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El vestuario, el comienzo de la historia

Llegar al Solís ya de por sí es una aventura, con historias esperando a la vuelta de cada esquina. Esta vez nos adentramos en los pasillos que nos llevan a conocer la unidad de vestuario teatral.
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07 de junio de 2016 a las 05:00

El magnífico edificio del Teatro Solís esconde en su corazón un espacio dedicado al vestuario de ópera. Llegar allí es encontrar un ambiente que traslada al arte, la realización, la creatividad, y revela un oficio que involucra a muchas personas que hacen posible crear historias a través de la vestimenta.

Por Gabriela Viera

De afuera hacia adentro

Apenas entro en ese espacio mágico lleno de trajes, colores y estilos me viene a la memoria el texto El vestuario es el teatro, de la profesora y dramaturga Mariana Percovich: "En lo que sí coinciden espectadores y hacedores es en que el vestuario en el teatro puede ser visto como una segunda piel, como una escenografía ambulante, como un juego, e incluso como lo que realmente define un tipo de interpretación o actuación". Y eso es lo que voy encontrando entre perchas, estantes y escaparates llenos de trajes, vestidos, sombreros, tapados, que solo con mirarlos me transportan a un sitio, a una época.

Cada uno de ellos corresponde al acervo de vestuario de ópera que el Solís está formando desde el año 2005, fecha de su primera producción del género luego de la reapertura del teatro en agosto de 2004. El primer título que se presentó en esta nueva etapa del teatro fue La bohème, de Giacomo Puccini, a cargo de la Orquesta Filarmónica de Montevideo y destacados solistas. Este evento inició un nuevo camino en las artes y reanudó las temporadas de ópera en nuestro país. El espectáculo contó con un vestuario de excelente calidad proveniente del Teatro Colón de Buenos Aires y a partir de entonces se fue generando un espacio y un vestuario propio de altísimo nivel realizado por diseñadores y vestuaristas locales y extranjeros, que continúa creciendo con cada nueva producción, espacio también en el que se aplica el conocimiento de otras experiencias exitosas en el mundo, sobre todo en cuanto al registro, documentación, organización e identificación de las prendas.

Cada uno de estos trajes forma parte del acervo patrimonial y, como tal, requiere de un cuidado y una tarea de producción y de conservación especial, que se viene revalorizando poco a poco. Hoy, Martín Blanchet, director técnico del Solís, y Marcelo de los Santos, referente de vestuario, son quienes conocen cada detalle de este universo. "El vestuario es el punto medio de todo, está pegado al actor y es la imagen que este da al público, es parte del ambiente. El vestuario es un poco escenografía y un poco piel", nos dice De los Santos mientras cuenta detalles de su oficio. "El traje te permite cambiar la manera de pensar y de actuar, te permite contar y cada uno tiene que contar una historia. Si todo lo que se ve encima del escenario cuenta esa historia, va a estar bien contada; esa es la riqueza de este arte colectivo", agrega Blanchet sobre el trabajo en equipo que requiere cualquier puesta en escena y la importancia de cada una de las artes que la integran, entre las que el vestuario tiene un rol fundamental.

Dentro del acervo hay vestuarios genéricos y patrimoniales. Se denomina patrimonial a aquel traje que por alguna razón tiene un valor en sí mismo: ya sea por el personaje al que viste, por quién lo utilizó, por su valor estético o por lo que representa para la memoria colectiva.

El depósito del Solís se especializa en vestuario de ópera y cuenta con más de mil trajes. Para la directora general del teatro, Daniela Bouret, el objetivo es "aunar esfuerzos y tener un espacio único de vestuario", y para ello se deberá trabajar en conjunto con la Comedia Nacional, la EMAD (Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático), el Auditorio Nacional del Sodre y el SUA (Sociedad Uruguaya de Actores), ya que todos tienen un acervo patrimonial de excelente valor. En ese sentido se vienen desarrollando planes de capacitación y aprendizaje, trabajos interdisciplinarios y de apoyo entre los diferentes depósitos. "Hay un camino, hay una sensibilidad directa sobre el tema", agrega Bouret, mientras me acompaña en el recorrido.

Vestuarios de la Comedia Nacional

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A pasitos del depósito del Solís, un ascensor nos lleva a conocer otro recinto dentro del mismo teatro: los vestuarios producidos por la Comedia Nacional. Mario Ferreira, director general y artístico de la Comedia, nos indicó cómo llegar y nos puso en contacto con las encargadas de este lugar lleno de historia. Apenas atravesamos la puerta, hilos, máquinas de coser, trajes clásicos y modernos, sombreros y telas nos invitan a dejar volar la imaginación. Las responsables del taller son cuatro mujeres que conocen el oficio desde hace años y que cosen mientras nos cuentan detalles de su tarea diaria; ellas, antes que los actores, dan vida a los personajes. Ahora están en plena producción de prueba para una de las obras que estrenará en breve la Comedia. No las interrumpimos demasiado, miramos, recorremos y tratamos de descubrir qué historia cuenta cada uno de los cientos de trajes que conviven en ese espacio.

Las funcionarias nos muestran los moldes que reciben y con los que deben comenzar a dar forma a esta piel sobre la que el actor recrea a su personaje. El molde indica época, estilo, colores de tela y texturas, si así lo requiere. Y a partir de eso trabajan y comienza la magia. No pueden distraerse mucho, están preparando los trajes para las obras de mayo y junio: Los descendientes, El gato de Schrödinger y El Otelo oriental (o El Hotel Oriental).

En sus 68 años de vida la Comedia ha acumulado más de 11 mil prendas que están guardadas en un depósito cercano al Solís. Entre ellas, algunas emblemáticas relacionadas con los más importantes realizadores, actores y actrices de nuestro país, como es el caso de un traje que vistió China Zorrilla en 1958, según nos cuentan.

Un espejo gigante, antiguo y casi salido de un cuento está en el centro del salón, nos invita a mirar en él y trasportarnos a otro mundo. Refleja cientos de trajes, telas, moldes, tijeras, sombreros, zapatos y universos. Los personajes cobran vida al mirarlos, e imaginar los diálogos e historias que viven en ellos es inevitable. Este viaje por el vestuario nos llenó de historias, de arte, de personajes y teatro; y salimos a la calle con un poco de todo eso en nosotras.

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