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Gloria Rodríguez: de militar a pie a diputada herrerista

Tenía todas las de perder cuando vino de Melo y empezó a militar en Malvín Norte, pero su trabajo y la cuota de género la llevaron a ser la primer diputada negra de la historia
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28 de enero de 2017 a las 05:00

En 1991 Gloria Rodríguez se separó de su esposo y viajó de Cerro Largo a Montevideo para rehacer su vida, y para darle mejores condiciones de atención a la salud de unos de sus dos hijos. Llegó además con su bisabuela de 97 años y un perro, Jacinto. Al principio no tenía trabajo y con una herencia compró una casa en Malvín Norte, una zona donde la pobreza era el denominador común.

Su padre, que fue policía y mimbrero, conocía al dirigente del Partido Nacional en Melo, Jorge Silveira Zabala, y de esa experiencia incorporó la ideología.En su casa se hablaba de política y la divisa blanca era algo común para ella. Ser nacionalista en Melo era, si se quiere, fácil. Pero cuando se instaló en la periferia de Montevideo, donde el Frente Amplio es mayoría desde hace décadas, esa comodidad se terminó y, de ser una entre tantos, pasó a ser un bicho raro que hablaba de los blancos.

En octubre de 2014, luego de años de militancia de a pie, de luchar contra la discriminación, contra prejuicios, de criar a sus hijos sola, Gloria Rodríguez logró hacerse un lugar importante en la política. Su llegada a la Cámara de Representantes generó curiosidad a medios de comunicación locales e internacionales, al principio porque fue la primer diputada negra en ocupar una banca en el Parlamento. Su historia, en cambio, va más allá de ese hecho.

En un partido dominado por hombres, que en general provienen de familias de buen pasar y con larga tradición, Rodríguez se hizo lugar a fuerza de trabajo social en un lugar ajeno al Partido Nacional como es la periferia de la capital.

Sin porte de apellido, sin dinero ni un título universitario, pero con el impulso de quien lucha por lo que quiere, hoy asume su posición agradecida por los vecinos que la apoyaron desde un principio, aunque sin dejar de reconocer que es "hija" de la cuota de género.

"Somos nosotros mismos los que dejamos pasar la oportunidad y no imponemos nuestros derechos. Yo, que no tengo un mango en la cartera, tengo el mismo derecho que quien tiene el apellido más distinguido, una herencia o plata en el bolsillo", dijo la diputada a El Observador.

Preocupada por los asuntos sociales y la defensa de las minorías, Rodríguez ha tenido salidas muy polémicas y criticadas por la izquierda, como cuando dijo que el traslado de pacientes desde la Aldea de la Bondad en Salto eran como los vuelos de la muerte, aludiendo a los que hubo en dictadura (1973-1985) con personas detenidas y luego desaparecidas.

A veces su discurso suena radical y alejado del resto de sus compañeros. Otro ejemplo de la dureza en sus exposiciones se generó a fines de 2016, cuando la lista 71 despidió el año con un acto en el teatro Metro. "Este gobierno no respeta la democracia", lanzó Rodríguez, en una noche donde cosechó tantos aplausos como el líder del sector, Luis Lacalle Pou.

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Rodríguez se reconoce herrerista y es muy creyente. Es parte de la Iglesia Nueva Apostólica, una organización cristiana de carácter internacional que se basa en una estructura jerárquica integrada por apóstoles, y que se declara independiente y "políticamente neutral".

"Soy muy creyente y siempre consideré que mi vida era la voluntad de Dios", aseguró Rodríguez sentada a la mesa en la casa de Maciel, un veterano militante nacionalista de Malvín Norte. Ese vecino, que también la acompaña en su fe, aseguró que "era de Dios que Gloria tenía que ser diputada".

Para Maciel Rodríguez es la vecina que un día llegó al Parlamento. "Es la diputada nuestra, la negrita, que demuestra de una vez por todas que no se trata de llegar por lo que se tiene. A Gloria no le sobra nada y siempre estuvo con nosotros", insistió el vecino.

En ese barrio la mayoría vota al Frente Amplio y Rodríguez lo sabe. "Se estigmatiza al Partido Nacional, y de nuestra parte también es cierto que no se ha sabido transmitir", confesó.

Hambre

El Observador caminó con Rodríguez por Malvín Norte, el barrio donde vive desde que se mudó a Montevideo. Por las pequeñas calles y pasajes de las viviendas de Euskalerría y el humilde complejo de viviendas INVE, la diputada negra del Partido Nacional se siente como en casa. "¡Gloria!", le gritó un hombre que barría la vereda, y la diputada levantó la mano para saludarlo, un gesto que en pocos minutos tuvo que repetir varias veces.

Más de una vez en este tiempo le ha tocado a Rodríguez ser saludada por la calle por muchachos que la recuerdan con cariño por su trabajo en el barrio. En 2002, cuando había hambre y desocupación, la dirigente nacionalista se reunió con otros vecinos y montó un comedor gratuito para que niños y jóvenes pudieran acceder a un plato de comida y pasar un momento de distracción entre tanta penuria.

Durante ese tiempo, todos los días a las 7 de la mañana se reunía con vecinos y entre todos juntaban comestibles para cocinar. Un kilo de arroz este, un kilo de carne aquel, y se iba armando la olla. La asociación comunitaria Vamos a hacer funcionó así hasta que un día no le alcanzó, y por eso tuvo que salir a pedir donaciones a comercios. Llegó un momento -en plena crisis- que el comedor atendía a 70 niños en dos turnos. Hubo colas de gente con recipientes en la mano para levantar comida y llevarla para su casa. Rodríguez recuerda que hasta había patrulleros de la Policía que asistían al comedor para llevar comida al barrio Maroñas.

Adriana Barros conoció a Gloria Rodríguez cuando empezó a ir al comedor. Como funcionaria del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), le tocó dar apoyo a ese comedor barrial, pero al poco tiempo se involucró más allá de sus obligaciones y juntas ampliaron el servicio a los niños con una ludoteca. Barros considera que toda la vida de Rodríguez es una lucha. "Ella es un ejemplo, la peleó y llegó", dijo Barros a El Observador.

La diputada trabajó como adscripta en el colegio María Auxiliadora, como vendedora en un comercio y fue funcionaria del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, y luego del Ministerio de Educación y Cultura, en el área ciencia y tecnología.

A la lista 71 del Herrerismo llegó por invitación de Laura Flores, quien la convocó a participar de reuniones con el edil Gustavo Penadés, uno de los referentes del Partido Nacional que luego fue senador y hoy es diputado.

"Yo no soy una eventual en la política. En esto se pone más de lo que se recibe, y nadie se hace rico", aseguró la legisladora frente al local sobre la calle Iguá donde hace 15 años puso el comedor, y que hoy es un depósito privado.

Su casa en el INVE de Malvín Norte es un pequeño apartamento de paredes finas que se agrupa junto a otros idénticos en bloques de cemento con techo de chapa. Rodríguez lo recorre y lo muestra orgullosa a pesar de su precariedad. Cada vecino lo mantiene como puede o quiere, aunque todos son muy humildes.

Melo y discriminación

El color de su piel nunca la privó de hacer lo que quiso. Asegura que la única vez que se sintió discriminada fue en Melo, su ciudad natal. En esa ciudad fronteriza, cuando Rodríguez era adolescente, había bailes para blancos donde se le negaba la entrada a los negros. Pero un día, cuando terminó el liceo, su grupo decidió festejar el egreso en ese local del club Unión. "Me sentí perdida", contó a El Observador, porque nadie podía creer cómo una persona de color se había atrevido a entrar a ese lugar, y la rechazaban con miradas y comentarios. Por ese episodio renunció en su momento el presidente del club, el padre del actual diputado blanco Pablo Iturralde.

Su madre fue empleada doméstica y su padre policía, aunque era más conocido por sus realizaciones en mimbre. Tenía un pequeño taller y lo apodaban "el mimbrero".

"Vengo de una familia extremadamente pobre que siempre intentó salir adelante", contó. Pero lo que más resalta de su infancia y adolescencia era la presencia del Partido Nacional, ya que ser nacionalistas en Melo era lo habitual. Recuerda particularmente los días de elecciones porque en su casa se montaba un centro de distribución de vecinos para ir a votar, se hacían asados y organizabanrecorridas. La diputada contó que los negros en Melo siempre tuvieron una presencia importante, dada la cercanía con Brasil y la descendencia de esclavos.

A pie

De una forma muy pasional y casi sin recursos, Gloria Rodríguez empezó a militar en Malvín Norte y alrededores, llevando las ideas de la lista 71 del Herrerismo desde sus inicios en los '90. Según recuerdan vecinos y compañeros de su partido que la siguieron en ese tiempo, lo hacía a pie, golpeando la puerta de cada casa para conversar con los vecinos, al punto que alguno la confundía con vendedores de artículos para el hogar o con Testigos de Jehova que llegaban a predicar. Esa práctica le quedó y en 2014, cuando hizo campaña para llegar a la Cámara de Representantes, la repitió por más barrios de Montevideo. "Gastaba muchas suelas de zapatos", comentó a El Observador una de sus vecinas y compañeras de militancia, Alejandra Kinch.

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Al otro día de la elección nacional, cuando las listas empezaron a observar el resultado fino y a conocer cuántos y cuáles legisladores tendrían en el Parlamento, el nerviosismo se apoderó de muchos nacionalistas. Es que había un legislador por asignar a la espera de los últimos votos. La banca se disputaba entre el exedil Juan Curbelo (lista 40) y Gloria Rodríguez (lista 71). Los compañeros de la legisladora temían en ese momento que todo el trabajo a pulmón se fuera a la basura, pero ella, en cambio, asumió como "voluntad de Dios" el lugar que le tocaba. Finalmente los votos le alcanzaron a la lista 71 para tener tres diputados, y Rodríguez ingresó al Parlamento como la primera diputada negra de la historia.

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