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Híbrido de tradición y cambio

El español Sergio del Molino encabeza una generación de escritores que miran el pasado y el presente de su país con otros ojos
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20 de mayo de 2017 a las 05:00
Sergio del Molino nació en 1979, a pocos años de la reapertura democrática en España. Creció en las décadas de 1980 y 1990, en medio del subidón de los gobiernos de Felipe González, que introdujeron a España en el mundo europeo, a base de trenes de alta velocidad, juegos olímpicos y autopistas de infraestructura.

Para olvidar las oscuridades de las eras franquistas, la España de la Movida quiso desembarazarse del pasado, mirar hacia delante por un destino más luminoso, ignorar todo lo que fuera español, que entonces (y hasta ahora, en muchas cabezas) es sinónimo de retrógrado.

A fuerza de crónica periodística, lecturas y reverencias para nada inhibidoras, Del Molino ha construido una obra abierta en varias novelas y ensayos más o menos autobiográficos, en los que ha explorado los mecanismos de la ficción y de la cercanía del relato, donde se cruzan fantasmas familiares o tragedias indescriptibles, como la muerte de un hijo.

Con un pie en la tradición de autores, usos y costumbres, y otro en las posmodernas redes sociales, es posible seguir el enredado derrotero de escritor, entre tuits, pequeñas grageas en Facebook, y entregas de su blog personal a lo largo de España y Europa, auténtica bitácora de un autor casi en vivo.

La España vacía, publicado por Turner en 2016, es el último libro de Del Molino. A lo largo de 250 páginas, desbroza los caminos que van y vienen desde las pocas ciudades grandes de la meseta castellana a los cientos de pueblos y parajes solitarios en la inmensidad de un paisaje tan antiguo como brutal por lo despojado. ¿Quiénes lo habitan? ¿Cómo es su vida? ¿Quiénes saben mirarlo, y admirarlo? ¿Quiénes, intentar comprenderlo?

La división binaria ha tejido una larga trenza en la historia española: romanos y celtíberos, moros y cristianos, monárquicos y afrancesados, carlistas y liberales, republicanos y nacionales. A la España vacía, Del Molino le plantea –en oposición, literal y metafórica– la España llena, urbana, desdeñosa y altanera del mundo rural, ignorante sobre todo de cuánto ese universo agrario ha condicionado el corazón y el alma de las ciudades, y en esa tensión se dialoga el ensayo.
A fuerza de crónica periodística, lecturas y reverencias para nada inhibidoras, Del Molino ha construido una obra abierta en varias novelas y ensayos más o menos autobiográficos, en los que ha explorado los mecanismos de la ficción y de la cercanía del relato, donde se cruzan fantasmas familiares o tragedias indescriptibles, como la muerte de un hijo.
En el viaje laberíntico de Del Molino –un tipo de barba y 100 kilos de peso que semeja una imagen joven y madrileña de Francis Ford Coppola–, se superponen por fuera de prejuicios políticos reflexiones sobre el valor de la tradición, la falsedad de los mitos, el Quijote, los asesinatos sangrientos en sitios descampados, la fuerza del paisaje absoluto remarcado por el motor de las palabras. La prosa fluye, y el territorio nunca llega a transformarse del todo en mapa.

Como también nací en 1979 siento que Sergio del Molino le habla de forma explícita a mi generación. Porque a pesar de las distancias, la España vacía tiene su correlato en el Uruguay vacío, rural, extremo, con la diferencia que la política y la academia aquí lo han denominado "profundo". Ese país de antaño, que vive atado a los ciclos naturales, pero que en la ruta menos pensada (y asfaltada) se da de bruces con un camión que transporta troncos para hacer chip y luego celulosa en una gigantesca pastera. Ese país despoblado en cientos de kilómetros cuadrados, llenos de taperas abandonadas y cuyos ranchos bien pueden albergar una abuela cariñosa que nos invite con torta fritas o un montaraz que desenfunde una recortada. Ese país que se condensó a lo largos de siglos en la península ibérica, y desde el siglo XVIII en las riberas del Plata.

Uruguay y su formación cultural tienen una deuda con España y lo español, quizá similar a la que llevan en sus espaldas los españoles del siglo XXI. Los prejuicios, las burlas y sobre todo la ignorancia han mellado la relación. Leer La España vacía es una extraña forma de reencuentro; silencioso, del otro lado del océano, en comarcas lejanas pero sorprendentemente íntimas. Del Molino ha tocado una fibra. Para el que sepa escucharla.


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