Niños en los escombros de una mezquita derribada en Gaza por bombardeos.
Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Zikitipiú

Israel y Palestina: Bin Laden sonríe en el infierno

Ante ciertas posiciones uruguayas, los judíos reaccionaron señalándolas como antisemitas
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05 de agosto de 2014 a las 00:00

Como suele ocurrir cada vez que se enciende la mecha en Medio Oriente, o sea dos por tres, en Uruguay la influyente aunque no tan numerosa colectividad judía (menos de 20 mil), reacciona acusando a los medios de dar una visión propalestina de la cobertura. Además, esta queja se hace saber a través de las redes sociales, un lugar precisamente donde se refugian muchos racistas y violentos. Y ahora, para mejor, es el propio gobierno el que censura el accionar de Israel y sus funcionarios lo califican de “genocidio”.

El racismo y en particular el antisemitismo late y se hace notar en todas las sociedades. Pero ¿alguien piensa realmente que Uruguay es una nación en la que si las centenas de niños muertos fueran israelíes y no palestinos, el establishment aplaudiría? Sí, habrá en algunos lugares, en las redes seguro, expresiones como la que llevó a muchos a aplaudir la caída de las torres gemelas. O sea, enfermos hay y habrá.

En 2008 Israel liberó a terroristas libaneses a cambio de recuperar los cadáveres de dos soldados israelíes secuestrados y ejecutados. Uno de los liberados, recibido como héroe en Líbano, había matado a golpes a una israelí de 5 años y a su padre. La madre de la niña se escondió y, al taparle la boca a otro pequeño hijo para que no llorara, lo asfixió. La prensa israelí le preguntó a esa mujer qué le parecía que el asesino de su familia quedara libre; les dijo que ella no era dueña de los presos de Israel, y que si eso servía para llevar paz a las familias de los soldados cuyos cuerpos fueron recuperados por el canje, debía estar bien.

Historias como esta nos reconcilian, a fuerza de tanto dolor, con los valores de Occidente.

En el fondo, la posición de esa judía es por un lado un gesto misericordioso, pero por otro es también un grito pacífico de batalla: mil de ellos valen por uno nuestro.

Pero el gobierno que representa a esa mujer, y ante los cohetes de Hamas, eligió otro camino: el de la guerra. Y en el camino trajo y sigue trayendo hacia nosotros miles de fotos de niños muertos.

Claro que también hay niños israelíes muertos y que es casi un hecho confirmado que militantes de Hamas usan de escudos a niños palestinos, pero Hamas es la barbarie, es el terror surgido en el seno de una civilización pacífica como el Islam pero que, aún así, no comparte con Occidente un mismo tipo de vida y de valores.

Por eso, muchas expresiones que los judíos ven como antisemitismo son en realidad un reconocimiento a su sociedad, que apuesta al razonamiento, a la ciencia, a la solidaridad.

Es sano que aún duela ver a una nación civilizada arrastrada a esta barbarie.

En Gaza viven 1,8 millones, 4.118 habitantes x kilómetro cuadrado. Es Israel la densidad es de 387 habitantes.

Es decir que los normalmente vetustos misiles palestinos tienen 10 posibilidades menos de impactar en un humano. Del otro lado, parece que no existe el avance tecnológico israelí que permita ataques quirúrgicos en esa franja. Siguen siendo una granada adentro de un bazar.

¿Qué tiene de raro que nos siga pareciendo que a fuerza de tecnología o misericordia, o por sobre todo, de ética humana, Israel debería terminar con el asesinato de niños?

Pensar en esto antes que en nada es una forma de decir que los radicales no ganaron la guerra transformando a una sociedad que era sinónimo de libertad en una acusada de genocida. Bin Laden debe estar sonriendo en el infierno.

Cuando vean un acto, como el del gobierno uruguayo, que pone en el banquillo a Israel, sus partidarios deberían pensar que es una forma de reconocerlo como uno nuestro, un gesto de solidaridad que, quiero creer, cualquier Dios pediría.

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