Desde su primer período en la Casa Blanca, la primera dama Michelle Obama fue considerada uno de los íconos de moda más importantes de Estados Unidos, definida por un estilo que -por sofisticado- no deja de lado las estructuras, los colores ni los accesorios innovadores.
Su primera visita a La Habana no fue la excepción. La primera dama llegó con un vestido blanco con rosas negras y rojas, de la diseñadora venezolana Carolina Herrera, que se agotó al poco tiempo de que Barack Obama y su familia desembarcaran en el suelo cubano.
El modelo floreado, sin mangas, con cuello V y falda línea A, se vendía a unos US$ 2.190 en la web de Bergdorf Goodman, y una versión similar, con el mismo patrón pero distinta forma, se vende en los grandes almacenes Neiman Marcus y Sacks Fifht Avenue al mismo precio.
Este enero, algo similar sucedió con el vestido que la primera dama utilizó en el discurso de State of the Union, modelo de Narciso Rodríguez, diseñador estadounidense de raíces cubanas.
Más allá de sus elecciones de vestuario, la primera dama se ha destacado por una intensa labor social, centrada en la lucha contra la obesidad y en el fomento de la educación entre niñas y jóvenes.
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