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¿Esta bien que se filme Blade Runner 2?
La imagen de una noche oscura, ominosa y terrorífica se abre de a poco, con dos o tres fogonazos que la iluminan y la quiebran en su resplandor negro. Las llamaradas surgen de las puntas de unas enormes chimeneas que parecen refinerías de algún hidrocarburo, pero que se encuentran muy cerca del edificio más iluminado de esa ciudad onírica y futurista, una especie de gigantesca pirámide trunca donde funciona una corporación que mueve ese mundo. La urbe en cuestión se trata de Los Ángeles y los hechos transcurren en noviembre de 2019.
De pronto una nave pasa volando por el cielo oscuro. La ciudad en sombras palpita con las exhalaciones industriales, y un enorme ojo verde (¿humano?) contempla con mirada excitada y/o aterrada ese paisaje de tecnología y destrucción, esa noche del hombre que viene.
Las lenguas de fuego forman bolas incandescentes, entran en combustión esférica y luego desaparecen, desvanecidas en el ambiente negruzco, cargado de rayos.
Ahora las llamaradas de las refinerías se reflejan en ese iris que se vuelve infernal: son los ojos los que se encienden, es la mirada del que contempla la que se prende fuego.
La música del griego Vangelis completa la sugestión de una escena que en pocos segundos capta la atención hasta la obsesión. Su perfección reside en que, con pocos elementos muy bien usados, genera el ambiente exacto para lo que se va a narrar.
Estas palabras condensan el minuto inicial de Blade Runner, película que Ridley Scott dirigió en 1982 con Harrison Ford y Rutger Hauer como protagonistas, y que redimensionó el género de la ciencia ficción.
Para alguien con la sensibilidad visual y narrativa de Scott, que para entonces no había dirigido muchas películas más que Los duelistas (gran adaptación de época de un excelente cuento de Joseph Conrad) y Alien (la primera película de la famosa saga de la astronauta y el monstruo espacial), este inicio de sutilezas de Blade Runner no es ilógico.
La película, una adaptación de una novela de Philip K. Dick, cuenta la historia del expolicía Rick Deckard (Ford), quien recibe la orden de eliminar a unos robots ultra sofisticados que parecen humanos y a los que bautizaron como “replicantes”. Estos se han rebelado contra sus inventores y desean saber la fecha de su muerte. Deckard va a adelantarles esa fecha. En medio de la persecución de cada uno de los replicantes, el policía rudo se encuentra con una mujer que lo conmueve, aunque sea una máquina y tenga la orden de eliminarla. Hasta ahí lo conocido y filmado.
El jueves pasado se supo, luego de muchos años de conversaciones y rumores, que Scott, esta vez como productor y no como director, se encuentra en la fase de preproducción de una secuela de Blade Runner que será nuevamente protagonizada por Ford, según informó la revista Variety.
Además de la cara más asociada al filme original, Scott ya tiene bajo la manga a Hampton Fancher, uno de los dos guionistas que adaptaron la novela de Dick a la pantalla. Fancher, además, es un excéntrico que en su juventud se fue a España a bailar flamenco con el nombre artístico Mario Montejo y estuvo casado con Sue Lyon, Lolita en Lolita, de Stanley Kubrick.
El único problema de todo esto es que, como ya le sucediera a Scott con la secuela de Alien (la innecesaria Prometeo), el tiro puede salirle por la culata.
Pasaron 32 años desde Blade Runner y Ford ya tiene sus años encima. Sobre el tema de la edad Scott dijo que como Deckard descubre que en realidad es un replicante eso no sería un problema. Por un lado, una nueva vuelta de tuerca genera ilusión; por otro, retocar algo perfecto es un riesgo potencial. Y ya ha pasado.
Los productores planean comenzar a filmar a mediados de 2016, por lo que Blade Runner 2 se podrá ver a comienzos de 2017.
