Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Columnista

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En 2015, 170 personas fueron procesadas por intentar ingresar droga a las cárceles

'El cuartel general de la delincuencia': segunda nota de una serie sobre la realidad de las cárceles uruguayas
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21 de marzo de 2016 a las 05:00
Generalmente los delincuentes más pesados están en prisión. Son profesionales del delito, CEO de empresas criminales que funcionan como tal, y por eso en su largo periplo más de una vez "pierden" y se ven tras las rejas. Pero el negocio debe continuar. Tienen decenas de subalternos a los que mantienen junto a sus familias y que dan todo por él: le llevan drogas a la cárcel, transmiten mensajes mafiosos hacia el exterior o matan al rival que el capo señale. De alguna forma, la cárcel es el cuartel general de la delincuencia.

Estos capos del delito tienen en sus manos la vida y la muerte. "He visto a muchos perros (seguidores del líder) romperle el pecho a otros a cuchillazos solo porque el tipo para el que perrea se lo pidió", dijo a El Observador un expreso. (Su testimonio se presentará en futuras notas).

El juez de crimen organizado Néstor Valetti dijo en un seminario en Buenos Aires (2012) que las organizaciones criminales uruguayas tienen puntos de contacto con el grupo brasileño Primer Comando, uno de los grandes bloques de delincuentes que se formaron dentro de las cárceles brasileras.

"El delincuente más peligroso tiene 29 años y fue detenido en 2006. Está en una cárcel de máxima seguridad, exclusiva para capos narcos, e igual controla un ejército personal de 50 sicarios. Disputa así el mandato territorial de algunas zonas. Manda desde la cárcel", dijo Valetti en alusión a Luis Alberto Suárez, alias Betito.


Luis Alberto Suárez alias Betito
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El expediente judicial del Betito repite el de otros presos que comienzan con el hurto, pasan a la rapiña y, si pueden, ingresan en el narcotráfico, como líderes o como "perros", usados por los capos para no quedar vinculados con delitos más graves, como el homicidio.

Varios integrantes de su familia, que trabajan con él en este negocio, también terminaron en prisión. Los delincuentes no tienen demasiados problemas para vincularse desde la cárcel con gente relacionada a la delincuencia.

Según el censo de cárceles de 2012, un 50% de los presos tiene algún familiar, amigo o conocido cercano con antecedentes penales.

Valetti dijo estar preocupado por el uso de adolescentes como brazo armado del narcotráfico, un problema común en la región. "Reclutan menores, los hacen adictos y los transforman en sicarios a cambio de droga", dijo.

"Las bandas empiezan a disputarse sus lugares de influencia", dijo en alusión a lo que se denomina "territorialización" del delito. En 2015 hubo 98 asesinados que tenían antecedentes penales. La Policía ya sabía y había advertido que esto iba a ocurrir porque es de libro: cuando entra el narco rompe con todos los paradigmas conocidos de la delincuencia y su incidencia social. Valetti centró ese fenómeno en Uruguay en el ingreso de la pasta base. "Cuanto más fumás, más necesitás y más robás", dijo el exrecluso que habló con El Observador. El juez antimafia recordó que los magistrados andan "con custodias, en autos blindados". Incluso se detectó un atentado en ciernes contra el exdirector nacional de Policía, Julio Guareteche.

Lea también: El cerrojo de la seguridad pública: la cárcel

Otros rubros

Cocaina
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Si bien el narcotráfico aceleró los tiempos e incrementó la violencia de la cultura delictiva, hay grupos organizados que operan desde las prisiones en otros rubros.

Por ejemplo, la llamada "banda del Tacoma", caso en el que dos o tres presos pergeñaron una maniobra con el fin de hacerse de varios miles de dólares a través de un supuesto secuestro de otros delincuentes. El asunto terminó con dos muertos.

Hace unas semanas se produjo un homicidio que en principio se atribuyó a hinchadas de fútbol rivales pero tras una investigación se supo que la orden de eliminarlo surgió del penal de Libertad porque era integrante de una banda rival.

El surgimiento de bandas ha agravado la natural tensión que hay en las cárceles pero que se desborda cuando, por ejemplo, falta cierta droga en el mercado y un grupo le roba a otro, o cuando "por cuestiones de momento" alguien mata a uno y luego se desata la venganza. El exrecluso que estuvo en Comcar y en Libertad dijo que en el pasado los jerarcas carcelarios mezclaban a integrantes de bandas enemigas "para que se mataran".

El sociólogo Luis Morás, estudioso del tema carcelario, explicó en un seminario que hay evidencia de la transmisión generacional o familiar de prácticas delictivas, como en el caso del narcotráfico, entre otros delitos. "Las organizaciones carcelarias extienden la cultura tumbera al exterior de la sociedad; alientan la corrupción interna y hacen cada vez más recurrente medidas violentas como los ajustes de cuenta", dijo.
La Policía coincide con este diagnóstico sobre la violencia que provoca la cárcel y que derrama luego hacia el resto de la sociedad. Así al menos ha sido el proceso en naciones de Latinoamérica, el continente con las mayores cifras delictivas del mundo.

La familia es el dealer

Familias en la puerta del Comcar
Familias en la puerta del Comcar
Familias en la puerta del Comcar

Policías que trabajaron en el sistema de inteligencia carcelario dijeron que los contactos más frecuentes de los delincuentes se hacen a través del celular. El gobierno colocó bloqueadores de llamadas en algunas cárceles para evitar la comunicación de presos con el exterior, pero mientras que un policía aseguró que los presos ya saben cómo sortearlo, otro dijo que los bloqueadores frenan un 90% de las llamadas pero no todas ni todo el tiempo.

Pero la realidad es que la polea de transmisión que nunca se detiene entre el interior y el exterior de los penales, y que es la que permite el ingreso de celulares como de drogas o, en casos más graves armas, son los familiares o amigos que utilizan para ello tanto las visitas como la corrupción policial.

"Entran la droga en lugares increíbles y sobre todo las mujeres, en la vagina, en el soutien o en la gomita que usan para el pelo"

"Entran la droga en lugares increíbles y sobre todo las mujeres, en la vagina, en el soutien o en la gomita que usan para el pelo", dijo un policía que aportó un dato revelador: en el último año hubo 170 procesamientos de personas que quisieron entrar droga a la cárcel, 92 con prisión y 78 sin prisión.

¿Por qué se la juegan así? "Le deben todo al líder de bandas que tienen 20 o 30 integrantes. Cuando alguno cae, el capo se encarga de pagarle el abogado y de mantener a la familia afuera. Como su negocio sigue funcionando, tienen fondos para hacer eso y más", dijo un oficial.

"Llevan y traen mensajes. Si alguien está traficando en el barrio donde es capo el que está preso, a través de un familiar le manda el mensaje que si quiere trabajar para él todo bien, sino va a haber bala", contó un policía.

Cuando no hay arreglo, surge el sicariato. Hay jóvenes que matan por menos de mil pesos y con eso se ganan además un galón en el mundo de la delincuencia.

Estilo local

Si bien el sicariato como modalidad recurrente es un fenómeno relativamente nuevo, los ajustes de cuentas no lo son.

En la década de los 90 el capo único de Cerro Norte se llamaba Gustavo de Armas, quien tenía un supermercado en ese barrio y en la cárcel llegó a tener beneficios tales como poseer una moto y un caballo con los que circulada por el patio de la prisión. "La cárcel era una ciudad adentro de otra", había admitido el ministro colorado Antonio Marchesano en 1986.

Pero el poder en el mundo del delito puede durar lo que un lirio. En una de sus salidas transitorias un joven lo mató de un tiro en el pecho en Cerro Norte, el barrio donde, se suponía, De Armas era intocable.

Si bien las autoridades carcelarias no minimizan el contacto de narcos locales con las decenas de traficantes extranjeros que están en prisión, señalan que los uruguayos tienen su propia forma de actuar y, por ejemplo, nunca han llegado a formar un cártel, es decir una organización que se encarga de todo el proceso de tránsito de la droga de la planta al consumidor. Incluso la mayoría no ingresa en el lavado de ese dinero. "Acá en vez de hacer tareas de lavado lo entierran. Un día un abogado de un narco cobró con billetes llenos de tierra que el delincuente tenía enterrados", contó un guardiacárcel.


Cárcel
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La pertenencia a una banda criminal contribuye a que el preso no se rehabilite sino que, por el contrario, adquiera más recursos para delinquir. Lawrence Sherman, criminólogo de Cambridge al que el gobierno contrató como asesor, dijo que la mayoría de quienes caen presos están en las cárceles por breves períodos y que cuando salen la tendencia es a cometer más delitos que cuando ingresan.

Además, tienen un largo período de actividad criminal: el 36% de los presos tiene entre 18 y 25 años, y otro 36% entre 25 y 35 años. La mitad de los presos nunca tuvo trabajo estable, un indicio de que hizo de la delincuencia su forma de vida. Si se tiene en cuenta que un 48% son primarios y, según el último censo, un 36% no se preocupa por trabajar estando dentro de la prisión, la mezcla resulta explosiva. La cárcel, con sus múltiples tentaciones para hacer dinero fácil, se convierte en una aniquiladora de la cultura de trabajo, incluso de aquellos que aún tienen resabios de ella.

Bienvenida violenta

El criminólogo Erving Goffman describió el proceso que pasa un delincuente cuando llega a la cárcel: lo desvisten, bañan, desinfectan, le cortan el pelo (...) le asignan una celda, lo incitan a la rebeldía para medir su peligrosidad y luego lo castigan hasta que pida perdón. "Son procedimientos de preparación, manoseos que permiten moldear y clasificar al recién llegado para la mejor adaptación a su nuevo yo. Cuando el interno ingresa a la institución total, se levanta una barrera con su mundo cotidiano, donde la ceremonia de admisión es una despedida-comienzo".

Abstinencia incontrolable

Las autoridades deben lidiar con situaciones que están muy instaladas en las prisiones cuya solución puede parecer sencilla. ¿Está bien que haya drogas en las prisiones? Una cosa es lo correcto y otro lo posible. El excomisionado parlamentario de cárceles, Álvaro Garcé dijo que si se cortara el tráfico de drogas en las prisiones "lo único que generaría sería una crisis colectiva de abstinencia con consecuencias imprevisibles".


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