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El último viaje interestelar de Futurama

La serie Futurama (que supo estar al aire en Fox y Canal 4) concluirá una vez más a principios de setiembre, a pesar de ser una serie lúcida que nos dice que en el futuro los problemas del mundo serán los mismos
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05 de julio de 2013 a las 19:34

Futurama siempre fue una serie desvalorizada. Matt Groening y David X. Cohen crearon esta animación adorablemente nerd, que tuvo su estreno en Fox en 1999 con críticas dispares y el resabio del éxito de Los Simpsons. Sus años en el aire han sido un viaje a la deriva hacia el olvido.

Futurama volvió en 2010 luego de haber sido cancelada por Fox en 2003. Durante esos años encontró un pequeño pero compasivo grupo de fans en el cable –en Estados Unidos primero en Cartoon Network y luego en Comedy Central.

Ahora, 14 años después (pero solo 140 capítulos y cuatro películas para televisión), el programa está teniendo sus últimos momentos de gloria: empezó sus nuevos capítulos hace tres semanas y concluirá a principios de setiembre.

Es agradable encontrarse ocasionalmente con Futurama (tanto capítulos viejos como nuevos) y maravillarse de nuevo por su sátira social inteligente, que ha permanecido intacta desde que su protagonista, el holgazán Fry, se despertó de una siesta de 1.000 años después de entrar a una cámara criogénica por accidente y encontrarse con el siglo 31.

Futurama imagina un mundo del futuro, lleno de tecnología e inconsistencias: el viaje espacial integra nuestro planeta con otras culturas alienígenas, que no hacen más que complicar las dinámicas de la diversidad y el racismo entre especies. Los robots son nerviosos, poco confiables y egoístas, y en el caso del mejor amigo de Fry, Bender, ocasionalmente ebrios.

El futuro de Futurama no es distópico, pero tampoco es el ideal imaginado por Star Trek, que incluso en la serie es considerada una religión prohibida.

Convenientemente, el show debutó en el medio del temor de que las máquinas e internet fallarían colectivamente el 1º de enero del 2000 porque nuestras estúpidas computadoras no entenderían el cambio del calendario. Pero esto terminó siendo un motivo de burla durante los años siguientes.

Futurama estaba ahí para decirnos que nuestros problemas reales, humanos o casi humanos, estarían ahí a pesar de lo que dice un almanaque: el gobierno y las tiranías alienígenas subirían al poder y caerían; las bandas de chicos y LinkedIn serían un flagelo permanente; la ciencia sería al mismo tiempo nuestra salvación y nuestra maldición; y los laboratorios se transformarían en el excelente refugio ante los reclamos alienígenas.

Los capítulos de la semana pasada no son grandes sacudones, pero encuentran a Futurama siguiendo la corriente. El Profesor Farnsworth –sobrino lejano de Fry–, se une a una pandilla de naves espaciales al estilo Rápido y furioso, pero en una distorsión espacio-temporal entra junto a Fry y la capitana Leela en otra realidad, donde todo es en dos dimensiones.

Es un episodio bastante inteligente en el que los personajes se mueven extrañamente de izquierda a derecha contra un fondo blanco, haciendo homenaje a la animación de Groening a papel y lápiz, y la absurda pero fenomenal atención que la serie presta a la física y la matemática. El segundo episodio envía a Fry y Leela en una escapada romántica hacia otra de las fijaciones de Groening: el Planeta de los Simios.

Las risas son las mismas, pero se puede sentir que el programa está quedándose sin combustible. Comparadas con otras series animadas orientadas para la audiencia adulta, a menudo Futurama intentar retomar la estética retro de fines de los 90. Tuvo una esporádica existencia, pero buena al fin, y no puede sentirse sorpresiva su desaparición.

Aún así, en un futuro en el que los fanáticos tienen el poder de exhumar y revivir cualquier show que gusten, Futurama puede despertar en cualquier momento de su sueño criogénico.

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