Iván y los Terribles
Sebastián Auyanet

Sebastián Auyanet

Shuffle

Iván y los Terribles: violencia es canción

El bajista de La Hermana Menor y ex de varias otras presenta su primer proyecto con una demostración de cómo abordar viejos géneros y credos artísticos esquivando con elegancia el lugar común
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01 de agosto de 2014 a las 00:00

Es viernes y suena en los auriculares de redacción el disco Los incautos no fallan (se escucha gratis aquí) de Iván y los Terribles. Lo que nunca falla es Möebius, el primer tema, que es un impulsor hacia el resto de los 26 minutos y pico de música restantes. Al final del disco, todo suena como un poco de aire fresco, sobre todo pensando en el post punk montevideano, tan saturado de propuestas idénticas basadas en la repetición del estilo, el nihilismo, el deprimente cinismo y la ausencia total de interés por actualizar el sonido, o de utilizarlo para decir algo diferente. En la siguiente canción, Paradox, ya queda definido buena parte del ambiente del disco: un manejo entre la intensidad que no agrede o exige de más al que escucha, porque la idea parece ser que lo que se dice también importa: "La única verdad es que es falso todo lo que ves / excepto que es mentira lo que nos obligan a creer", dice la voz antes de que caiga la distorsión.

Iván y los Terribles es el primer proyecto personal de Iván Krisman, bajista conocido de la escena por su larga temporada con La Teja Pride y su actual periplo con La Hermana Menor, entre muchas otras apariciones, incluido su período televisivo como la cara visible del ciclo de conciertos en vivo Azoteas TV.

Krisman, que hace música desde 1996, me dice que nunca se sintió motivado a hacer canciones suyas. "Siempre participé de proyectos pero nunca me pregunté por qué no hacía mi música, hasta que alguien me lo preguntó". También dice que influyó el cada vez más mítico concierto de Mötorhead en el Teatro de Verano, que el músico reconoce como un clic. Pero, ¿por qué diecisiete años para componer un tema propio en alguien que siempre se mantuvo dentro de la escena? "Yo soy de Las Piedras, y creo que siempre me jugó en contra tener esta especie de mentalidad 'de canario'; de que todo lo que estuviera en Montevideo a mí me pareciera genial. Estar en una banda que ya estaba conformada, me parecía genial en sí eso. No tenía la inquietud y aportaba desde otro lado. Creo que tiene que ver también con reconocer las cosas que uno puede aportar", explica.

Lo que ha aportado Krisman es mucho más que lo que se puede pensar a simple vista. Ha pasado por todos los vaivenes de aquello que podríamos llamar música rock en Uruguay, desde aquellos primeros años suyos con bandas de la escena de Perdidos como Kirlian, hasta esta etapa de estabilidad y reconocimiento de La Hermana Menor, un proyecto que parece mucho más sólido que en sus primeros años. Además, no se pueden dejar de tener en cuenta los años de masividad a nivel local en grupos como La Teja Pride. "Con La Teja estuve en una camioneta con una banda… es algo que nunca más me pasó. Eso fue durante muchos años un laboratorio de experimentos para probar muchas cosas, grabé mis primeros discos, toqué para 70.000 personas, en todo el país… o sea, hubo muchas cosas que me marcaron en cuatro años muy intensos. La vimos toda. La gente cobrando en dólares, tocando en discotecas, la tele, los sponsors para tocar, las tapas de las revistas… Yo había empezado, lo había visto surgir e intenté capitalizarlo. Era muy loco, a todo el mundo le chupaba un huevo la música, te contrataban pensando que eras Once Tiros, o Lapso, daba igual, pero vos te ibas a tu casa con 20.000 pesos y después de tocar para, no sé, 2.000 minuanos. Yo sabía que iba a ser duro para mucha gente volver a cargar sus equipos, reacomodarse a la realidad. La exposición era un poco demasiado porque la gente no sabía cómo llevarla. Incluso a los más grossos, los que todavía siguen llevando a miles, siguen siendo aburridos, neutros en las entrevistas… parecen futbolistas. Y eso es una cosa que como artista uruguayo me dio una enseñanza de cómo se hacen las cosas", recuerda.

Volviendo al hoy, de alguna forma se puede decir que estas canciones inspiradas "en las cosas que escuché y sigo escuchando" (Pappo´s blues, Los Ramones, La Polla Records) más alguna entrada de producción (es evidente el cruce con Queens of the Stone Age al principio del disco) parecen llegar a una edad justa, cuando muchas etapas quedaron atrás y la inspiración personal para componer parece arribar sin demasiados sobresaltos.

Los incautos nunca fallan es un disco que parece mucho más abyecto de lo que en realidad es. Comienza pulsante y violento, bien punk, para luego pasar a atmósferas más bluseras e incluso permitirse sofisticaciones. Apoyada en una formación que parece más de jazz rock que de banda (bajo, teclado y batería), hay un cierto minimalismo y una simpleza en un sonido que a la vez es sucio e imperfecto. Por cierto, Ezequiel Rivero es responsable de tal balance entre agresividad y confort entre lo virulento y lo sutil desde su puesto en la producción.

Precisamente la violencia es uno de los costados que más despierta la argumentación de Krisman: "El arte es uno de los pocos lugares en los que se puede utilizar la violencia para hacer algo bonito. El campo del arte es el lugar ideal para que una sociedad canalice su violencia. En la cancha de fútbol no se puede pegar, en tu casa, tampoco. Y todo eso tiene que salir, tiene que canalizarse por algún lado, porque todos estamos violentados de alguna forma. Todos tenemos que vivir con gente que no queremos, todos tenemos jefes que son unos burros, que se abusan… en fin. Eso tiene que salir por algún lado. Entonces, creo que todo arte es bueno: en él, el tipo saca afuera todo lo que lo oprime. Y yo en ese campo sigo de largo, porque sé que no estoy haciendo daño alguno desde allí".

En ese marco de violencia artística se cuelan reflexiones que parecen espontánea sobre la familia como espacio de interacción obligatoria ("Mi hermano estuvo derrapando un año, nadie lo supo ubicar.
Siempre armando el tal escándalo y ahora nadie lo puede parar.
Sé que te quiero bien lejos), la sexualidad ("Mucha carne, sexo y lycra. Nada de satisfacción. Sólo cartón"), o ciertos conceptos psicológicos quizá vinculables a su producción artística: "Estudié psicoanálisis lacaniano muchos años. Siempre me interesó mucho la frontera con la topología. Y la cinta de Möebius a la que hago referencia en la primera canción del disco tiene una lectura dentro de esta clínica sobre lo que es el inconsciente y el discurso consciente, estructurado como un lenguaje con un pliegue, que no tiene adentro ni afuera… Pienso las cosas en esos términos".

El carácter destructivo es un libro de Walter Benjamin muy referenciado por Blixa Bargeld, músico de Nick Cave y más conocido en el mundo de la música por la experimental Einsturzende Neubaten, quizá el grupo experimental definitivo. De alguna forma, aunque no se proponga tales metas, tiene sentido que Krisman referencie a ambos en la última canción del disco. "En el origen filosófico de este grupo estaba este libro; la idea que subyace es la de hacer espacio para algo nuevo, no hacer algo nuevo en sí. Y como que en eso entendí algo. Hubiera querido que hubiera más de Einsturzende, pero esto no es Berlín y yo no soy Blixa… siempre quise hacer algo así, pero nunca encontré el tiempo como para estar con un carrito de supermercado y una amoladora, probando ruidos. No me interesa caer en la impostura de algo que ya se hizo y a lo que no le puedo hacer una relectura… creo que lo que me fascina de eso es que no termino de entenderlo. Es música propiamente dicha. Es como gente que ves al costado de las llamadas haciendo ruido con una botella… vos los integrás al paisaje sonoro o no. Y Blixa no era un ocupa subvencionado, sino más bien un compositor dedicado".

Krisman dice que las canciones de este primer disco salieron casi que de un tirón y que todo se graba. Quizá por eso también se aparezcan incluso reflexiones suyas dentro de la letra, como si la misma hubiera sido un work in progress detenido ("igual la letra no se entiende, como si dijera algo más", canta en Bien lejos).

Krisman, que hoy edita sus discos integrado al colectivo Esquizodelia, tiene una visión particular sobre el momento de los sellos virtuales y sus aspiraciones de viabilidad. "A este disco lo hago con ellos, aunque ellos todavía no saben bien qué son. Están en un momento existencial, se están preguntando qué es, si hay un criterio para quién participa y quién no. Pero este trabajo tiene que generar guita. Yo voy a tocar, invito a grupos a tocar y reparto la plata. Yo hago un trato con un lugar, pago el sonidista, voy a medias con la banda a menos que no hayamos llegado a otro acuerdo. Si yo hago 200 discos y no vendo ninguno, no hago otro porque es una mierda lo que estoy haciendo. Ellos no quieren meter las manos en la plata, y no saben bien por qué. Yo no pongo de mi dinero para pagar ensayos o ediciones físicas. Y si los toques no dan para hacer gran cosa, tocamos en Amarcord”.

Es imposible no hacer referencia también a que una de las canciones de Los incautos nunca fallan cobró una significación diferente esta semana. La columna de Jelen, tema dedicado al periodista Marcelo Jelen que falleció apenas a unas horas de escrito este post, es quizá el testimonio de la agresividad y energía con la que el periodista manejaba los temas con los que se metía, casi siempre dando en algún clavo que activara la reflexión de quien lo lee. Esa es también una buena forma de ver a estas primeras canciones de Iván y los Terribles.

El próximo 16 de agosto, Iván y los Terribles se presenta en Amarcord.

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