"El principal logro es tener una marca respetada"

Por Alejandro Rodríguez

Los padres de Eli N.H. de Silbermann son argentinos, y durante su luna de miel viajaron a Montevideo. Se enamoraron de la ciudad. Cuando Eli tuvo dos años, la familia dejó Buenos Aires para radicarse en Uruguay. Estudió secretariado ejecutivo en el José Pedro Varela, donde recuerda que aprendió mucho de administración y gestión empresarial. Luego de casarse con Miguel Silbermann, comenzó en 1977 a trabajar en La Abundancia, dos años después de su fundación.
En ese momento, su suegro, su esposo y su cuñado estaban al frente del negocio. Ahora, con cuatro décadas de operaciones, es ella quien lo dirige junto a su esposo y su cuñado. Sus dos hijas y un sobrino también trabajan en la empresa. Se presentan como la firma uruguaya líder en alimentos secos.

¿Cuánto ha cambiado la empresa en estos 40 años?
Mucho. Mi marido me contaba que todos los papeles de la administración entraban en el cajón de un escritorio. Hoy tenemos esta planta. Hasta la devaluación de 1982 traíamos artículos de lujo, como conservas españolas, leche en polvo de Nueva Zelanda. Luego nos tuvimos que adaptar. Empezamos a envasar cosas nuevas, como garbanzos. En 1984 importábamos salsa de soja de Japón y ahora vendemos la nacional Kyoto.

¿Cuánto de lo que comercializan es importado?
Se importa el 90%. De eso, más del 80% es a granel y se envasa acá. Los otros productos son envasados en origen, como algas para sushi y preparación de productos para celíacos. Nacional vendemos, por ejemplo, salsa de soja, gofio y palillos de ropa.

¿Cual es el alimento que más venden?
Antes las lentejas, pero ahora no hay ninguno que llegue al 10% del total. Hay algunas familias de artículos que se venden mucho, como los maníes, los granos, lentejas, porotos y garbanzos, tanto secos como enlatados, y cereales para desayunos.

¿Cómo deciden incorporar un producto nuevo?
Viajamos, vamos a los supermercados, ferias y tiendas de alimentación. Pero también escuchamos qué pide el mercado, a los vendedores en la calle y el personal de ventas en la oficina. El mundo está globalizado y todos comemos productos de otros lados.

¿Cambió el consumidor?
La gente apuesta hoy a lo sano y natural. Por ejemplo, antes se vendía anchoas importadas de Argentina: hoy en día ese artículo tan salado, tan poco sano, entró en desuso totalmente.

¿Cómo fue el proceso de incorporación tecnológica?
Empezamos en 1994 con la primera máquina envasadora automática cuando la planta quedaba en la calle Durazno. Ahora tenemos cinco, más otra de líquidos. Teníamos que ir alquilando locales satélites, hasta en zona franca. Eso hizo que la logística fuera para atrás y no para adelante. Es por eso que en 2002 nos mudamos a esta planta. Teníamos 2.000 metros cuadrados y 50 empleados. Después vinieron las ampliaciones.

¿Cual ha sido el principal logro?
Tener una marca respetada en el mercado. Lo más importante es poder lograr que nuestros hijos lleven adelante la empresa.

Celebraron el aniversario con un concurso gastronómico, ¿cómo nació la idea?
En una reunión de directorio una de mis hijas dijo de hacer algo como (el concurso de TV) MasterChef. La miramos con cara de `vos estás loca´. Era una apuesta demasiado grande, pero a todos nos quedó picando. Lo hablamos con Quasar Creativos, y les encantó. Nos contactamos con la chef Alex Magariños y nos enfocamos en estudiantes de gastronomía. Se presentaron más de 150 chicos. Magariños junto a Jorge Oyenard, Santiago Cerisola y Hugo Soca seleccionaron nueve equipos de tres miembros cada uno y se hizo una jornada. Fue todo súper profesional. Las recetas no tenían nada que envidiarle a los mejores platos de los mejores restaurantes.

¿Cómo se ven en diez años?
Siguiendo el mismo camino, ampliando más lo que tenemos. Y veo a nuestros hijos a la cabeza de la empresa y nosotros viajando. l