Linng Cardozo

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Fabián Mendoza: "Busco hacer una obra maestra"

Pinta desde su infancia en Mercedes. Hoy sus obras están en diferentes colecciones del exterior y en Uruguay. Con ustedes Fabián Mendoza.
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01 de octubre de 2016 a las 05:00

Peatonal Sarandí, a la derecha luego de pasar por la Puerta de la Ciudadela. Hay una galería que dos por tres te provoca con la mirada de seres tristes, de ojos entornados –jamás abiertos del todo- ubicados quietitos en un escenario.

Fabián Mendoza es el artista –o pintor, a secas, como le gusta llamarse- que protagoniza estos seres distantes que interpelan desde una mirada tristona, como de recién levantado. Algunos son como arlequines; casi todos exhiben sombreros de copa alta aunque hay también con cascos. ¿Son juguetes ordenados en un pequeño tablado? Este estilo que posee Mendoza (nacido en Mercedes, en 1966) llama la atención por el sinfín de relaciones y vinculaciones que los personajes pueden tejer de obra en obra. ¿Son los mismos macacos de cada obra que se cambian de ropa y se revinculan nuevamente con otros elementos o son otros, pero con los mismos ojos entornados, nunca despiertos ni sorprendidos? "Figuración mágica", responde Mendoza, como única autodefinición de su obra.

LOS TÍTERES DE FABIÁN

Mendoza hace 10 años que está en Montevideo. Se vino a la capital a trabajar y aquí hizo de todo. Pintar pintó siempre y no deja de mencionar a su docente de los años mozos, Jaime Parés. Parece haber heredado dos actitudes: pensar y vivir con la austeridad como una actitud que llama "ética".

Desde hace poco vive y pinta en un pequeño espacio ubicado sobre la calle Buenos Aires. Es de noche y la Ciudad Vieja se viste de sombras. Los padres de Mendoza llegaron a visitarlo desde Mercedes. Llega el periodista y se retiran discretamente para que comience la conversación. "No creo que tenga alguna cosa interesante para contar", dice como cubriéndose. Interesaba su recorrido artístico, como comenzó con sus personajes, cuál fue su periplo vital creativo. Previamente me había dicho que esos personajes, "tal vez", provengan de "mis años de dibujante de cómic y desde mi visión acerca de la existencia humana como seres que funcionan en piloto automático y a merced de cosas y situaciones que no manejan del mismo modo que una marioneta no conoce la existencia de sus piolines. Una metáfora quizá; metáfora existencial".

CUANDO SE AGOTE EL DIÁLOGO

Allí en su taller explica algo más: "me gustaban los títeres". Mendoza parece asumir una suerte de "frialdad" o "lejanía" de sus personajes. Puede ser como una expresión de una intensa soledad o tristeza. "Sobre el tono frio, alejado y observador del que observa pues es una visión del que mira y quizá algunas veces sea mi visión de la llamada realidad y creo que se acerca bastante". "No obstante esto, algunas veces observo desde afuera y otras como protagonista. Claro está que la distancia ayuda a ver las cosas con otro ángulo, tantos como sean posibles es mejor. Pensar lo ya pensado y no conformarse con conclusión alguna y es por esto que no comulgo con la idea (¿es eso una idea?) de la llamada 'zona de confort'", dice. Parece molestarse cuando se le plantea que logró llegar a esos personajes y nada lo saca de ahí. "Qué significa 'zona de confort'? ¿Quién puede decir que uno está en una 'zona de confort'? ¿Quién le otorga a alguien la facultad de juzgar o juzgarme si estoy o no en una 'zona de confort?", vuelve a preguntar. Y agrega, desafiante: "este concepto (la llamada zona de confort) me resulta baladí por cuanto supone que uno debe estar permanentemente buscando cosas nuevas que a su vez supone dar por sentado que se han alcanzado cotas de excelencia y se han arribado a conclusiones. ¿A qué conclusiones han llegado los profetas de la 'zona de confort'? ¿Cómo puede alguien buscar algo nuevo cuando no han encontrado nada en lo que abandonan para buscar algo nuevo? ¿Por qué debo aferrarme a esa idea de estar permanentemente cambiando? Creo que allí, en quienes están permanentemente empujando a salir de la llamada zona de confort, existe un miedo a encontrar algo verdadero. A fin de cuentas lo que hago o mejor dicho, lo que se ve no es otra cosa que un lenguaje, mi propio lenguaje. Tal vez algunos no encuentren segundas o terceras lecturas, acaso siquiera una primera lectura y sólo se limiten a decir 'Mendoza hace siempre lo mismo'. Si tú ves un Mendoza es un Mendoza sin ver la firma".

Mendoza prende un cigarro, luego de preguntar si no molesta que fume. Está rodeado de telas, sus cuadros, un gato, algunas botellas de vino sin destapar, pinceles. Todo ordenado. Hay momentos, dice, que le cuesta desprenderse de sus obras que en la galería Ciudadela se venden entre 3.000 y 4.000 dólares. Sus obras integran colecciones en Uruguay, Argentina, Brasil, Portugal, Suiza, Austria, Alemania y Estados Unidos. "Extraño las miradas", dice. En un mail me había escrito: "lo que intento decir es que mientras esta forma 'me hable a mi' seguiré dialogando con este lenguaje. Mi relación con la pintura es mi relación con la pintura y el día que estas formas no me hablen haré otra cosa. Por ahora ese diálogo y con estas formas no se han agotado."

La gente espera los vientos intensos que Meteorología ha anunciado para ese día. En la Ciudad Vieja, en sus calles, ya no queda nadie. "Yo me nutro de los vecinos, de las conversaciones que escucho aquí. Aprendo mucho", dice. ¿Qué buscas? "Hacer una obra maestra", responde.

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