El temple del instrumento

El World Cultural Council (Consejo Cultural Mundial) premia a científicos y artistas de forma bienal desde 1989 y este año es la primera vez que distingue a un músico en la categoría de las artes. "Ha conseguido una celebrada reputación internacional como intérprete, embajador cultural, educador y autor. Es reconocido como un líder mundial dedicado, un artista brillante y un profesor de jóvenes músicos tan cálido como apasionado", es la justificación del premio del WCC al contrabajista uruguayo Milton Masciadri.

Para entender la decisión hay que tener en cuenta que Masciadri no solo se ha dedicado por entero a perfeccionar la técnica del contrabajo, sino que ha puesto lo mejor de sí en su vocación docente, apoyando a generaciones de ejecutantes de América y Europa.

Es así que Masciadri es Artista de la Unesco por la Paz desde 1998 y ha brindado conciertos, clases magistrales y talleres en cuatro continentes. Tiene el título de Profesor distinguido por la Universidad de Georgia, Estados Unidos, el único en el área cultural que ha alcanzado esa distinción.

"Digamos que es un mal genético". Así explica a El Observador Milton Masciadri el hecho de que su hijo toque con tanta pasión y talento el contrabajo, como lo hizo él mismo y su padre y el padre de su padre.

Tal vez quiere decir que no fue obligatorio, que su hijo estudia ciencias económicas, así como él mismo estudió ingeniería química. Que en algún momento tendrá que elegir y que será su decisión, libre y solo suya.

A menos que esté escrito en los genes de la familia y entonces cada generación cree que elige lo que no elige. Lo cierto es que los Masciadri han contribuido con su esfuerzo a la excelencia musical a través de un instrumento que no se deja seducir al primer intento.

Masciadri entiende a la docencia como una extensión natural de su pasión por la música.

"Siento un gran placer cuando veo que un alumno logra expresar su talento", explica. Es algo que ha podido experimentar con alumnos de todo el mundo.

El músico es también un propulsor de ese instrumento centenario que eligió como suyo. "Mi padre trató de convencerme de que no fuera contrabajista. Es un instrumento muy particular, incómodo para viajar y se ha escrito muy poco como instrumento solista. Trató de explicarme todos los puntos negativos", recuerda.

No fue convincente. Masciadri no solo abandonó su vocación científica, como alumno de ingeniería química, para dedicarse por completo al contrabajo, sino que se convirtió en embajador del instrumento alrededor del mundo, realizó transcripciones de una serie de piezas para resolver la falta de oportunidades solistas y convenció a compositores para que escribieran piezas originales para contrabajo.

El inicio de su carrera fue en Uruguay. Primero aprendió a tocar el cello, en tiempos en que no existía una versión de contrabajo de un tamaño apto para niños. A los 12 años, su familia emigró a Brasil, y cuando tenía 20, se fue para Estados Unidos, donde vive desde hace 35 años.

Su infancia en el barrio de Capurro es ahora lejana, pero ha tenido varios alumnos uruguayos en su carrera como docente internacional. Ahora su hijo toca en la sinfónica del estado de Georgia y pronto deberá decidir si elige la música para siempre o se dedica a la economía.

"Es algo muy personal. A mí me fascina la química, pero cuando tuve que decidir entre una cosa u otra, no pude renunciar a la música. Me pareció inconcebible", dice.

¿No lo llenaría de orgullo que la tradición familiar se mantuviera, que hubiera una cuarta generación de contrabajistas en la familia? Tal vez, pero lo más importante no es eso. "Yo he tenido muchos alumnos que han mantenido el deseo y la disciplina para seguir el camino de la música. Otros no. Lo importante es que tengan la posibilidad de decidir".

Por otra parte, Masciadri entiende que su formación científica lo ha ayudado mucho: "Me abrió posibilidades de un diálogo más extenso, de entender el mundo más allá del pentagrama. Romper los moldes, ir afuera de lo tradicional. Como embajador de la Unesco, por ejemplo, no soy solo un músico", dice.

Masciadri es un músico clásico, que toca con un contrabajo Testore, de tres siglos de antigüedad, en conciertos de música de cámara, duetos y como solista de las principales sinfónicas del mundo, pero también se interesa por otras posibilidades del instrumento.

"Me interesa mucho el jazz. Tengo alumnos que son fantásticos, aunque yo no soy muy bueno. El contrabajo está en la columna dorsal del jazz; a un grupo de jazz sin contrabajo le falta parte del alma", dice.

El músico uruguayo lleva 35 años como profesor de este instrumento "duro, grande, difícil, que requiere muchas distancias para hacer una pequeña frase", pero que también provoca grandes satisfacciones, con ese acento "tan grave y tan cálido, que da una profunda calma".

El amor por la música y por ese instrumento tan particular lo han llevado a trascender hasta recibir distinciones que hablan del "legado cultural" y "paz".

Y todo tiene que ver con una pasión que no sabe de mezquindad: "El secreto de la docencia es no escatimar nada. Hay que dedicarse por completo a ese o esa joven que quiere aprender. Darle todo", afirma. Y cuando se recibe este tipo de reconocimiento, "resulta muy placentero que llegue por algo que hago de forma tan natural".