Carlos Loaiza

Carlos Loaiza

¿Hacen ruido los impuestos?

Es clave preguntarse sobre el posible efecto de las modificaciones tributarias en materia de inversión
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07 de abril de 2017 a las 05:00

Por Carlos Loaiza Keel

Los primeros días del mes de febrero se generó gran controversia, cuando se conoció que varios grupos oficialistas proponen modificaciones tributarias para obtener mayores ingresos fiscales. Ellas se sumarían, en caso de prosperar, a las medidas fiscales incluidas en la última ley de Rendición de Cuentas, que ya fueron comentadas en esta misma sección y tuvieron el mismo propósito.

Ahora, el mes de marzo llegó con otra novedad preocupante para el país: en 2016, la Inversión Extranjera Directa (IED) cayó por tercer año consecutivo, con un descenso del 30,2% respecto de 2015, lo que en números absolutos supuso USD 375 millones menos. Luego de las megainversiones en el sector de la celulosa que dieron fuerte impulso en los últimos años, en 2016 se sintió un impacto negativo en el segmento inmobiliario principalmente.

Cabe entonces preguntarse, desde la perspectiva técnica y con el enfoque crítico y constructivo que siempre presentamos en Consultor Tributario, sobre el posible efecto de las modificaciones tributarias en materia de inversión, y por ello agradecemos el valioso aporte en este número del Cr. Diego Vallarino, con un enfoque fresco y contraintuitivo.

Me incluyo entre quienes creen que las modificaciones fiscales constantes pueden generar un ruido indeseado para atraer inversiones, más aún cuando los vientos soplan de nuevo hacia los países desarrollados. Pero también reconozco que a un país con la escala de Uruguay le bastan un par de proyectos relevantes para que la IED gire de signo de forma drástica, y hay alguno a la vuelta de la esquina. La mesa está servida para una fuerte discusión técnica en la materia, que es lo que siempre deseamos propiciar.

Cambios tributarios y decisión de inversión privada en 2017

Por Diego Vallarino

Acabamos de conocer que la economía del Uruguay creció 1,5% en 2016. Esta es una buena noticia desde diferentes perspectivas. La primera es que Uruguay cumple 14 años de crecimiento interrumpido.

La segunda es que este crecimiento se ha dado a pesar de dos crisis importantes a nivel externo, la primera en 2008 a nivel global y la segunda desde el 2014 a nivel regional.

La tercera implicancia positiva de este crecimiento durante el 2016 es que ha sido de menor a mayor, de 0% de crecimiento en el Q1 a más del 3% en el Q4. Esto, más un incremento del salario real y una mejora de las expectativas de los consumidores y de las empresas, nos deja muy bien perfilados para esperar un buen 2017 a nivel de crecimiento del PIB.

Ahora, ese buen 2017 dependerá de cómo funcionen los “motores” del crecimiento. En una columna de Julio de 2016 mencionaba que era importante “prender los motores de la inversión”. La inversión ha sido uno de los principales factores que explica el crecimiento que ha tenido el Uruguay en estos últimos 14 años. Y como tal, debe ser potenciada si queremos que el dinamismo económico se siga dando en el país.

En este marco, sería importante preguntarse, ¿afectará el cambio tributario planteado para el 2017 en la decisión de inversión de las empresas? Realmente no existe una respuesta única. Al contrario, tiene tantas respuestas como empresas puedan existir, dado que cada una tiene incorpora esta información a las decisiones de inversión de diferentes formas. Pero intentaré concluir desde la generalidad.

La Ley N° 19.438 de Rendición de Cuentas, con vigencia general a partir de enero de 2017, excepto en los casos puntuales que se prevea expresamente otra vigencia, introdujo nuevas modificaciones tributarias de trascendencia. Algunas de las que afectarían directamente a las empresas son: limitación para el cómputo de pérdidas fiscales de ejercicios anteriores, no cómputo del ajuste fiscal por inflación, gravamen ficto sobre los dividendos y utilidades no distribuidas, entre algunas otras más.

A priori no es ilógico pensar que estos cambios tributarios a nivel de IRAE puedan desincentivar una decisión de inversión. Pero analizando el impacto potencial de estos cambios tributarios en las decisiones de inversión de las empresas, se podría concluir que no son significativos en los sectores industria, servicios y comercio*. Lo que haría pensar que ese factor individual no sea causal de una reducción drástica en los niveles de inversión. Más aún, no sería esperable que sea un determinante de esa potencial reducción. Por ende, no deberíamos buscar por allí una explicación de por qué las empresas no invertirían durante el 2017.

Quizás deberíamos echar un manto de luz sobre otros tres factores. El primero es entender cómo se comportará la demanda interna por ejemplo. En este caso se podría interpretar que el aumento en el IRPF que se aplica desde enero de 2017 reduce la capacidad de compra de las personas, y es verdad. Pero si el salario real sigue creciendo, no habría por qué pensar que el consumo interno se vea disminuido por el factor tributario. Quizás fuese mayor el crecimiento del consumo sin estos cambios en el IRPF, pero lo seguro, es que si el salario real se mantiene al menos, el consumo no se reduciría.

El segundo factor a analizar son los incentivos explícitos a la inversión. Específicamente comprender si ayudan a compensar los sobrecostos de hacer negocios en Uruguay. Si bien no son un determinante fuerte de la decisión de inversión, si es importante ser competitivos a nivel regional, al menos. El tercero es potenciar el comercio internacional del Uruguay. La rentabilidad esperada de una empresa que invierte en Uruguay, está íntimamente relacionada con la potencialidad que tiene de vender sus productos o servicios en el exterior.

En conclusión, no buscaría por el lado de los cambios tributarios una implicancia sobre las decisiones de inversión de las empresas locales para este 2017, sí recomendaría entender cómo se pueden compensar los sobrecostos de hacer negocios en Uruguay (aunque no es determinante de alto grado, si es importante para el clima de negocios relativo), y enfocaría mucho esfuerzo potenciar la perspectiva comercial, particularmente el comercio exterior, eso que hará que las empresas estimen una rentabilidad esperada mayor. Todo esto sin descuidar el salario real, y por ende la capacidad de compra de las personas. Es ahí donde debemos mejorar para poder “prender” nuevamente los motores de la inversión privada.

No llega

El último año también supuso una gran caída en la inversión extranjera a la Argentina.

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Como informó el 26 de marzo pasado el www.cronista.com, la Inversión Extranjera Directa (IED) cayó un un 50% en 2016 respecto de 2015 en la Argentina, año en que todavía regía el conocido “cepo cambiario”, que obligaba a que las empresas reinvirtieran sus utilidades.

El presidente Macri y su gobierno se han propuesto como objetivo prioritario el atraer inversiones del exterior, y eso ha signado su agenda internacional en los últimos meses, que incluyeron un viaje a España y a Holanda con el propósito de dar una nueva imagen a los potenciales inversores en el país vecino.

Según datos del INDEC, en 2016 Argentina recibió USD 4.780 millones en los primeros tres trimestres del año, lo que según proyecciones arrojaría un monto de USD 6.000 millones para todo el año. En el tercer trimestre de 2015 la cifra ya alcanzaba los USD 9.557 millones.

Los analistas advierten que los datos de IED de los últimos años, aunque reales, se encontraban desvirtuados por el efecto de la reinversión obligatoria que el cepo de dividendos generaba. Casi el 25% de toda la IED, según el economista Marcelo Elizondo, en declaraciones a www.cronista.com.

Argentina enfrenta desde hace años un déficit de recepción de IED que la ubica apenas por encima de Perú y por debajo de México, Brasil, Colombia y Chile, para alcanzar un magro porcentaje del 4,5% de toda la IED que recibe Latinoamérica, mientras que en los últimos 5 años de la década del 90 había llegado a recibir casi un extraordinario 16% del total de Latinoamérica, con un promedio anual de casi USD 10.000 millones.

Tanto el World Economic Forum como la OCDE, organización a la que Argentina aspira a ingresar, han destacado los graves problemas del clima de negocios de ese país para recibir inversiones del exterior. Entre otros, grandes problemas regulatorios y alta presión tributaria, de las más altas de la región junto a Brasil, que desalientan las decisiones de inversión.

También se destacan la falta de apertura comercial (el comercio exterior en Argentina representa el 15%, mientras que el promedio mundial es del 28%), la conflictividad social y la fortaleza institucional.

Todos estos aspectos que el gobierno de Macri está decidido a mejorar, aunque enfrente para ello serios problemas y desvíos producto de la fuerte presión de las organizaciones sociales, los sindicatos y la oposición, en pleno año de elecciones de renovación del Congreso, que para Macri representan mucho más que unas elecciones legislativas: suponen para muchos una confirmación de que el rumbo elegido por él puede seguir concretándose en el futuro.

Decreto MEF N° 36/017

Reglamenta normas fiscales de la Rendición de Cuentas respecto de impuestos a las rentas (dividendos fictos, nuevas alícuotas y retenciones)

Decreto MEF N° 40/017

Define países, jurisdicciones o regímenes especiales de baja o nula tributación

Decreto MEF N° 77/017

Reglamenta la nueva normativa de intecambio automático de información y transparencia

Resolución DGI N° 1315/2017

Lista de países, jurisdicciones o regímenes especiales de baja o nula tributación

*En un “clásico” de la literatura nacional sobre la decisión de inversión de las empresas, Rama (1985) concluye que la baja tasa de inversión en Uruguay obedece al nivel insuficiente de las expectativas de rentabilidad. A su vez, la rentabilidad esperada resultó correlacionada significativamente con el exceso de demanda corriente. Por el contrario, la correlación con indicadores de costo de los factores, tales como la tasa de interés o el salario real, resultó muy poco significativa. En consecuencia, el estudio descarta obstáculos originados en el costo relativo de los factores, identificando un comportamiento consistente con el modelo del acelerador de la inversión. En el mismo sentido apuntan las conclusiones de Patrón (1984), De Melo y Tybout (1986), Cepal (1993), Rodrik (2005)

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