Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

Reflexiones liberales

En todos lados se cuecen habas

Las tentaciones proteccionistas que vemos en nuestro país y que rechazan todo acuerdo de apertura comercial, especialmente si incluye entre sus signatarios a Estados Unidos, no son patrimonio del PIT-
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14 de febrero de 2016 a las 00:00

Las tentaciones proteccionistas que vemos en nuestro país y que rechazan todo acuerdo de apertura comercial, especialmente si incluye entre sus signatarios a Estados Unidos, no son patrimonio del PIT-CNT ni de los sectores más radicales del FA. Tampoco son patrimonio del funesto gobierno K en Argentina, que no solo no quiso firmar nuevos tratados sino que dinamitó los que ya había firmado con el Mercosur y con otros países. Y obviamente no son patrimonio del nefasto gobierno cívico-militar de Nicolás Maduro en Venezuela o del debilitado gobierno brasilero de Dilma Rousseff. Ahora afloran también en las elecciones primarias de Estados Unidos. Y lo hacen en ambos partidos con singular fuerza.

Entre los republicanos, Donald Trump, quien va a la cabeza luego de las dos primarias y mantiene ventaja en las encuestas a nivel nacional, acaba de expresar una fuerte declaración de proteccionismo que pone los pelos de punta.

En un anuncio de 30 segundos dijo: “Todo lo que Barack Obama puede hacer es ir a China y mendigar algunas pocas concesiones. Yo soy Donald Trump. Y si soy presidente, el tiempo de mendigar concesiones se habrá terminado. Le diré a China que si no podemos vender en su mercado ellos tampoco podrán vender en el nuestro. Y si no entienden mi mensaje, entonces verán que este presidente puede jugar fuerte”. Y en otras declaraciones muestra cómo sería la conversación con directivos de empresas americanas (v.gr. Ford) que quieren abrir nuevas plantas. Y en caso de que quieran instalarlas en China y no en Estados Unidos, Trump los amenaza con establecer aranceles del 35% en “cada camión, en cada auto, en cada repuesto que traigan del exterior”. Proteccionismo puro y duro que viola todas las normas de la OMC y del Nafta y de otros acuerdos de libre comercio firmados por Estados Unidos. Y, por supuesto, demagogia barata para atraer los votos de trabajadores industriales que han visto desplazar puestos de trabajo a China (1,5 millones en los últimos 20 años), aunque nadie cuenta los puestos de trabajo en servicios que se han generado gracias a los productos importados de China (el caso de los empleos indirectos generados por Apple, a quien Trump quiere obligar a producir en Estados Unidos, y que según la empresa de Cupertino ascienden a 500 mil) para sus desarrolladores de software y otras actividades relacionadas.

Trump pone el énfasis en esta política quizá más que en ninguna otra, excepto la expulsión de inmigrantes ilegales y la construcción de un muro con México. Y reconoce que en materia de política comercial tiene grandes coincidencias con Bernie Sanders, uno de los dos contendientes del Partido Demócrata. Sanders tiene una trayectoria proteccionista impecable: votó en contra del Nafta en 1994, votó en contra de los tratados de libre comercio y se opone a la iniciativa del Acuerdo Transpacífico (TPP) que se acaba de firmar en Estados Unidos entre 14 países.

Lo notable, con todo, es cómo los candidatos más extremos de ambos partidos coinciden en materia de política comercial. Más proteccionismo, menos apertura, más protección para el trabajador americano. Sin duda, tanto Trump como Sanders no creen en las ventajas del libre comercio y así como por estas latitudes desconfiamos de todo acuerdo que incluya a Estados Unidos, estos candidatos desconfían de todos los acuerdos que incluyan a China y otros países emergentes de Asia. Nosotros quizá los rechazamos por prejuicios ideológicos sobre el “imperialismo yanqui”, y los candidatos yanquis los rechazan por la defensa de fuentes de empleo que ya no existen y no perciben las nuevas fuentes de empleo en otros sectores que se han creado en los últimos años.

En cualquier caso, tanto por lo que ocurre en América Latina como por lo que ocurre en América del Norte, lo que se evidencia es un enorme temor a competir. Y, en el caso de Trump, se evidencia una megalomanía semejante a la de algunos autócratas latinoamericanos que creen que con el poder de su palabra pueden generar empleo sin pagar ningún costo. O el señor Trump piensa que podrá imponer aranceles del 35% sin generar una guerra comercial de alcance mundial que va a tener efectos desastrosos sobre la economía de todos los países y el bienestar de todos los ciudadanos.

Trump y Sanders, y los economistas autóctonos, deberían recordar que en materia económica se puede hacer cualquier cosa excepto dejar de pagar un precio por ello. Ejemplos tenemos de sobra sin salir de fronteras.

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