Selva, 76

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Felipe Cardoso: donde la basura es regla y hasta adorna las casas

La IMM comenzó a aplicar multas y liberar varios terrenos del asentamiento
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20 de septiembre de 2015 a las 05:00
Las manos curtidas, teñidas de negro por el carbón de la chapa recién quemada, tiran con fuerza para poder doblar el metal. Entre bolsas de basura, paquetes y desechos que se amontonan –también a medio quemar– hasta llegar a la altura de la precaria vivienda, Washington recupera la chatarra. Ese es su trabajo desde hace 26 años. Casa por medio, Carlos, Rodolfo y uno de sus sobrinos, que ahora aprende el oficio, rompen bobinas para obtener cobre. Más allá, Selva separa el cartón del nylon de una pila que rodea y ya supera la altura de su casa de chapa. La casa ya no se distingue entre los pasillos que acumulan desde un viejo tocadiscos hasta maniquíes, bicicletas, lavarropas y viejos colchones. Un niño zigzaguea en la orilla de la calle, hasta donde llegan los deshechos, en su bicicleta de ruedas desinfladas. Parece invisible a los camiones y autos que pasan a su lado, sin siquiera atinar a bajar la velocidad.

"Me crié dentro de la mugre. Nací acá", aseguró Washington a El Observador, uno de los vecinos que viven de la clasificación frente al sitio de disposición de residuos en la calle Felipe Cardoso. Un lugar en el que la basura es la única forma de vida y hasta adorna sus casas. "Lo encontré y me gustó para colgarlo ahí", contó Selva (76) sobre un poema escrito en madera que cuelga junto a la puerta de su casa. Selva comenzó juntando papel. "Iba con un carrito de mano a Larravide desde Piedras Blancas, con los gurises en el coche", contó. Luego de que cerraron allí la cantera, fue para Felipe Cardoso, donde vive desde hace más de 40 años. "Mis hijos se criaron acá . Yo me hice una carpa adentro de la cantera y ahí estaban mis hijas todo el día encerradas hasta que yo llegaba de trabajar. De algo hay que vivir y clasificando yo tengo", aseguró mientras recorría las pilas de desechos. Al igual que muestran varios carteles en la cuadra, ella recibe de todo para clasificar.

Desde hace algunas semanas, sin embargo, la Intendencia de Montevideo comenzó a controlar a las empresas y particulares que llevan residuos a los vecinos o los depositan fuera de la usina de forma ilegal. La intención de la comuna es hacer un "control extremo" de esas acciones, dijo a El Observador el director de Limpieza, Néstor Campal, y las primeras señales llegaron con la limpieza de un predio de la intendencia frente al asentamiento, de donde varios vecinos sacaban material para reciclar. Hay además inspección constante y un cartel advierte por una multa de 10 UR ($8.286) si se arrojan ahí los residuos. Solo en la mañana del jueves habían sido 15 las personas disuadidas de tirar basura en ese predio. Sin embargo, luego de la advertencia de los inspectores, el último no hizo más que cruzar la calle, abrir la valija del auto y sumar sus bolsas a una de las pilas de basura.

"Yo me hice una carpa adentro de la cantera y ahí estaban mis hijas todo el día encerradas hasta que yo llegaba de trabajar".

"Me daban de todo, ropa, juguetes, todo. Ahora se me cortó", dijo Silvana, una de las vecinas que desde los 15 años solía recuperar cosas de ese basurero ilegal. "Ahora me revuelvo acá (con lo que le llevan particulares) o busco en la calle", afirmó. "Si nos sacan de acá no hacemos nada. Acá tenemos trabajo", agregó por su parte Rita, otra vecina que vive en el asentamiento y que sabe que entre los planes municipales está el realojo de esas viviendas precarias. Según dijo Campal a El Observador, la intención de la intendencia es en principio liberar de basura los predios públicos y donde debería haber veredas o cunetas.

En el lugar, explicó el jerarca, la intendencia planea ubicar la sede de la región Este para la entrada y salida de camiones de limpieza, pero "los esfuerzos que se hacen en el sitio de disposición final no tienen sentido si frente al propio sitio se dan esos problemas", sentenció. El traslado del asentamiento se ha pospuesto en privilegio de otros que se encuentran en zonas inundables, y es un proceso que llevará años, afirmó el jerarca. Los vecinos, sin embargo, no quieren alejarse de la materia prima.

Un cambio, a medias


"La casa se está hundiendo cada vez más", dijo Laura, una vecina de Felipe Cardoso. Las últimas fiestas las pasaron sin luz y no es raro que, al estar todos colgados de la misma fuente, la electricidad se corte durante las noches.

Los niños están permanentemente enfermos y bajo el peligro constante del tránsito de la calle en medio de ese caos diario de carros, camiones, basura y vendedores de gallinas.

Sin embargo, "la gente se acostumbra a vivir de que le den cosas", afirmó Mirta, que desde hace varios años intenta formar una cooperativa para que ella y los demás vecinos –unas 60 familias– consigan un predio al que poder mudarse.

Aunque son varios los que esperan la próxima reunión y la necesidad de tener nuevas casas, no están dispuestos a dejar la cercanía a los residuos.

"La mayoría de la gente vive de esto. Nos cortan los brazos si no nos dejan laburar ahí", afirmó Alejandro mientras golpeaba una bobina con un cincel herrumbrado para extraer el cobre. Y su deseo es compartido por los vecinos que, ya acostumbrados, no quieren dejar su lugar: "Ojalá se pudiera vivir en el barrio, que es donde nos manejamos, pero en un lugar que estuviese más limpio, sin ratas. Un lugar en el que haya luz y vereda".

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