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El regreso del duro y bragado Alatriste

El famoso capitán creado por el escritor español Arturo Pérez-Reverte vuelve a sus andadas con El puente de los asesinos, la séptima entrega de la serie, que arribará a las librerías uruguayas en apenas 10 días
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25 de noviembre de 2011 a las 20:32

Diego Alatriste, soldado viejo, tiene su biografía pintada en la estampa, un cuerpo recosido tras mil peleas y una media sonrisa que se vende muy cara. Treinta años al servicio de unos reyes dueños de medio mundo y temidos por el otro medio, batiéndose por una patria desagradecida, han borrado la alegría de su cara.

Sus únicas lealtades son con los compañeros de armas, con los que ha defendido a España o se ha aliado en aventuras mercenarias. Gente de acero y silencios, pendencieros, bebedores y taciturnos. Íñigo Balboa vuelve a relatar un nuevo episodio de sus memorias en El puente de los asesinos, la nueva aventura que Arturo Pérez-Reverte le hace vivir al capitán Alatriste en el séptimo volumen de la serie.

Si bien a Alatriste y Balboa ya se los ha visto juntos en Sevilla, Madrid, Flandes y el Mediterráneo, ahora el tablero del poder los coloca en Venecia en 1627, donde habrán de llevar a cabo una misión de sangre. Es decir, en El puente de los asesinos el lector volverá a encontrarse con Francisco de Quevedo e intervendrán otros personajes históricos, como Diego Saavedra Fajardo.

En este libro Pérez-Reverte se mueve de nuevo a sus anchas en unos escenarios históricos que domina a la perfección. Controla y explica con destreza los tejemanejes políticos de la época, se gusta retratando el carácter español y muestra con mucho acierto la psicología militar y la camaradería varonil de unos personajes cansados para los que el honor lo es todo. Lo único, en realidad.

No hay que olvidar que la novela histórica es ante todo novela. La parte de ficción introduce al lector en unos ambientes de un modo tan especial que lo implica personalmente, pero donde la verdad histórica no lo es todo. Como dice el autor, “la ficción no es sino una faceta insospechada de la realidad. O viceversa”.

Tener esto presente, a la vez que recordar que quien escribe tiene sus filias y fobias particulares, ayudará a disfrutar la novela no esperando más de lo que puede dar, que no es poco.

Pérez-Reverte, miembro de la Real Academia Española desde 2003 y antiguo corresponsal de RTVE y reportero destacado en diversos conflictos armados y guerras, domina como pocos los entresijos narrativos de sus historias, y esta es ya una muy larga a la que quedan, al menos, dos episodios más.

El conjunto muestra una maestra planificación donde cada capítulo, al servicio del total, es adornado con momentos emocionantes para que el interés no decaiga en una trama, aparentemente, estirada en exceso.

El estilo es esmeradamente cuidado, con un riquísimo castellano que rescata palabras, giros y expresiones que trasladan al lector al siglo de oro. El autor logra otra vez el raro milagro de juntar esas especies de agua y aceite literarios que son la calidad y la popularidad.

Vale recordar que Pérez-Reverte relata en las aventuras del capitán Alatriste las historias de un veterano de los tercios de Flandes que malvive como espadachín a sueldo en el Madrid del siglo XVII.

Sus peligrosos y apasionantes lances sumergen al lector en las intrigas de la Corte de una España corrupta y en decadencia.

Entre los títulos de la saga están El capitán Alatriste (1996), Limpieza de sangre (1997), El sol de Breda (1998), El oro del rey (2000), El caballero del jubón amarillo (2003) y Corsarios de Levante (2006).

El puente de los asesinos –que llegará a las librerías de todo Uruguay en apenas una semana– no es el episodio más vibrante ni de más acción de la serie, pero es uno de los que mejor muestran el carácter del personaje.

Alatriste, duro y bragado, como ya se lo conocía, tendrá de nuevo tiempo para la amistad y el amor, para la venganza y la lealtad, será capaz de conmoverse hasta las lágrimas y cinco minutos después degollar a un enemigo sin pestañear, volverá a jugar los naipes que le han tocado en “la grasienta baraja de la vida” y conseguirá una vez más la verdadera victoria de un soldado: seguir vivo.

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