Opinión > Análisis / Claudio Romanoff

En el nombre del padre

Sobran las intenciones, los bloqueos, los discursos y los figureteos sobre la enseñanza
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22 de octubre de 2016 a las 05:00
En los primeros años del siglo, el padre de un joven secuestrado y asesinado en Argentina, Juan Carlos Blumberg, movió a cientos de miles en unas cuantas marchas que conmovieron a Buenos Aires. Así logró cambios legislativos en favor del combate a la delincuencia.
Precisamos un Blumberg en la educación.

Este hombre era un padre indignado por la mala suerte de su hijo. Representaba a otros padres y por eso convocó y sacudió.

En relación con la enseñanza, sobran las intenciones, los bloqueos, los discursos y los figureteos. El problema es que, al revés de la seguridad, la enseñanza no es nada taquillera.

Encarar una reforma trae problemas de porte mayor y retorno político menor.
No hay incentivos suficientes para acelerar en esa ruta, aunque todos saben que la educación es vital para el país en el mediano y largo plazo.

Y en este asunto nadie escapa a las simplificaciones, aunque el panorama es del Jardín de las Delicias.

En la superficie están los hijos de educación pública, hoy obligados a pagar aunque sea el más más barato de los colegios privados para sus hijos. Y muchas veces solo tienen allí lo básico, lo que antes ofrecía el sistema público y hoy cuesta (¿vale?) más que un alquiler.

Y los que no pueden pagar saben que sus hijos estarán en inferioridad de condiciones en todo plano. Nos podemos ahorrar las estadísticas del temblor. No está el mínimo.
Por otra parte están los pobres docentes jóvenes que encaran la dura prueba de la periferia pobre. Allí, mucho más que educadores son misioneros en territorio comanche. Eso sí, los salvajes están en otro lado.

Los sindicatos mandan y no quieren ningún cambio que afecte su poder. No importa que los adolescentes quieran huir del bostezo.
Y para el sistema político, el cambio significa dos caminos excluyentes: enfrentamiento o negociación.

El camino de la colaboración mutua no ha prosperado y el del choque es muy doloroso en términos de opinión pública. El último que apeló a ese camino fue el colorado Germán Rama, quien tuvo como aliados a prestigiosos docentes frentistas. Ellos legitimaron reformas que hoy siguen en pie. Son los casos de los centros regionales de profesores y las escuelas de tiempo completo. Rama también metió la pata con su relacionamiento frontal y en el agrupamiento de asignaturas, pero algo movió. Era el 2000 y desde entonces pasaron muchos años de una educación sin retoques.

La izquierda no pecha a sus compañeros y la centroderecha no puede hacer nada desde el llano. Con la oposición en el gobierno, cualquier abordaje hostil implica huelga por tiempo indeterminado. ¿Acuerdo multipartidario? Una utopía.

Desde el ámbito académico hay propuestas y saludables iniciativas, como el think tank Eduy21, creado esta semana. Una es crear un sistema paralelo e innovador capaz de atraer docentes. La estrategia sería vaciar de contenido al régimen vetusto. No se sabe si esta es la fórmula capaz de desbloquear el camino hacia una enseñanza de calidad, pero al menos significa que hay alternativas. Hay gente que no se cansó de pensar.

Pero hay gente cansada de esperar y de pagar. Letras y letras y no pasa nada. Discusiones genéticas, y no pasa nada.
¿Dónde está el padre que hable y mueva en nombre de todos los padres?

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