Dos horas antes de que la gerencia de Fanapel anunciara el inminente cierre de su fábrica, un emblema industrial de Juan Lacaze, el presidente Tabaré Vázquez cruzó la puerta de la sede central de UPM, un edificio grande y moderno ubicado en el corazón de Helsinski.
Al llegar, Vázquez fue recibido por el gerente general de la multinacional, Jussi Pesonen, quien destacó el desarrollo del sector forestal en Uruguay.
A 13.000 kilómetros de distancia, lejos del entusiasmo y las sonrisas del presidente y su delegación, una noticia provocó un golpe en el sector: el cierre de Fanapel era definitivo, según comunicó un gerente de la empresa a sus trabajadores en Juan Lacaze.
El sindicato, que en esas horas se aprestaba a negociar una hipotética solución en el Ministerio de Trabajo, no se lo esperaba. "No es la primera vez que nos pasa que la empresa negocia una cosa en Montevideo y luego comunica otra totalmente opuesta en Juan Lacaze", dijo a El Observador el dirigente sindical Marcelo Olaverry.
Si bien UPM y Fanapel no se dedican a lo mismo, los dos conforman distintos eslabones de la industria del papel y hasta 2013, ambos producían celulosa. Ese año, la empresa uruguaya dejó de integrar todas las etapas productivas y pasó únicamente a convertir celulosa comprada en papel. “Era más barato comprarle a las pasteras que producirla”, dijo Olaverry.
Ricardo Zerbino, exministro de Economía durante la primera presidencia de Sanguinetti y presidente de Fanapel desde 1990 hasta 2005, dijo en diálogo con El Observador que eso se debió a una caída importante en el precio de la celulosa. “Antes la producíamos nosotros, pero luego se perdió la ventaja de ser una fábrica integrada”, afirmó.
Aunque dijo desconocer los detalles de la situación financiera de la fábrica hoy, el exministro afirmó que “las empresas, lamentablemente, tienen cierta capacidad de aguante” y que Fanapel “está sufriendo un problema de competitividad” que muchos sectores exportadores experimentan, a causa del encarecimiento en dólares de Uruguay. “En mi época llegamos a exportar a 22 destinos”, dijo.
Una de las causas que se señalan como determinantes del declive de Fanapel es la pérdida del mercado argentino, al cual la empresa exportaba el 89% de su producción. Con la llegada de Mauricio Macri a la presidencia del país vecino, muchas barreras a las importaciones heredadas del kirchnerismo fueron levantadas y eso provocó la llegada de productos internacionales -especialmente de China- con los que Fanapel no pudo competir en precio.
Antes de 2013, cuando la producción cubría la fabricación de celulosa, Fanapel tenía más de 1.000 empleados. El cierre de dos plantas ese año provocó el despido de 120 empleados. Hoy, cuando la clausura definitiva parece cercana, hay 260 trabajadores dependientes, además de otros 40 indirectos.
Según supo El Observador, la pérdida de Fanapel abarca US$ 400 mil mensuales en los últimos 6 meses.
Entre las posibles salidas que se le ocurren al sindicato, Olaverry sugirió la posibilidad de que se subvencione el precio al que Fanapel compra la celulosa a UPM y Montes del Plata, aunque advirtió que “no hay voluntad política” para ello.
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