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Gabriela Acher: "Los valores del patriarcado siguen reinando en la sociedad"

La actriz presentó su libro ¿Qué hace una chica como yo en una edad como esta?
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07 de septiembre de 2016 a las 05:00
Muchos recuerdan a Gabriela Acher de la primera época de Telecataplúm, éxito de la televisión uruguaya que le permitió a la actriz dar el salto a Buenos Aires, lugar en el que reside desde hace décadas. Allí trabajó en la pantalla chica, el cine y el teatro con gente como Tato Bores, Alberto Olmedo o Antonio Gasalla, labor que le valió ganar un premio Martín Fierro.

Simultáneamente ha desarrollado una exitosa carrera como escritora, con títulos tan sonados como El amor en los tiempos del colesterol.

Incombustible, cuando se le pregunta la edad, responde: de piedra. Es soltera, tiene un hijo y el sueño de viajar por todo el mundo. Dice que su mayor orgullo es haberse convertido en un referente para muchas mujeres y de que si de algo se arrepiente, es de todo lo que no se atrevió a hacer.

Usted dice en el prólogo de su nuevo libro que se trata de un homenaje a la mujer sexagenaria. ¿Por qué eligió esa década?
Cuando escribí mi primer libro, allá por 1992, creí que escribía sobre mis experiencias personales, pero cuando vi la repercusión que tuvo en las otras mujeres, me di cuenta de que lo que yo creía que eran experiencias personales, eran en realidad experiencias del género femenino. A partir de esa revelación, me hice el compromiso de seguir acompañando a las mujeres en cada etapa de nuestras vidas. Por eso elegí esa década, porque era la que yo estaba atravesando.

En los diferentes capítulos, compara mucho la actitud de la mujer joven con las que están en plena madurez. ¿Tanto cambia la mujer?
¡Por supuesto! Y tiene que ver con cómo cambian las épocas y las diferentes expectativas de las mismas hacia lo femenino. Las jóvenes de ahora no se parecen en nada a las que fuimos las que estamos atravesando la madurez.

Usted habla del uso de las hormonas post menopausia, idas al gimnasio, al psicólogo, la búsqueda de la juventud eterna. ¿Este catálogo de obsesiones femeninas no las deja un poco mal paradas?
¡Sin duda! Pero la culpa no es de las mujeres sino de una cultura que les exige parecer de 14 años hasta el día de la muerte.

Los hombres tampoco se salvan, claro. Dice que solo piensan en el sexo, que se van siempre con una más joven, etcétera. ¿Tan mal nos ve?
¡Por supuesto que no! Hay hombres maravillosos, pero hablar de ellos no haría reír a nadie. El humor se nutre de lo que está mal, es imposible hacer reír con las virtudes. De hecho, en un mundo perfecto, el humor no tendría razón de ser.

¿Cree que la guerra de los sexos será eterna?
¡Espero que no!

A pesar de defender el papel de la mujer como hacedora de la liberación femenina, también dice que aún no han logrado ser distintas a los hombres cuando alcanzan puestos de poder. ¿Puede extender el concepto?
Yo esperaba que cuando las mujeres llegaran al poder, hicieran valer un nuevo orden social fuera de los principios de jerarquía, mando y competitividad, ya que los valores etiquetados como femeninos, la empatía, la compasión, la colaboración, la nutrición y preservación de la vida, son los más urgentemente necesarios para alumbrar una nueva era de la humanidad. Lamentablemente, hasta ahora, eso no ha sucedido. Las mujeres en el poder se han masculinizado y los valores del patriarcado siguen reinando en la sociedad.

De lo más divertido de su libro es cuando analiza las dificultades de la mujer mayor con el uso de la tecnología. ¿Actualizarse o morir en el intento?
Sí, definitivamente. No hacerlo nos deja afuera del futuro. Pero para eso están los hijos y los nietos. ¡Qué ayuden!

Es actriz de televisión, de teatro y de cine. ¿Qué le da la literatura en particular?
La posibilidad de comunicarme a través de mi pensamiento más profundo.

El Viagra para los hombres y el Addyl para las mujeres se venden como pan caliente. ¿A la vejez viruela?
Dicen que de todas las facultades humanas, ver, oír, etcétera, las que demoran más en abandonarnos son: el deseo sexual y la habilidad para hacer el amor. O sea, que aún después de los bifocales o de los audífonos, ¡vamos a seguir haciendo el amor! Lo que ya no vamos a saber es: con quien, ni por qué.

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