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Historias de inmigrantes en Uruguay

Seis testimonios de extranjeros que eligieron instalarse en el país
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15 de octubre de 2016 a las 05:00

Vueltas de la residencia


Mileva Pacheco - Colombia
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Mileva Pacheco - Colombia

Una oferta laboral terminó convenciendo a Mileva Pacheco de venirse a vivir a Uruguay desde Colombia. Sus amigos quisieron organizarle la despedida con cosas "típicamente charrúas", pero fracasaron en el intento. "No encontraron nada. El mate nunca apareció y cuando llegué pensé que era marihuana", dice.

Mileva pisó suelo uruguayo el 10 de enero de 2014. Tan solo tres días después estaba haciendo fila en la Dirección Nacional de Migraciones para sacar la residencia. Recuerda perfectamente que le tocó el número 67 de 100 y debió esperar cuatro horas para que la atendieran. Ese día fue el comienzo de una serie de trámites que le resultaron interminables. "Tiene que ir al Banco de Previsión Social (BPS)", le dijo una funcionaria de Migraciones. "¿Qué es eso?", se preguntó.

Las idas y vueltas para conseguir ser residente la pasearon por el Ministerio del Interior, BPS –que se le terminó haciendo muy conocido– y Cancillería, a donde tendría que haber ido desde un primer momento. "Es muy difícil porque no hay un solo lugar donde te expliquen", opina.

Más de dos años después, Mileva escuchó la frase que tanto esperaba: "¡Felicitaciones, ya tiene su residencia!".

Un turista que decidió quedarse

David Napodano - Italia

Un pasaje barato desde Roma a Buenos Aires terminó siendo la puerta de entrada para que David Napodano decidiera vivir en Montevideo. Hacía tiempo que quería viajar por América Latina, pero no encontraba el momento. "Vi el precio del pasaje y pensé: ahora o nunca". Así fue que llegó a Latinoamérica y viajó durante tres meses como mochilero.

Antes había vivido en Barcelona y sentía que se llevaba mejor con los latinoamericanos que conocía en España que con los propios españoles.

Uno de sus últimos destinos fue Montevideo. Al verlo, sintió que estaba en Nápoles -su ciudad natal- pero en la década de 1980. Iba a ser una estadía corta y se terminó quedando por un mes.

Regresó a Italia en verano pero Uruguay seguía resonando en su cabeza. Tres meses después tomó la decisión de instalarse y vive en Montevideo desde hace tres años. Al poco tiempo de llegar consiguió trabajo y actualmente ejerce su profesión, arquitectura, además de dar clase de electrónica en un instituto italiano.

Doble-oriental

Keiko Hikichi - Japón
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Keiko Hikichi - Japón


"Bi-cultural y doble-oriental". Así se define Keiko Hikichi, una uruguaya nieta e hija de japoneses. Su madre fue de las primeras personas descendiente de japoneses que nació en Uruguay, donde la comunidad nipona alcanza unas 400 personas. Entre 2011 y setiembre de 2016 se concedieron 36 residencias a japoneses.

El abuelo de Keiko llegó a Uruguay en la década de 1930, cuando Japón se enfrentaba en guerra con China. Para no tener que participar en batalla porque tenía problemas respiratorios, a su madre se le ocurrió que lo mejor era emigrar. Sudamérica comenzaba a plantearse como una opción para los japoneses, principalmente Perú y Brasil. El abuelo de Keiko primero optó por ese destino pero no pudo adaptarse al clima tropical brasileño y así fue que terminó en Uruguay. "Trabajó en una chacra, como jardinero en varias residencias y se fue a Japón, se casó con mi abuela y se vinieron para acá", cuenta Keiko. Unos 30 años después, su padre viajó desde Fukushima a Montevideo, a partir de un programa que ofrecía el gobierno de su país para trabajar en el exterior, relata Keiko en su casa de Paso de la Arena, rodeada de adornos típicos de ese país de Asia. Fueron varios los japoneses que se instalaron en esa zona de Montevideo. "Si bien no era una colonia formal, informalmente lo era. Y todavía quedan vestigios", sostiene.

Así como otros nipones, Keiko decidió dedicarse a la floricultura. De hecho, la mayoría de quienes se dedican a esa tarea son japoneses o descendientes. Es que a pesar de que los japoneses que vinieron se arraigaron a Uruguay, conservan las tradiciones de su cultura y mantienen contacto entre los miembros de esa comunidad.

De inmigrante a local

Umar - Sierra Leona

A sus 22 años, Umar decidió tomarse un barco y salir de Sierra Leona, su país, junto a amigos de China, Filipinas y Singapur. Unos 30 extranjeros llegaron al puerto de Montevideo en 2014, sin tener mucha idea del país que estaban pisando.

Umar salió del puerto y caminó hasta la Plaza Independencia. Desde ese momento, pasó a ser su lugar favorito dentro de la ciudad.

Primero comenzó a trabajar en el puerto, hasta que meses después consiguió empleo en un restaurante de sushi, como cocinero. Consiguió esa ocupación gracias a personas que fue conociendo en sus primeros meses en el país.

En poco tiempo, Umar pasó de recibir ayuda a querer ayudar. Actualmente, colabora con la ONG Ida y Vueltas, que brinda asesoramiento a inmigrantes y donde cada miércoles entre 15 y 20 personas del extranjero que quieren asentarse en Uruguay se reúnen toda la mañana.

Tan solo dos años después de su llegada, dice que Uruguay es su país. "Quiero quedarme acá", afirma convencido, y dice que tiene "sueños para cumplir" en el país al que solo conocía por el fútbol.

Avanzada profesional

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Harikishan Thambireddy - India

La llegada de Harikishan Thambireddy a Uruguay no fue por elección. Tata Consultancy, la empresa donde trabaja, lo envió desde India ese país de Latinoamérica del que nunca había escuchado hablar. Casi tres años después, Harikishan se siente parte de Montevideo, aunque sabe que le tocará volver a su país.

Desde que hace más de 10 años Tata Consultancy se instaló en Zonamérica, cientos de indios llegan a Uruguay para brindar asesoramiento a los trabajadores de la empresa.

Harikishan vive en un apartamento en Pocitos con otros cuatro indios. Cuando la compañía les anuncia que deben viajar, los contacta con personas que viven en Uruguay para que puedan conseguir alojamiento.

A algunas cuadras de ahí también se aloja uno de sus compañeros, Harikrishna Palukuru, que vino con su familia. En su casa no se habla una palabra de español, pero su hijo de ocho años ya maneja el idioma. Harikishan también comenzó a hablar algo de español.

Junto a él se encuentra Harish Pallerlamudi, otro de sus compañeros que llegó al país hace menos de un año pero dice ya sentirse parte de Montevideo. Los tres coincidieron que viajar a Uruguay fue "una oportunidad de conocer una cultura diferente".

"Llegamos y vemos algo que de otra manera nunca hubiéramos conocido. Es una buena experiencia tanto a nivel profesional como personal", afirma Harikrishna, que antes había vivido en México.

Probar suerte en el sur

Rosanna Casado - República Dominicana

La llegada de Rosanna a Uruguay surgió "de repente". Se quedó sin trabajo en Santo Domingo, la capital de República Dominicana, y decidió volver a lo de sus padres por un tiempo, en la campaña dominicana. Para eso debió abandonar sus estudios avanzados de marketing, la carrera que le apasiona. Una vez en lo de su madre, se enteró que un conocido había viajado a Uruguay para probar suerte. "Acá hay posibilidades de trabajar. Podés ganar como $ 75 mil pesos", le decía desde Montevideo. Rosanna no lo pensó mucho y el 9 de febrero de 2014 tocó suelo uruguayo.

Lo primero que hizo fue buscar dónde iba a dormir. El panorama no era muy alentador: una habitación de dos metros cuadrados en una pensión que tenía que compartir con otras tres personas. "Eso me chocó un poco", cuenta sentada en su cama, que también es el living y cocina de la habitación donde vive actualmente en otra pensión. Mientras relata su llegada, Rosanna le da la mamadera a Alhaia, su hija de tres meses.

Junto con su pareja, que también es dominicano, pagan $ 6.500 por dormir en un cuarto de unos cuatro metros cuadrados. En esa pensión también viven colombianos y uruguayos, especialmente adultos mayores solos.

Al momento de llegar a Uruguuay, ambos debieron conseguir dos trabajos para poder pagar deudas que habían dejado en su país. Rosanna trabajó en la fiambrería de una cadena de supermercados y en una empresa de limpieza. Su novio, en una compañía de seguridad, pero la llegada de Alhaia generó que debieran elegir un solo lugar para trabajar.

Cuando Rosanna dejó su país, no imaginó que vivir en Uruguay se le iba a hacer difícil. "Quería retomar los estudios. Pensé eso. Como allá es una universidad que se puede convalidar en otros países pensé que tal vez me convalidaban y puedo seguir y trabajar también, pero no pude", dice. Tampoco imaginó que ese país al que tanto la motivaron a venir era tan caro como lo encuentra.

Pero, a pesar de que tiene ganas de volver a su República Dominicana natal, trata de no quejarse, especialmente por su hija, que es uruguaya. "Me gusta que haya nacido acá. Acá fue donde Dios me la mandó", dice con la niña en brazos.

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