Una catedral rusa ortodoxa está en construcción en las márgenes del Sena, en París.

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Entre la fe y el poderío armado

Instalación de una catedral rusa es vista como una expansión de la influencia de Putin
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23 de septiembre de 2016 a las 05:00
Andrew Higgins
New York Times News Service

El principal domo dorado de una nueva catedral rusa ortodoxa actualmente en construcción en las márgenes del Sena titila en el sol, irguiéndose sobre un vecindario de París repleto de edificios de gobierno y embajadas extranjeras. Lo más delicado de todo está siendo construido al lado de un palacio del siglo XIX, que se ha usado para ocultar algunos de los secretos más estrechamente custodiados de la presidencia francesa.

La principal ubicación, asegurada por el estado ruso después de años de cabildeo por parte del Kremlin, está tan cerca de tantos lugares dignos de ir a husmear que, cuando Moscú propuso por primera vez un "centro espiritual y cultural" de US$ 100 millones ahí, los servicios de seguridad de Francia temieron que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ex oficial de inteligencia de la KGB, pudiera tener en mente más que solo un acercamiento religioso.

Sin embargo, la ansiedad con respecto a si el centro espiritual podría hacer las veces de puesto de escucha oscureció su papel principal y quizá el más intrusivo: un desmedido despliegue en el corazón de París, la capital de la insistentemente secular República Francesa, del poderío de Rusia como una potencia religiosa, no solo militar.

La proyección rusa


Si bien tanques y artillería han sido las armas preferidas de Rusia a fin de proyectar su poder a las vecinas Ucrania y Georgia, Putin también movilizó la fe para acrecentar el alcance e influencia del país.

Ferviente enemiga de la homosexualidad y cualquier intento por poner los derechos individuales por encima de aquellos de la familia, la comunidad o la nación, la Iglesia ortodoxa de Rusia contribuye a proyectar a Rusia como el aliado natural de todos aquellos que desean un mundo más seguro, exento de la prisa de la globalización por aplastar la tradición, el multiculturalismo y los derechos de mujeres y homosexuales.

Gracias a una cercana alianza entre la iglesia ortodoxa de Rusia y el Kremlin, la religión ha terminado siendo una herramienta particularmente poderosa en ex tierras soviéticas como Moldavia, donde altos sacerdotes leales a la jerarquía eclesiástica de Moscú han hecho campaña incesantemente por obstruir la integración de su país con Occidente.

En tanto, sacerdotes en Montenegro han encabezado campañas por descarrilar los planes de su país para unirse a la OTAN.

Sin embargo, la fe también ha ayudado a que Putin amplifique la voz de Rusia más al oeste, con la iglesia a la cabeza de un impulso dentro de integrantes e laicos de la Unión Europea como Francia.

La señal más visible de esto es el nuevo centro espiritual financiado por el Kremlin en París, cerca de la Torre Eiffel, actualmente asociado tan estrechamente con Putin que el exministro de Cultura de Francia, Frederic Mitterrand, sugirió que lo llamaran "Saint Vladimir".

catedral rusa
Fieles y turistas suelen acudir a la catedral rusa en la capital francesa
Fieles y turistas suelen acudir a la catedral rusa en la capital francesa


En busca del control


Sin embargo, el impulso de la iglesia rusa en Europa dio un giro incluso más agresivo en Niza, en la Riviera francesa, donde intentó en febrero incautar un cementerio ortodoxo de particulares, el episodio más reciente en una larga campaña por hacerse de bienes raíces de la iglesia controlado por rivales de la jerarquía religiosa de Moscú.

"Ellos son peones avanzando aquí y por todas partes; ellos quieren mostrar que hay una sola Rusia, la Rusia de Putin", dijo Alexis Obolensky, el vicepresidente de la Association Cultuelle Orthodoxe Russe de Nice, grupo de creyentes franceses, muchos de los cuales son descendientes de rusos blancos que huyeron de Rusia tras la Revolución bolchevique de 1917.

Ellos no quieren tener nada que ver con una dirigencia eclesiástica con base en Moscú y encabezada por Kirill, patriarca de Moscú y Toda Rusia, quien es un cercano aliado del presidente ruso.

Más bien, la asociación francesa ortodoxa es leal al patriarca ecuménico de Constantinopla, dirigencia rival de la iglesia en Estambul que suministró un refugio para muchos de los enemigos de Putin que asisten a la iglesia.

Tras una larga batalla legal con Moscú, la asociación de Obolensky en 2013 perdió control de la catedral ortodoxa de Niza, San Nicolás, ante el Patriarcado de Moscú, que instaló a sus propios sacerdotes y convocó a los fieles detrás de proyectos para entibiar las heladas relaciones de Francia con Rusia.

La búsqueda de Moscú por ganar el control de iglesia y tumbas que se remontan a tiempos zaristas y exprimir a creyentes que ven al patriarca de Constantinopla forman parte de un impulso más extenso del Kremlin por afirmarse tanto a sí mismo como al legítimo heredero y amo de "Santa Rusia", y como defensor de valores tradicionales en contra de decadentes herejías, notablemente la democracia liberal, promovida por Estados Unidos y lo que llaman frecuentemente "Gayropa".

La iglesia se ha convertido en un instrumento del estado ruso.

Es usada para extender y legitimar los intereses del Kremlin", manifestó Sergei Chapnin, exdirector editorial del diario oficial del Patriarcado de Moscú, la cabecera de la iglesia ortodoxa rusa e iglesias afiliadas fuera de Rusia.

A diferencia de la iglesia católica, que tiene un solo líder indisputable, el papa en Roma, la rama ortodoxa u oriental del cristianismo está dividida en más de una docena de provincias que se autogobiernan, cada una con su propio patriarcado.

El mayor de estos, la Iglesia ortodoxa de Rusia, no solo abarca Rusia, sino también frágiles estados nuevos como Moldavia, que solían pertenecer a los imperios ruso y después soviético.

"Hemos sido independientes durante 25 años pero nuestra iglesia sigue dependiendo de Moscú", se quejó Iurie Leanca, ex primer ministro de Moldavia, quien firmó en 2014 un pacto comercial y político con la Unión Europea por el que la iglesia y el Kremlin trabajaron duro para descarrilar. A la vanguardia de la causa antieuropea en Moldavia ha estado Marchel Mihaescu, el obispo ortodoxo, profundamente conservador, de Balti, quien fue nombrado para su puesto por el Patriarca de Moscú.

Un megáfono para la visión de Putin


En su determinación de mantener a raya a Occidente, conservadores sacerdotes ortodoxos en Moldavia hicieron causa común con políticos como Igor Dodon, líder del Partido Socialista en pro de Moscú. Cuando activistas gays efectuaron un desfile este verano en el centro de la capital moldava, Chisinau, Dodon convocó a sus partidarios para un evento dedicado a valores tradicionales, al tiempo que un grupo de sacerdotes ortodoxos se reunieron en la cercanía para entonar plegarias y maldecir homosexuales. El desfile gay fue cancelado tras apenas pocas calles, cuando encontró una multitud de manifestantes ondeando pancartas religiosas y arrojando huevos. El papel que el nuevo complejo de la catedral en París no será claro hasta que abra, pero hay quienes pronostican que servirá como un megáfono para la visión del mundo de Putin.

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