Janet Naningoi viajó a Madrid desde Marigat, Kenia, para dar charlas sobre la realidad de su país en lo que tiene que ver con la ablación; la mutilación de los genitales femeninos, un ritual de iniciación en la vida adulta que muchos países musulmanes realizan.
“Después de practicarnos la ablación, nuestros padres pueden casarnos y obtener la dote”, explica Janet, en una nota que publica hoy El País de Madrid. En Kenia, como en muchos otros lugares, creen que si la niña no es circuncidada antes del casamiento el marido morirá, o los bebés nacerán con anomalías, o la partera se quedará ciega.
“Hay miles de mitos. También hay quien dice que la Biblia o el Corán lo ordenan, pero no es verdad”, señala. Se ignora por qué se lleva adelante esta práctica, pero se sabe que se hace consistentemente. Por esto es que existen organizaciones como Stop Abliación, la ONG que ayudó a Janet a Madrid.
La práctica está penalizada en la mayoría de los países, pero en muchos casos la presión social actúa como incentivo a que la niña acceda. Janet cuenta que sus amigos la llamaban cobarde porque tenía miedo al dolor que la mutilación le provocaría. Además cuenta que sus padres no entendían por qué se negaba.
“Me quedé sola por negarme (…) Cuando me pongo a recordar, a veces no lo puedo soportar”, dice emocionada. Antes del comienzo de sus vacaciones, en diciembre, buscó refugio en lo de su tía y ahí se escondió. “Hay varias épocas en las que se practica: abril, agosto y diciembre. Esos tres meses estuve escondida porque tenía miedo de mi familia”, cuenta.
El calvario de Janet se resolvió con la ayuda de la mencionada ONG, con la que contó para que se salve de las intenciones de su familia y pueda regresar con ella. Rescató también a sus cinco hermanas menores.
“Estoy estudiando magisterio para poder educar a muchas más jóvenes, igual que hicieron conmigo (…) También quería ser locutora de radio porque mis palabras podrían llegar a mucha gente. En Kenia, la mayoría no tiene televisión”, contó.
Además explicó que le gustaría estudiar en otro lugar, como Madrid. Dice que no extrañaría su casa, y aclara que sería mejor que su novio no se entere. Aprovecha para decir que en Kenia los maridos no los elijen las mujeres sino las familias y que ella fue muy afortunada de elegir el suyo.
Finaliza diciendo: “Mi sueño es que llegue el día en que ninguna niña tenga que pasar por el infierno de la ablación”.
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá