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Escuelitas de skate

Uruguay es un país que históricamente corrió atrás de una pelota de fútbol, pero desde hace varios años arrancó a coquetear con el skateboarding.
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22 de diciembre de 2016 a las 05:00

Por Lalo Montes

El skateboarding surge en la costa suroeste de Estados Unidos, más precisamente en el estado de California, entre la década de 1960 y 1970. En sus comienzos no era más que una "extrapolación" del surf al caliente asfalto californiano. Con el tiempo, los tamaños, los materiales y las formas de las tablas fueron cambiando, y las cuatro ruedas recorrieron el mundo. En Uruguay, no se dejó intimidar por los gritos de gol de finales de los años de 1970 y se hizo presente, pero la verdadera explosión del deporte en el país fue en la década de 1990 gracias a las ganas de los pocos que había practicándolo y a otros agentes, como el skatepark del Buceo, la aparición de algunos skateshops (Planeta Skateshop, por ejemplo), alguna publicación nacional y la organización de los primeros campeonatos. Hoy la historia es otra: skateparks, campeonatos, marcas nacionales y patinadores profesionales se multiplicaron. Incluso existe una asociación propia, la Asociación Uruguaya de Skateboarding (AUS), nacida en 2001 con el objetivo de representar a dicho deporte frente a las entidades pertinentes y de tomar decisiones para mejorar y desarrollar la actividad, tanto en lo local como en lo internacional.

El primer amor nunca se olvida

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Verónica Hernández nació en la ciudad de Pando. Todos la conocen como "la Onka", "la que pinta", "la que tocó en un par de bandas" y, sobre todo, como "la que nunca está sin la tabla abajo de los pies o del brazo". Su historia con el skate comenzó en la casa de sus abuelos, donde experimentaría el amor a primera vista.

Para ella, las visitas a la casa de los abuelos significaban mucho más que rica comida y mimos por mayor, era su oportunidad de encontrarse tímidamente con ese primer amor; la patineta vieja, con ruedas de colores, ancha, pesada y descolorida de su primo. Los primeros ollies y flips los bajó en el estacionamiento del Devoto de Pando, la primera tabla "pro" vino desde el Chuy y los trucks, ruedas y rulemanes fueron donaciones de amigos que ya andaban desde antes. Para comienzos del 2000 (otro "bum" del skate nacional), dar con los elementos necesarios para andar no era fácil. Más allá de los costos elevados, los skateshops no abundaban y los skaters capaces de vender cosas usadas, tampoco.

En ese momento un celular en cada bolsillo uruguayo era una escena digna de una película de ciencia ficción y las redes sociales se resumían en Fotolog, por lo que la mejor forma de mantenerse al tanto de lo que pasaba en la capital era por las revistas Madpoint y Sietecapas, publicaciones cien por ciento nacionales sobre la temática. A Verónica le llegaban a través de sus padres que viajaban a Montevideo cada tanto y se las llevaban.

Con el tiempo, Verónica se instaló en Montevideo y tuvo que dividir su vida entre la facultad y el skatepark del Buceo, más conocido como "la olla". El esfuerzo le dio un título de química —profesión que supo ejercer—, pero con el tiempo descubrió que las piernas y el corazón le tiraban para otro lado. Fue cuando decidió dedicar el tiempo exclusivamente a sus verdaderas pasiones; el skate y Pando. Así fue que inauguró una escuelita de skate en la ciudad que la vio nacer bajo el nombre Ruedas Locas.

No muy lejos, en Solymar, a Nicolás Ogues le pasó lo mismo a los 11 años. Se enamoró perdidamente de una penny board (esas patinetas chiquitas y finitas) y se la compró a un compañero de escuela. Hoy, con 29 años siente lo mismo: "Sabés que siempre estuvo, está y estará. Es una gran pasión, una forma de expresarse. Es algo muy importante en mi vida". En 1999, Nicolás se mudó a Montevideo y compró su primera tabla, conoció a otros skaters y se empapó de la movida. Desde hace años se dedica al entrenamiento de fitness y estudia biología humana y fisioterapia. Se supo batallar entre responsabilidades y tabla. Hoy es profesor y coordinador de la Escuelita de Skate de Montevideo, donde, además de enseñarles a los más chiquitos, ganó espacio para volver a andar.

Escuelas donde el recreo nunca termina

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Es natural que cuando a uno algo le genera satisfacción sienta la necesidad de compartirlo. En el caso de Verónica, fue tanto el amor que el corazón se le desbordó y en marzo del 2015 creó Ruedas Locas, con el objetivo de transmitir los valores y las motivaciones que rodean al skate; determinación, control y, sobre todo, compañerismo. "La escuelita busca motivar y generar valores en los alumnos. Les enseñamos a ser compañeros, a ponerse metas, cumplirlas y aprender que cada uno tiene sus tiempos de aprendizaje, que somos piezas únicas y todas iguales de importantes".

Darle a Pando un skatepark propio fue el primer paso. Les llevó 15 años de papeleo pero lo consiguieron y Ruedas Locas arrancó a girar en el hermoso parque de Pando. "Organicé un campeonato para conseguir donaciones e ingresos y así comprar los materiales que se necesitaban para comenzar; skates, juegos de protecciones, cascos y algunos obstáculos para facilitar el aprendizaje", cuenta la patinadora.

Ruedas Locas comenzó con dos grupos de 12 alumnos cada uno, hoy ya son 44 alumnos y cuatro profesores. Las clases se dividen en grupos de acuerdo al nivel y duran una hora y media cada una. Organizan campeonatos y se alienta a que todos los alumnos participen, más allá de que ganen o pierdan, porque lo importante es compartir el momento, alegrarse por el triunfo del otro y celebrar la experiencia.

En Montevideo la cosa no es muy diferente. La Escuelita de Skate funciona los sábados en "el cuadrado" frente al Edificio Mercosur, cuenta con cinco profesores y un promedio de entre 30 y 50 alumnos, divididos en dos niveles; principiantes y avanzados. La Escuelita nació en Montevideo un año antes que Ruedas Locas, de la mano de Andrés Guidali y Sebastián Castellanos, uno de los primeros coordinadores, amigo de Nicolás y responsable de acercarlo al proyecto. Cuando Sebastián se fue de viaje, Nicolás ocupó su lugar como profesor y coordinador.

En ambos casos la integración es clave: las experiencias, momentos y meriendas compartidas no faltan. Nicolás subraya el desarrollo que otorgan la práctica y la comunión que existen en este deporte. "Compartís mucho con el otro y aprendés mucho de él, es una especie de educación compartida entre pares que ayuda mucho al desarrollo".

La mejor prueba de todas

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El motor que guía a estas escuelas es la pasión por lo que hacen y las ganas de querer compartirla. Los profesores tienen una responsabilidad muy grande con sus alumnos y no radica únicamente en mantener las rodillas con la menor cantidad de raspones posibles. Son referentes y, sin darse cuenta, se transforman en modelos a seguir. "Me siento como un referente, pero ellos también lo son para mí. De eso se trata, de dar para recibir y ellos dan mucha alegría y mucha inspiración para que pueda continuar", cuenta Verónica, para quien Ruedas Locas tiene un significado muy grande en su vida: "Creo que nacemos con una meta, con algo para dar o compartir. En este momento la escuelita es lo que me impulsa y me motiva porque sé que es una herramienta que puede generar muchos cambios positivos en la comunidad, es una forma de dar valores, de aprender a respetarse a uno mismo y al otro, a los animales y a la naturaleza", agrega.

Nicolás nunca se formó para trabajar con niños, pero sostiene que todo se da de manera natural y mágica: "La conexión que se da es muy especial, la clave es querer compartir algo que a uno le apasiona y ama con quienes se acercan".

La Escuelita de Skate está pasando por su mejor momento. Fue declarada de interés departamental, lo que le da la posibilidad de trasladarse a lugares carenciados, escuelas públicas y rurales. El año pasado, además, desarrollaron un taller semanal de skate en Casa Joven de Piedras Blancas con menores de 18 años y este año van por la segunda vuelta. "Es tremenda experiencia hacer llegar la disciplina a estos lugares, es algo fenomenal. Se da algo hermoso con los gurises de allá", cuenta Nicolás.

Este año Verónica dejó a cargo de Ruedas Locas a los otros profesores, ya que ella se fue hasta Río de Janeiro, para conocer otras escuelitas y aprender cómo trabajan. Actualmente está trabajando de forma honoraria en una, situada en un complejo de favelas llamado Complexo da Maré: "Estoy comenzando a generar contactos con el fin de crear una escuelita en alguna otra favela, porque en estos lugares es algo que aporta muchísimo y puede cambiar y mejorar el rumbo de vida de los niños y las niñas que viven aquí".

Las princesas andan en skate

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"No seas marimacho". "Dedicate a las muñecas". "Es un deporte de hombres". Estas frases son una clásica bienvenida a las nenas que practican cualquier deporte "de varón" y, al igual que muchas otras mujeres, Verónica tuvo que dar lo mejor de sí para ser "aceptada" y tomada en cuenta por sus compañeros del sexo opuesto. En su caso, los campeonatos de skate del Buceo fueron clave. "Me acuerdo de participar en la primera competencia de skate femenino. Fue algo hermoso, mucha emoción porque era el principio para que el skate femenino tomara más impulso. Era una manera de demostrarles a las que no se animaban, que era divertido, que no se trataba de ganar o perder, sino de compartir esa experiencia y hacernos ver".

Todavía son pocas las que se animan a competir, pero son muchos más los papás y mamás que llevan a sus hijas a practicar este deporte. Lola tiene cuatro años, Pablo y María son sus papás, la llevan a La Escuelita de Skate desde hace algún tiempo. "Nos encanta que se sienta en la libertad de decir qué le gusta y nosotros, dentro de lo posible, poder dárselo sin estereotipar si es de nenas o varones. Lo mismo haríamos si quisiera ir al baby fútbol. Me encanta que se anime, que pruebe a la par de los varones y de los más grandes. Ella quería ir de una a la rampa", cuenta Pablo.

Verónica dice que los padres lo disfrutan mucho pero que les lleva un tiempo acostumbrarse a que sus hijas e hijos practiquen este "deporte extremo". Finalmente terminan comprendiendo que todo es parte del aprendizaje, del proceso; "caerse, levantarse y volver a intentarlo hasta que sale".

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