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El trauma de la guerra persigue aún hoy a muchos colombianos

El acuerdo entre el gobierno y las FARC puso fin a 52 años de conflicto armado
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22 de enero de 2017 a las 05:00
Víctimas o actores del conflicto armado, millones de colombianos vivieron los horrores de la guerra civil y sufren todavía el estimgma de décadas de violencia, cuya cicatrización es uno de los desafíos a superar en el camino hacia la paz.

"Mantengo siempre como una zozobra", confiesa María con voz casi inaudible. De niña, le tocó vivir los combates entre militares y guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, de orientación marxista), que en las últimas semanas firmaron un histórico acuerdo de paz para poner fin a 52 años de guerra.

"Yo tenía seis añitos. Siempre me daba miedo. Todas las tardes íbamos a quedarnos en el pueblo porque la guerrilla llegaba hasta la finca a matar a la gente", cuenta esta mujer de 49 años. Su padre, que se negó a trabajar para los guerrilleros, sobrevivió por poco a un ataque insurgente.

El acuerdo de paz, que fue ratificado a finales de noviembre, muestra la luz al final del túnel de una guerra en la que también participaron otras guerrillas, paramilitares y agentes estatales, lo que dejó al menos 260 mil muertos, 60 mil desaparecidos y casi siete millones de desplazados.

Unas líneas del acuerdo, de más de 300 páginas, están dedicadas a "medidas de recuperación emocional".

Para "contribuir a aliviar el sufrimiento de las víctimas", el gobierno de,l presidente Juan Manuel Santos se compromete a "mejorar la calidad de atención psicosocial" y reforzar los servicios de salud mental, dice, sin dar detalles.

Que esos traumas puedan generar violencia en tiempos de paz preocupa al Comité Internacional de la Cruz Roja.

En octubre, el organismo había llamado a no olvidar que la salud mental es "el eterno trauma del conflicto, que Colombia no puede ignorar", destacando que las víctimas "también llevan las cicatrices de la violencia en la cabeza".

Tras una infancia marcada por el miedo, María tuvo un marido violento al que abandonó.
Sin dinero y endeudada para atender a su hijo enfermo, trabajó para las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia, creadas para combatir a las guerrillas.

Convivir con el miedo

"Yo trabajaba en la parte logística, haciéndoles de comer a ellos o lavándoles" la ropa, cuenta.

"Nunca les preguntaba de dónde venían o lo que estaban haciendo", dice mientras araña nerviosa la mesa de su modesta casa, ubicada en el patio trasero de un edificio en un suburbio de Bogotá.

María afirma nunca haber manipulado un arma. Pero formó parte del proceso de desmovilización de paramilitares de extrema derecha, completado en 2006. Diez años después, y aunque se mudó a más de cuatro horas de su región de origen, vive con el miedo de que alguien la reconozca.

"Se escucharon muchos rumores, que a la gente que había trabajado con ellos les iban a matar. Allí sí le da a uno como miedo", confiesa esta mujer de cabellera café y apariencia fuerte, que dice nunca sentirse verdaderamente como sí misma sino como si tuviera "un doble".

"Definir una línea entre quién es víctima y quién es victimario es muy complejo", explica a la AFP Joshua Mitrotti, director de la Agencia Colombiana para la Reintegración, que acompaña a los excombatientes en su retorno a la vida civil, incluyendo una corta terapia que de ser necesario es ampliada en el servicio de salud pública.

"De las 49 mil personas que hemos atendido, 90% llegan afectadas: tenemos estrés postraumático en más o menos el 30%", indicó. Los otros problemas combinan dependencia al alcohol y/o drogas (34%), dificultad de controlar sus impulsos (26,2%) y ansiedad (27,3%).

Los mismos síntomas se encuentran en víctimas civiles o testigos de masacres, violaciones, secuestros, reclutamiento de niños, desplazamiento forzado y otras crueldades de esta guerra.

Por su parte, Ivonne Zabala, de la ONG Médicos sin Fronteras, asegura que muchos han "vivido más de un evento y tienen más de un factor de riesgo": por ejemplo, "una persona a la que le asesinaron un familiar pero que a su vez tuvo también que desplazarse y llegar a un lugar con situaciones de violencia en su entorno", como ciertas barriadas de grandes ciudades.

"Eso deriva en el deterioro significativo de la salud mental", declaró esta psicóloga colombiana, al enumerar los trastornos crónicos más comunes: depresión, ansiedad, problemas de adaptación y estrés postraumático.

Según un estudio de la Organización Internacional para las Migraciones realizado en 2014, 80% de las víctimas del conflicto "no olvidan pero pueden vivir con su sufrimiento" y "20% tiene un trauma profundo en su vida".

"Es una población muy traumatizada a lo largo de mucho tiempo. Es multigeneracional y eso ha generado disfunciones y una menor empatía y compasión" entre los colombianos, precisó a su turno Maarten de Vries, psiquiatra holandés, tras un coloquio sobre "La salud para una paz duradera", realizado en la Universidad Javeriana de Bogotá.

Además de las múltiples causas de sufrimiento, la duración del conflicto, el más antiguo de América, hace que varias generaciones de colombianos estén afectadas directa o indirectamente.

Y esta violencia endémica, estos traumatismos, repercuten en parejas y familias.

La última Encuesta Nacional de Demografía y Salud, divulgada en diciembre, muestra que una de cada tres mujeres recibió golpes de su actual o anterior pareja o esposo.

Mary Luz Dussan, especialista colombiana en salud pública, que trabaja en Nicaragua, estima que a Colombia "le hace falta pensar en el bienestar de la gente" y rechaza la carencia de "acompañamiento psicosocial efectivo".

"¡Pero aún se puede hacer! Hay que pensar desde la reconstrucción de la persona que se destruyó en esta guerra", asegura.

Desertores y delincuentes

El 5% de los miembros de la guerrilla FARC en Colombia desertarán para dedicarse a la delincuencia al implementarse el acuerdo para acabar con 52 años de conflicto armado, estimó esta semana el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas.

"La disidencia de las FARC debe ser 5% del total de los combatientes; eso quiere decir que estamos hablando de entre 200 y 300 integrantes", señaló el ministro en entrevista con Blu Radio, al desestimar que sea "masiva" la decisión de los integrantes de esa guerrilla de no aceptar las condiciones del acuerdo de paz.

Villegas atribuyó las deserciones para dedicarse a la actividad criminal, en particular la "delincuencia proveniente del narcotráfico y la minería ilegal".

"Definitivamente, está más vinculada a la delincuencia que a la no aceptación del proceso de paz", dijo, y explicó que este fenómeno se concentra "atomizado" en el sureste del país y la costa Pacífica.

Tras firmar la paz con el gobierno de Juan Manuel Santos en noviembre, las FARC, se preparan para dejar las armas y reinsertarse en la vida civil del país.

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