Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Columnista

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Esencialidad educativa, una medida bien de izquierda

Entre la corporación y la gente, el gobierno eligió este último camino
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24 de agosto de 2015 a las 14:30

Lo que está en discusión en este momento tras la decisión del gobierno de declarar a la educación como un servicio esencial no es la calidad de la misma, sino que es un debate sobre los derechos.

Me faltan conocimientos para afirmar con propiedad si la decisión del gobierno es legal, pero sí sé bien que la norma vigente establece que la enseñanza pública en Uruguay es laica, gratuita y obligatoria. La laicidad ya estaba bastante cascoteada desde que los gremios, no los docentes de a pie, plantean debates vinculados a su labor alusivos al neoliberalismo, la lucha de clases y otros dislates. La obligatoriedad venía siendo negada desde hace tiempo por un sector minoritario, pero muy poderoso, de los docentes.

Cuando en alguna entrevista le pregunto a gente vinculada a la enseñanza si esta es un servicio esencial, suele hacerse un segundo de silencio. Es una pregunta simple, pero los gremios están entrampados en definir esa condición. Quizás a partir de ahora, si todos asumimos que es un servicio esencial los docentes no ganen los sueldos de hambre que hoy ganan.

El presidente Tabaré Vázquez había dicho en campaña que iba a declarar esencial la educación si se veía interrumpida. A esta altura Vázquez no tiene que dar muestras de que, cuando tiene una convicción, le importa poco si la tribuna le grita derechista, neoliberal o conservador. Con el aborto dio una muestra que basta y sobra.

En estos momentos, en redes sociales y medios de comunicación, señores y señoras de los sectores acomodados debaten si esta medida es de izquierda, si esto mejorará la calidad (algo que no está en debate) y si la escuela debe ser o no una especie de guardería, obligada a cumplir el papel de contenedora de los niños de los hogares menos pudientes. Ellos discuten lo que hace tiempo es un hecho. Pero eso ocurre lejos, en esos barrios donde uno llega y huele a podrido. Debaten sobre un guiso grasiento que nunca probaron ni probarán.

Hay momentos en que las personas, las instituciones, los gobiernos, se encuentran ante un cruce de caminos. Al gobierno le llegó: de un lado decía "corporaciones", del otro "derecho de la gente más pobre". El gobierno, esta vez, eligió el último. Hay un montón de gente indignada, pero el miércoles, cuando amanezca sobre los rancheríos, las casas de bloque a la vista y los hogares menos pudientes del país, los padres y las madres podrán ejercer el derecho constitucional de mandar a sus hijos a la escuela. ¿La calidad de lo que reciben?, ese es otro debate que hay que darlo pero con las aulas llenas.

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