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Huracanes de la política

Hay otros desastres que sufre la región, que dejarán hondas heridas y son provocadas por la mano del hombre
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23 de septiembre de 2017 a las 05:00
La naturaleza está furiosa y no le da tregua a América. En México, un terremoto dejó 230 muertos, edificios colapsados y severos daños y caos en una decena de ciudades.

Los vientos intensos, potentes lluvias y un aumento súbito del nivel del mar, que cae como un murallón de agua sobre la costa, del huracán Irma, provocaron 58 muertos en Florida, 40 en las islas del Caribe y 10 en Cuba (datos hasta el miércoles 20).

En Puerto Rico, el huracán María hizo estragos en el servicio eléctrico y dejó más de una decena de muertos, tras arrasar las Islas Vírgenes y las Antillas, donde hubo al menos nueve víctimas. Por ahora la ciencia no puede culpar al cambio climático, inducido por la actividad del hombre, de los embates contra el segundo continente de la Tierra.

Pero hay otros desastres que sufre la región que dejarán hondas heridas y que son provocados por la mano del hombre: la (mala) gestión de la política y que hoy se refleja con suma intensidad en graves actos de corrupción que incluso salpican al Poder Judicial, que es quien debe administrar la justicia.

Hay huracanes de nombre Lula, Temer, Kirchner, Maduro, megatormentas en formación -como Correa- y otros potentes torbellinos de viento que aunque aún no tienen una denominación, son igual de dañinos.

Brasil sufre la peor crisis política de su historia, que afecta a todos los partidos políticos con representación en un terriblemente fragmentado Congreso.

Todos los partidos están involucrados en un sistema de corrupción. El ex mandatario Lula, líder de un PT que tiene varios dirigentes presos o condenados, ha sido acusado de los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero, solo por uno de seis procesos judiciales.

El actual presidente, Michel Temer –con una popularidad de 5%–, que había salido indemne de una acusación de "corrupción pasiva", de haberse beneficiado de un soborno de una empresa, ahora lo señalan como el "líder de una organización criminal" que recibió dinero para facilitar contratos en empresas estatales.

La constructora brasileña Odebrecht corrompió a gobernantes y políticos de países de la región para quedarse con jugosos contratos. Se calcula que en América Latina y África habría repartido más de US$ 3 millones para adjudicarse proyectos de infraestructura.

Solo en México, un país que ha caído en picada en percepción de la corrupción, la constructora brasileña pagó sobornos a funcionarios por US$ 10,5 millones entre 2010 y 2014.

También Odebrecht extendió sus tentáculos en Colombia en donde ahora, además, se descubre una increíble trama de corruptela en la Justicia. Entre enero y este mes, 60 funcionarios de la Fiscalía y 34 de la rama judicial fueron procesados por beneficiar a acusados a cambio de coimas.

Y la lista podría seguir con otros países porque ningún gobierno latinoamericano está a salvo de un mal que no tiene ideología.

La corrupción es tan estructural que no se resuelve con transformar las instituciones y aprobar leyes más duras.

Lo que Fernando Henrique Cardoso plantea para Brasil es válido para todos: hay que cambiar la cultura, "nuestra cultura no igualitaria, no democrática, de privilegios". Pero "eso cuesta mucho".

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