Ricardo Peirano

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El valor de la solidaridad

Falta Estado en el Marconi y lo más triste es que falta en aquello que es función propia y esencial del Estado
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05 de junio de 2016 a las 05:00
El viernes 27, el barrio Marconi nos explotó en la cara a todos los uruguayos, tanto a los que veían el problema como a los que no lo veían o lo ignoraban por completo. Y, restablecido el orden y algunos servicios básicos y el transporte, el Marconi nos interpela a cada uno. Está allí, en medio de la ciudad, a pocas cuadras de avenidas importantes. "Falta Estado en el Marconi", dijo el expresidente Julio María Sanguinetti en una entrevista que le hizo el pasado lunes Gabriel Pereyra en El Observador TV. Y es verdad. Faltan servicios públicos básicos y está mal o es escasa la educación, la vivienda y la salud. Aunque está en medio de la ciudad parece tierra de nadie, zona roja. Algo para evitar, para no ver, para ignorar.

Pero, por suerte para los habitantes del Marconi, hay gente que no lo quiere evitar, que lo ve y con buenos ojos, que no lo ignora. Gente que va a trabajar y ayudar a la gente del barrio, a atender sus necesidades concretas, a dar educación (en el Marconi no hay escuela de primaria pública pero sí una escuela privada –el Colegio Obra Banneux, que atiende a 440 alumnos–), a promover el aprendizaje de oficios como la Escuela de Oficios Don Bosco –que atiende a 250 jóvenes– y la Obra San Vicente del Padre Cacho –que atiende a 800 niños y ofrece capacitación laboral en la clasificación de residuos–. Organizaciones no gubernamentales pero sobre todo gente concreta que solo busca ayudar, promover, dar esperanzas y dar los medios para que las esperanzas se conviertan en realidades. Algo que hace recordar aquella respuesta de la Madre Teresa de Calcuta que ante la afirmación de un periodista que le dijo: "Yo no haría lo que usted ni por un millón de dólares", le respondió muy segura: "Y yo tampoco. Solo lo hago por amor a Dios y a los demás".

Falta Estado en el Marconi y lo más triste es que falta en aquello que es función propia y esencial del Estado y que debería ser su rol primario a la vida en sociedad. Falta saneamiento, transporte, educación (qué raro que no hubo ninguna huelga docente, de esas que hay por docenas durante el año pidiendo más presupuesto, para exigir una escuela primaria en este barrio). Por suerte para el Marconi, el sector privado concurre sin que nadie lo invite y sin que sea su función propia en ayuda de los habitantes del Marconi. Pero cuando hablamos de "políticas sociales", ¿qué hay de ellas en el Marconi? ¿Un subsidio mensual? ¿Una asignación monetaria que soluciona problemas pero que no induce a trabajar? Sí, quizá es el principal aporte y por eso los políticos dicen luego "las políticas sociales no se tocan". Pero eso es asistencialismo, que puede ayudar a resolver un problema puntual y concreto pero que no va a fondo y no propone la solución de largo plazo. Hay ayuda pero falta solidaridad.

Sin duda, en el marco de las políticas sociales, hay muchos funcionarios que trabajan en el Marconi y en otros barrios de contexto crítico y ponen en su tarea dedicación y alegría, que no se quejan por la falta de recursos sino que se ingenian para suplirla. Pero el Estado falla y falta. No cumple su función y si lo hace, no lo hace bien. Lo decía Hoenir Sarthou con acierto en su columna de Voces del pasado jueves: "Permitir que las puntas de lanza del Estado en esos barrios sean la Policía y el 'caritativo' Mides en lugar de la Escuela Pública y el Ministerio de Trabajo (lo digo en sentido simbólico para aludir a la educación y al trabajo) es un error imperdonable". Y efectivamente, represión y asistencialismo a secas no dan ninguna solución.

En cambio ayudan muchísimo las iniciativas privadas que a nivel educativo y laboral (el equivalente a la "Escuela Pública" y Ministerio de Trabajo en la terminología simbólica de Sarthou). Allí no hay otra recompensa de ver que ese pequeño aporte es fundamental para muchos. Y que el grano de arena que traen consigo impone dinamismo en la población del barrio que se suma enseguida a esos esfuerzos.
"Este barrio, como tantos otros, tiene sus sombras, pero me animaría a decir que tiene más luces. Desde la cantidad de instituciones y asociaciones civiles que trabajan acá; el compromiso serio de centenares de trabajadores que ponen a disposición sus conocimientos y esfuerzos para mejorar la situación del barrio; y desde las familias que luchan por forjar un futuro mejor para sus hijos. Ojalá que pudiéramos rescatar esto, las luces de Marconi", dijo María Jesús Besteiro, directora del Colegio Banneux. Si pensaran lo mismo quienes diseñan "políticas asistencialistas" desde un escritorio, habrían menos Marconis. Porque lo que ayuda realmente es el valor de la solidaridad y eso no se puede comprar ni decretar.

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