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Faltan 256 días

Columna de opinión en El Observador Agropecuario
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26 de febrero de 2016 a las 05:00
Por Ruy Gil, especial para El Observador

La relación entre los animales y el hombre data de tiempos inmemoriales. En la propia biblia, en el libro del Génesis, el creador le dice al hombre que "todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento". Más adelante en la biblia en sucesivos pasajes el hombre recibe indicaciones de cómo proceder respecto a la forma de tratar a los animales. El creador nos deja entrever que valora a los animales y que espera de nosotros que obremos tratándolos con la debida consideración.

Ya hace tiempo que hemos sabido internalizar la idea que aunque los animales nos sirvan de alimento debemos respetar ciertos derechos básicos, los cuales se consagran en cinco libertades: libre de hambre o sed, libre de sufrimiento, libre de enfermedades, libre de expresar su conducta y libre de temor o estrés. A la significancia moral que le hemos asignado al cuidado y trato de los animales, se le suma que parecería que las prácticas de bienestar animal están ligadas a la prevención de enfermedades, o en otras palabras, se observa que aquellos sistemas de producción que vulneran dichas prácticas frecuentemente presentan enfermedades conocidas y no tan conocidas. Un último paso en este espiral de secuelas es cuando las enfermedades resultan ser zoonosis, es decir, con el potencial de afectar la salud del hombre.

Entonces, ya sea por convicciones morales, creencias religiosas o simplemente por el temor de afectar nuestra salud, el bienestar y la salud animal han cobrado importancia y son objeto de atención en las transacciones comerciales: desde la góndola a los sistemas de producción. Sin embargo, los sistemas de producción son muy distintos entre especies y dentro de la misma especie. Imaginemos la producción de pollos y cerdos y comparémosla con la producción bovina u ovina. Imaginemos la producción estabulada de bovinos y comparémosla con la producción a campo.

En ciertas ocasiones los sistemas de producción de los países no derivan de una elección libre y sin restricciones. Es así que en los países nórdicos en invierno no existe otra alternativa que estabular el ganado. En África la aridez del ambiente y las carencias generales configuran un panorama inhóspito. En lugares dónde la selva y la producción se entremezclan la seguridad se vuelve relativa. Por tanto, ¿cuál sería el conjunto de reglas a aplicar para respetar el bienestar animal? ¿Cuáles serían las prácticas de manejo que permiten prevenir enfermedades en los animales? ¿Realmente existe un conjunto único de recomendaciones? Y si existiese, ¿quiénes deberían formularlas?

El mundo se encuentra en crecimiento constante y la presión por los alimentos aumenta. Los sistemas se intensifican bajo el argumento de la seguridad alimentaria. Los productores de los países desarrollados perciben amenazas desde el otro lado del océano y presionan políticamente. Las grandes cadenas de supermercados y restaurantes compiten por la posición del cuidado del planeta y presionan a su red de abastecedores. La visión desde la ciudad se aleja de la visión del campo, y por tanto, se aleja la capacidad de acordar compromisos mutuos.

Las pautas de bienestar y salud animal iniciaron hace años como un conjunto de objetivos referidos a las cinco libertades, debiendo ser alcanzadas a través de prácticas ajustadas a cada sistema de producción. Sin embargo, prontamente hubo quienes propusieron pasar de pautas a reglas bajo el argumento de la inacción de muchos de los países en desarrollo, planteando que estás reglas debían regular el comercio internacional. La discusión en este terreno aún continúa, pero no ha sido fecunda en cuanto no se ha logrado identificar un conjunto de reglas o prácticas que se puedan aplicar universalmente a todos los sistemas de producción.

Actualmente los esfuerzos se centran en cómo fomentar la implementación de sistemas de gestión a nivel de predios, trasporte y procesamiento, de forma que se garanticen y registren las prácticas que se llevan adelante para salvaguardar el bienestar de los animales. Las normas ISO han sido el instrumento que se ha identificado para viabilizar y consensuar está visión de gestión, dónde las propias cadenas de supermercados han mostrado interés en utilizarlas una vez que se validen.

En el próximo Congreso Mundial de la Carne, a celebrarse en Punta del Este en noviembre, abordaremos este tema junto a expertos internacionales, tratando de trazar una delgada línea entre los compromisos que debemos asumir y la fuerza de los intereses comerciales. Los invitamos a ser parte, sólo faltan 256 días (www.wmc2016.uy).

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