Opinión > ANÁLISIS - CLAUDIO ROMANOFF

Guantes de seda al cajón: la cuesta arriba del gobierno y un FA que no ayuda

Por un lado están los planes inconclusos y, por otro, las ansiedades políticas que asoman ya en el horizonte
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31 de diciembre de 2016 a las 05:00

Bisagras y perfiles, dos elementos que bien podrían definir el año político que entra. El gobierno se apresta a transitar por un terreno cuesta arriba. Por un lado están los planes inconclusos y, por otro, las ansiedades políticas que asoman ya en el horizonte. Las metas de bajar un 30% las rapiñas, seducir al sector privado para inversiones en infraestructura y poner en marcha el sistema de cuidados a plenitud se tornan objetivos desafiantes en un entorno político cada día más adverso. Otros planes están en el CTI o directamente en coma: un puerto de aguas profundas en Rocha, la venta de marihuana legal, y la regasificadora. Todos son proyectos del ex presidente José Mujica, vaya casualidad...

Ya en el verano habrá un desfile de ministros por el Parlamento, la mayoría convocados por la oposición. Es un ejercicio que marcará la tónica de un 2017 en el que el presidente y sus ministros pondrán a prueba su temple y nervio.

El campo de batalla que se avizora desde ya es el presupuestal, cuando el gobierno envíe al Parlamento su propuesta de gastos para el resto del período. Y el principal adversario del Ejecutivo es la fuerza de gobierno, con la que hasta ahora ha tenido que lidiar y llegar a trabajosos acuerdos con la participación del propio presidente.

En el Frente Amplio hay un núcleo grande de fuerzas que rechazan la austeridad, el equilibrio fiscal como un fin en sí mismo y ven los impuestos como el vehículo idóneo para la justicia social y la distribución del ingreso. Por lo tanto, se oponen a la línea del ministro Astori que busca sostener el esmirriado crecimiento a base de inversión genuina y duradera en el tiempo mientras lidia con el déficit de 3.5%. Estos sectores, que incluyen a mujiquistas, socialistas, comunistas y otras formaciones de izquierda ortodoxa tienen incentivos para demandar mayores gastos y pedir impuestos en clave más ideológica y electoral que de gobierno. Llegó la hora de marcar perfiles, tejer alianzas y comer asados bien regados para discutir quién los representará en la carrera por la candidatura presidencial de la coalición. Mujica dijo que no se anota y que tampoco Astori debería, pero en ese plano nadie le toma la palabra.

Y por su lado, la oposición aumenta su cadencia de tiro, una actitud fogoneada por las necesidades internas de los distintos sectores en pugna. En el Partido Nacional, Jorge Larrañaga pide revancha contra Luis Lacalle Pou por la candidatura presidencial. Esta semana lanzó una iniciativa para reformular su grupo político en una nueva corriente wilsonista y se verá cómo responden sus huestes. El líder del sector Todos se mantiene expectante, en primera fila, mientras los acontecimientos se desarrollan en otra parte.

Mientras tanto, los colorados buscan y no encuentran nuevos candidatos –el ex presidente Julio Sanguinetti está muy activo con opiniones sobre política interna- y Edgardo Novick pesca en ese lago.

Así las cosas, al gobierno se le viene encima la política en una estación en la que los guantes de seda van al cajón.

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