Adolfo Garcé

Adolfo Garcé

Doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Udelar

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Frente Amplio, déficit fiscal y horizonte electoral

Nadie debería sorprenderse si un partido como el FA genera un aumento significativo del déficit
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07 de junio de 2017 a las 05:00

El reportaje de Andrés Danza a Danilo Astori publicado en la contratapa del último número de Búsqueda provocó una pequeña tormenta. Una pregunta pertinente y honesta, y una respuesta ponderada y sincera desataron un debate relevante sobre el déficit fiscal acumulado durante la presidencia de José Mujica. Para explicar el incremento del déficit, tomando distancia pero midiendo sus palabras, Astori hizo referencia a “campañas electorales adelantadas”. A su vez, tomando distancia pero midiendo sus palabras, Mujica respondió que el actual ministro de Economía “es un hombre” y que “a veces los hombres se equivocan”.

Ambos entonaron un discretísimo mea culpa. Mujica admitió que “tal vez fue un problema de rumbo”. Astori, días después, desde Carmelo, aclaró que no intentaba eludir la responsabilidad que le correspondió. Es obvio que ninguno de los dos puede mirar para el costado. Mujica era el presidente. Astori, además de ser el vicepresidente, controlaba los principales cargos vinculados al gobierno de la economía. Pero para entender la dinámica de la política fiscal hay que ir más allá de los individuos. En Uruguay, he dicho y reitero, no gobiernan las personas sino los partidos. La principal responsabilidad del déficit fiscal acumulado no es ni de Mujica ni de Astori: es del Frente Amplio, el partido de gobierno. Y, más específicamente, de su ala izquierda. Me explico.

Nadie debería sorprenderse si un partido como el FA, que tiene un compromiso evidente y radical con el ideal de la igualdad, que sigue considerando al Estado una herramienta clave en el desarrollo, gobernando –además– con mayoría parlamentaria durante una década, genere, a la corta o a la larga, un aumento significativo del déficit fiscal. Va de suyo. Lo llamativo sería lo opuesto. En verdad, el FA solamente logró equilibrar las cuentas públicas durante los primeros dos años de la primera presidencia de Vázquez. Luego, pese a los esfuerzos del equipo económico de la época por acotar el “espacio fiscal”, el déficit tendió a crecer.

Nadie debe sorprenderse si el desequilibrio entre ingresos y egresos siguió aumentando después, a partir de 2010, cuando la correlación de fuerzas al interior de ese partido se desplazó decididamente hacia la izquierda. ¿Acaso José Mujica no venció dos veces a Danilo Astori (primero a fines de 2008, en el Congreso del FA; luego, a mediados del 2009, en la elección primaria), prometiendo un “giro a la izquierda”? Se dirá, y es cierto, que en la negociación que permitió conformar la fórmula presidencial en 2009, Mujica prometió que el equipo astorista seguiría controlando los principales resortes de la política económica. Así fue…aunque nada menos que la Oficina de Planeamiento y Presupuesto quedó en manos del mujiquismo.

La tendencia al incremento del déficit fiscal va más allá de las habilidades específicas de ambos presidentes para encabezar gobiernos. Es evidente que Mujica es mejor como representante que como gobernante, y que puede ser incluso más popular que Vázquez. A su vez, es obvio que Vázquez, en tanto jefe de gobierno, es más competente que Mujica. Pero el déficit creció durante ambos gobiernos. Se dirá que no hicieron todo lo posible por corregir esta tendencia. Puede ser. Pero, al fin y al cabo, a los dos, como frenteamplistas que son, les preocupa más la “deuda social” que el equilibrio fiscal. Vázquez pasó a jerarquizar el déficit fiscal recién en 2015, cuando, alertado por Astori, concluyó que el grado inversor estaba en riesgo. Antes, la prioridad era la emergencia social.

La tendencia al incremento del déficit fiscal es más potente que la capacidad del astorismo para imponer sus conocidos criterios de “cautela y prudencia”. Es cierto que, desde el principio, en las tres presidencias, las huestes de Astori han ocupado los resortes fundamentales en el gobierno de la economía. Pero una cosa es tener los cargos, y otra diferente, controlar de modo efectivo la política económica y sus resultados. En Uruguay no gobierna el presidente, sino el partido del presidente. No gobierna la economía el ministro, sino el partido del ministro. La lógica política siempre es más poderosa que el más sofisticado equipo económico, por más prestigiosas que sean sus credenciales profesionales y académicas.

¿Qué puede inferirse, a partir del análisis anterior, respecto a las perspectivas del déficit fiscal en Uruguay? El principal corolario es que no hay que esperar que el gobierno siga bajando el déficit fiscal. A medida que la economía continúe enviando señales saludables y que se acerque la elección de 2019, se incrementarán las presiones desde las bases políticas y sociales frenteamplistas por cumplir las promesas realizadas durante la campaña electoral pasada. A ese factor, de carácter estructural, hay que agregar otro, de naturaleza diferente, coyuntural y hasta personal. El actual ministro de Economía no descarta ser candidato a la Presidencia. Tiene derecho a aspirar a este cargo y méritos evidentes para ocuparlo. Pero a esta altura está muy claro que no puede ser candidato del FA hablando solamente de “cautela y prudencia”. No alcanza con ser el garante de la estabilidad económica. Deberá proyectarse como alguien absolutamente identificado con la bandera de la justicia social, aun al precio de aceptar no llevar el déficit fiscal al 2,5% al final del mandato. l

Doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República / [email protected]

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