerando reemplazar esos misiles, cosa que trascendió. Dos años después, Khruschev fue removido de sus responsabilidades porque la dirigencia soviética consideró que el resultado de la crisis de los misiles era "un golpe al prestigio de la URSS que bordeaba la humillación", según el legendario embajador soviético en Washington Anatoli Dobrynin durante el período de seis presidentes estadounidenses, de 1962 a 1986.

En lo que hace a Fidel Castro, el desenlace de la crisis amargó por el resto del tiempo sus relaciones con la URSS. Se sintió manipulado y dejado fuera del juego de confrontación mundial de la guerra fría, en cuya primera línea consideraba a Cuba, y muy posiblemente así haya sido. La historia oficial e incluso no oficial establecen que su liderazgo salió fortalecido al obtener garantías de que Cuba no sería invadida, pero él mismo se confiesa enojado por el resultado; es que conocía desde entonces información que sólo fue desclasificada en 2010.

Lo cierto es que en ese momento, 1962, los cohetes balísticos intercontinentales (ICBM) soviéticos eran sólo cuatro y podían alcanzar Alaska pero no al resto de los 48 estados continentales de EEUU ni a Washington. Por su parte, EEUU tenía 170 y construía más a toda marcha. La brecha en la capacidad misilística era tal que había sido tema de la campaña electoral de Kennedy. La situación era que EEUU tenía "una espléndida capacidad de tener la iniciativa" en el ataque a la URSS, al decir del primer ministro soviético. Eso llevó a Khruschev a emprender lo que se llama una operación de negativa y engaño; maskirovka en ruso, Denial and deception en inglés: básicamente consiste en reconocer los hechos pero asegurar que las intenciones son otras. Su objetivo primordial no era apoyar los propósitos políticos del castrismo, fueran estos promover la invasión o impedirla, sino cambiar la capacidad ofensiva soviética, colocando al borde de EEUU cohetes nucleares; seis plataformas de lanzamiento para los SS-4 Sandal, con un alcance de 2.000 kilómetros, y tres para misiles SS-5 Skean, con un alcance de 4.500 kilómetros en la primera etapa que se alcanzó, de un plan de 40 plataformas. Esos misiles de medio alcance eran los que la URSS tenía apuntando sobre Europa occidental, y eso ayudaría a equilibrar la situación entre ambos poderes.

Khruschev obtuvo apoyo para su plan en mayo 1962 y en julio hizo el acuerdo con Fidel Castro; sobre fines del verano boreal, comenzó la construcción de los silos en una compleja operación secreta, de la que la inteligencia de EEUU empezó a tener noticias en setiembre. El 14 de octubre, un avión espía U-2 obtiene 928 fotografías de esos trabajos de instalación, comienza la crisis, que es una muy tensa pulseada en la cual Fidel Castro tuvo poco y nada que ver, y en la que Khruschev consideraba que su contrincante Kennedy era "demasiado inteligente, demasiado culto, y a la hora de la verdad le faltará energía, tal como demostró en la crisis de Berlín el año anterior". A su hijo Serguei le dijo: "Con esto de los misiles en Cuba, los estadounidenses van a hacer lío y más lío, y al final van a ceder y los misiles quedarán ahí". Esa era su máxima aspiración, y equilibraría la capacidad de los misiles Júpiter instalados por OTAN en Italia y Turquía. Kennedy demostró mucho más temple que eso.

Durante el desarrollo de la crisis, de apasionante lectura desde la seguridad del tiempo transcurrido, hubo varias oportunidades en las que las armas atómicas estuvieron muy cerca de ser disparadas por situaciones imprevistas, y sólo la capacidad y el temple de los dos grandes actores de este drama, Khruschev y Kennedy, impidieron la guerra atómica. No Fidel. En la tarde del sábado 27, enviados de ambos mandatarios se reunieron en el restaurante chino Yenching Palace, en Cleveland Park, en las afueras de Washington. Cuba no estaba representada. Allí se hizo el acuerdo, y la primera experiencia de ambos con la doctrina ya enunciada de mutua destrucción asegurada (MAD) llevó a la instalación del teléfono rojo, una línea directa entre Moscú y Washington (La Habana no fue siquiera considerada), entre el presidente estadounidense y el premier soviético.

DDHH

Las debilidades del régimen castrista son, desde su primer año de vida, las propias de un régimen dictatorial que se justifica en una ideología socialista ajena a la evolución de esa sociedad agrícola, vista desde el marxismo o desde fuera de él, y que no logra otra legitimidad que la de la represión pese a prácticas democráticas de menor entidad en un régimen de partido único.

Los derechos humanos y su violación son en ese marco el frente cotidiano de enfrentamiento entre los partidarios y los contrarios al castrismo, pero además el asunto que vincula esa disputa política con las condiciones cotidianas de los isleños. En Cuba, los derechos humanos no son materia de la libertad de cada individuo sino de la libertad del Estado para reprimir o no, y así lo establecen sus leyes. Son una cuestión de seguridad del Estado, tal como la definió el castrismo y el propio Fidel Castro en varias entrevistas. Son además una cuestión fuertemente ideológica: dentro de Cuba, definen el dominio del aparato estatal sobre la población, y fuera de la isla, su apoyo o silenciamiento son el termómetro para el consenso con que puede contar en la opinión pública mundial.

Los grados y tipos de represión han variado a lo largo del prolongado régimen castrista, en consonancia con sus fortalezas y debilidades internas y su posicionamiento internacional. El estudio de esos ciclos está pendiente pero algunas etapas son claras. Tomado el poder, el castrismo fusiló a 550 personas de las cerca de mil consideradas criminales de guerra o con fuerte asociación al régimen derrocado de Fulgencio Batista; "las mandó al paredón" en los juicios revolucionarios de la Comisión Depuradora presidida por Ché Guevara. Esa Comisión volvería a actuar contra nuevos opositores que se levantaron en armas en la sierra de Escambray al año siguiente. El 11 de diciembre de 1964, Guevara justificó el procedimiento ante ONU: "Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado; fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba." En la cumbre del poder del castrismo, en los 1970, los fusilamientos disminuyeron marcadamente; claramente, el pleno dominio de la situación interna no los hacía necesarios.

Siguieron fusilando y Cuba mantiene al día de hoy la vigencia de la pena de muerte, con un número de ajusticiados que va desde centenares a millares según la fuente. Sin embargo, aquellos fusilamientos iniciales contaban con un fuerte apoyo, particularmente del pueblo cubano y de la izquierda latinoamericana, justificado en las transformaciones que se aceleraban en la sociedad: reforma agraria, reforma urbana, campaña de alfabetización, etc. La represión incluyó rápidamente la censura de prensa y expresión, la de la libertad de viaje, los presos políticos, y el contralor estricto de la población desde el poder del Estado. La emigración clandestina y su represión conoció momentos de masividad que marcan etapas: primero la de Camarioca, en 1965, en el momento en que el Partido Comunista Cubano consolida su poder con su primer congreso y se pierde toda expectativa de redemocratización. La emigración clandestina y las fugas continúan; la presión de la oposición desde Miami a favor de la emigración clandestina, con una favorable legislación de acogida de EEUU, era una propaganda excelente sobre el rechazo al régimen castrista. El estado cubano reaccionó propiciando la llamada emigración de Mariel, en 1980, con la apertura de cárceles y el auspicio de la fuga de delincuentes hacia el asilo político en los EEUU.

Pero fueron las muy malas condiciones económicas causadas por la disolución de la URSS que obligaron al llamado período especial lo que masificó la voluntad de emigrar. Entre 1989 y 1994, la nutrición de la población pasó de 2.845 kilocalorías por día a 1.863, un tercio menos, y menos que la recomendación internacional para el adulto de 2.300; se estimó (Office of Global Analysis, FAS, USDA (2008) Cuba's Food & Agriculture Situation Report) que niños y personas de edad avanzada recibían sólo 1.450 calorías por día. Según Franco, Manuel et ál. (2007) Impact of Energy Intake, Physical Activity, and Population-wide Weight Loss on Cardiovascular Disease and Diabetes Mortality in Cuba, 1980–2005 Oxford Journals Medicine American Journal of Epidemiology Volume 166, Issue 12 Pp. 1374-1380, cada cubano adulto perdió entre un 5% a un 25% de su peso corporal en el período 1990–1995.

Al parecer, esto influenció en la aparición de una epidemia de neuritis óptica, que alcanzó 56.800 afectados, y a un marcado aumento (Franco: fuente ya citada) de diabetes, enfermedades coronarias, accidentes cardiovasculares y otros. Se produjo un aumento del 60% en la tasa de mortalidad materna ocasionada por complicaciones obstétricas comunes y un 43% en la tasa de la mortalidad materna total. Pero la tasa de mortalidad infantil en Cuba fue atenuada por una disminución en la tasa de natalidad debido a la pobreza, aumento de abortos no oficiales, mayor distribución de anticonceptivos y un nivel de atención muy exclusivo del sistema de salud cubano a los lactantes. En cambio, la mortalidad entre los ancianos aumentó 20% entre 1982 y 1993. Los racionamientos eran extremos, al punto que Fidel Castro aprobó aceptar donaciones norteamericanas de alimentos, medicinas y dinero en efectivo. En cambio, la caída de la URSS y con ella la del modelo socialista, se reflejaron en la ausencia generalizada de colectas de apoyo a Cuba en la izquierda.

La misma hambruna acaeció en Corea del Norte, el único otro país del mundo con una economía casi puramente estatal, y tuvo peores resultados: murió un 10% de la población de hambre, y los problemas de malnutrición se generalizaron a toda la población. En Cuba, recién con la aparición de la revolución bolivariana en Venezuela, en 1998, el castrismo obtendría un apoyo sustancial, y a partir de 2003 el PBI inició una marcha ascendente.

Antes de eso, el malestar de la población cubana con el "período especial" se reflejó claramente a cinco años de impuesto en otra emigración masiva, la de los balseros, en 1994, que por primera vez en la historia sobrepasó la capacidad represiva del régimen y se convirtió en un escándalo y deslegitimación internacional del castrismo. Esta situación llevó a Cuba a dar batalla diplomática en torno al tema y fundamentalmente en el terreno de ONU. Cuba es signataria de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la cual contiene una cláusula que denota los derechos fundamentales, deberes y garantías de los cubanos. El país firmó aunque no ha ratificado el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Cuba es miembro fundador del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Por otra parte, existen diversas organizaciones que reconocen logros de la Revolución en materia derechos humanos; durante el congreso de Derechos Humanos de las Naciones Unidas celebrado en junio de 2009, se reconoció el triunfo del gobierno en el tema y la mayoría de los países y organizaciones no gubernamentales que intervinieron reconocieron los buenos resultados alcanzados. Un sofisma recurrente del castrismo es contraponer los derechos coartados que son del individuo y no del Estado, con indicadores generales, como el alto índice de desarrollo humano (IDH) del país, sus logros en materia de salud, educación, etc.

Por la contraria, EEUU ha presentado sistemáticamente resoluciones a la Comisión de DDHH de ONU criticando la situación de los derechos humanos en Cuba, sin lograr que surgiera un consenso a largo plazo en la materia entre los países latinoamericanos. Ocho resoluciones fueron aprobadas entre 1990-97 pero rechazadas en 1998. Desde entonces, la diplomacia de Washington, si ha logrado sacar adelante resoluciones contrarias a Cuba, ha sido con dificultad y márgenes muy estrechos. Las críticas de manipulación del tema con fines políticos y de justificación del embargo han sido argumentos que EEUU no logró rebatir de manera convincente.

Pero más allá de los espadeos diplomáticos y en lo que hace a la situación de la población, los monitoreos independientes le son todos adversos al castrismo. Por ejemplo, para Human Rights Watch en 2011, Cuba sigue siendo el único país del continente en el que se reprimen casi todas las formas de disenso político. Así de simple.


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