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Hugo Chávez: Profeta de Bolívar

“Váyanse al carajo yanquis de mierda que aquí hay un pueblo digno, aquí hay un pueblo digno", dijo en 2008 a una multitud tras ordenar la expulsión del embajador de EEUU en Caracas y exigir el regreso de su embajador en Washington.
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18 de noviembre de 2016 a las 05:00

Las medias tintas nunca formaron parte de la personalidad que Hugo Chávez cultivó en Venezuela y en el resto del mundo. Mientras muchos vieron en él un mesías caribeño, un heraldo de la revolución bolivariana y un caudillo socialista inexpugnable ante los embates del "imperio", otros lo consideraron un déspota más con sobreexposición mediática y aires autoritarios. Detrás de esa imagen maniquea, Chávez erigió una popularidad que le permitió, por ejemplo, impulsar reformas polémicas, como aquella que habilitó la perpetuidad de su gobierno y la continuidad de su "revolución", cuya semilla se había plantado tiempo atrás.

En 1982, a sus 28 años, Chávez tomó la posta de uno de los subgrupos revolucionarios nacidos dentro del propio Ejército y lo refundó bajo el nombre de Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), con el que 10 años después intentaría secuestrar el poder. Sin embargo, su sueño se vio truncado al fracasar el golpe de Estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, y Chávez terminó pagando las consecuencias en prisión. Dos años más tarde, Rafael Caldera, nuevo jefe de Estado, lo indultó.

Finalmente, en febrero de 1999, en los últimos estertores del milenio, Hugo Chávez Frías asumió como nuevo presidente de Venezuela. Casi simultáneamente a su ascenso al poder, Chávez encontró el espacio ideal donde su megalomanía y su lengua incendiaria se volverían un clásico semanal: a través del extenso programa televisivo titulado Aló Presidente, Chávez desplegó su arsenal dialéctico contra el capitalismo, contra George W. Bush, contra la amenaza del imperialismo y contra todo aquel que se atreviera a contrariar los designios de un movimiento acunado bajo la omnipresente figura de Simón Bolívar.

Lo cierto es que, pese a sus numerosos detractores, Chávez ganó una gigantesca popularidad entre las clases menos favorecidas de Venezuela, que proyectaron en él sus esperanzas de desarrollo. A través de los millones de dólares que las exportaciones de petróleo le proporcionaron, el gobierno del "comandante" apuntó a reforzar programas alimentarios, educativos y sanitarios, que de todas formas no impidieron las represalias por parte de aquellos enemistados con su figura y su "proyecto".

Dos veces intentaron quitarle el gobierno y las dos veces fracasaron. La primera, en 2002, a través de un golpe de Estado fallido que lo mantuvo un par de días alejado del Palacio Presidencial de Miraflores. La segunda, mediante un referéndum de revocación, convocado por la oposición, que encontró su final en las urnas.

Su ascendente popularidad en el panorama mundial se vio doblemente impulsada a través del golpe frustrado, que le dio nuevas armas para atacar una anunciada intervención extranjera en Venezuela, a la que apuntó cada vez que tuvo oportunidad. Además, aprovechó para continuar extendiendo los tentáculos bolivarianos por el continente, apadrinando varios de los gobiernos izquierdistas incipientes. También ayudaron una serie de medidas que para muchos rayaron el autoritarismo, como la no renovación de la licencia de Radio Caracas Televisión en 2006, medio al que calificó de "golpista", y la expulsión de varios diplomáticos extranjeros del territorio venezolano cuando los conflictos con sus países de origen escalaban.

Además, su estilo confrontativo, marca registrada que luego heredaría su sucesor Nicolás Maduro, lo llevó a protagonizar hechos recordados en diferentes encuentros con líderes mundiales, como su mención al "olor a azufre" de Bush en su discurso en la Asamblea General de la ONU o la reprimenda por parte del rey Juan Carlos de España, en 2007, con el inolvidable: "¿Por qué no te callas?".

El cáncer, sin embargo, fue su enemigo más temible y el que finalmente, el 5 de marzo de 2013, terminó por minar sus intenciones de gobernar Venezuela por más tiempo. Pese a que las circunstancias de su muerte estuvieron cubiertas por un manto de penumbra y sospechas, esta sirvió para cultivar aún más el mito Chávez y reforzar la idea de que su revolución vería una continuación en sus sucesores. Independientemente de las contradicciones y las discusiones que su figura todavía despierta, Hugo Chávez fue un factor clave del giro a la izquierda que vivió América Latina en el primer cuarto de siglo, y las ramificaciones de su "revolución" seguramente seguirán haciendo mella en los procesos políticos del continente.

Esta nota forma parte de la publicación especial de El Observador por sus 25 años.

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