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El regreso del Gran Hermano

Rendición, de Ray Loriga, es una novela de ciencia ficción que se centra en el viaje de una familia de campo hacia una ciudad acristalada perfecta y aterradora
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26 de junio de 2017 a las 05:00
En 1932 Aldous Huxley publicó Un mundo feliz, una poderosa novela distópica que aunque más tarde fue rebajada a la categoría de simple alegoría, marcó en su momento a toda una generación de lectores al señalar los peligros de crear un paraíso artificial en la Tierra. Algunos años después, en 1949, George Orwell lanzó su 1984, que en vez de un paraíso presentaba un infierno terrenal signado por el control absoluto de un régimen político totalitario, encarnado por el Gran Hermano, que todo lo ve.

En la segunda mitad del siglo veinte, tras la pérdida definitiva de la inocencia que supuso la segunda guerra mundial, los relatos sobre un futuro aterrador se multiplican y se bifurcan con autores como Ray Bradbury o Philip K. Dick, que le dieron una vuelta de tuerca más a lo que poco a poco comenzaría a convertirse en un subgénero.

Rendición, de Ray Loriga, ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2017, se apoya en estos antecedentes ilustres para presentar un futuro signado por la guerra y la confusión a la que se le opone, como esperanza de salvación ambigua, una ciudad de cristal donde todo funciona perfectamente, siempre y cuando se renuncie a cualquier tipo intimidad, se crea en el sistema y se alcance una estabilidad emocional a prueba de todo.

La novela se puede dividir en tres partes bien reconocibles, ya que al principio se describe la situación del matrimonio protagonista y de su hijo adoptivo, más adelante se narra el viaje hacia la ciudad acristalada y el final se desarrolla adentro de ella.

Que haya movimiento, viaje, búsqueda, le viene muy bien a una novela que de no ser por eso se agotaría en sus propios postulados, al presentar solo una radiografía estática de una posible sociedad futura nada alentadora.

La prosa dinámica de Loriga ayuda a que el lector se adapte rápidamente a la ficción y la acepte. Cuatro o cinco pinceladas descriptivas son suficientes para poner en marcha una novela que gana en profundidad según avanzan los capítulos.

Hay escenas logradas en el camino a la ciudad perfecta, como cuando el matrimonio es obligado a quemar su propia casa antes de partir, metáfora de un mundo antiguo, rural, que debe ser aniquilado para que exista el nuevo orden. O cuando a los gitanos se les prohíbe emigrar y son condenados a permanecer en las tierras devastadas por la guerra.

El viaje le sirve al autor para agregar información sobre el amor del matrimonio, que parece a prueba de balas, pero que ya en la ciudad se resquebrajará sin remedio. También, para establecer el carácter de quienes el azar junta en el camino, y las relaciones de poder que se tejen entre ellos, en especial con el "dueño del agua", que lidera sin que nadie se lo pida, pero que tiene un revolver como argumento.

Ya en el paraíso prometido, que resulta ser una ciudad transparente, segura y mecanizada, el protagonista absoluto pasa a ser el marido que no consigue adaptarse del todo a su nueva vida de confort, a su trabajo en la planta de reciclaje de heces y a las nuevas amistades de su mujer, que nada cuestiona y se limita a obedecer.

La angustia del hombre será cada vez más mayor al punto de llamar la atención del resto de ciudadanos, que rápidamente comienzan el proceso de cura, que no es otra cosa que drogarlo hasta que acepte, de buen grado, su nueva vida.

Nada nuevo bajo el sol, se podrá decir, pero en defensa de Loriga hay que señalar que se las arregla para que la novela no resulte un cuento leído mil veces. Lo logra en base a pequeñas situaciones, como cuando el protagonista debe aceptar que todo es transparente y que debe afeitarse mientras ve a su vecino hacer lo mismo. O cuando siente rabia al enterarse que su mujer tiene un amante, pero no puede hacer nada porque las drogas que ingiere a diario se lo impiden.

Sin ser una maravilla, Rendición logra denunciar con efectividad la pérdida de identidad y privacidad de los tiempos modernos, al tiempo que reivindica el libre albedrío en un mundo dirigido por un poder invisible pero omnisciente.

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